Estos días, desde enero hasta abril, en el Cabildo de Buenos Aires hay una exposición de imágenes de José de San Martín elaboradas con técnica digital por el diseñador Ramiro Ghigliozza. En el mismo Museo, entre otras actividades, el 25 de febrero se anuncia una charla debate “Polémica sobre el origen de San Martín” con el historiador Hugo Chumbita y la vicepresidenta de la Academia Nacional de la Historia, Beatriz Bragoni.

La cuestión del origen de San Martín, a la luz de las revelaciones de las últimas dos décadas, resulta apasionante. Lleva en sí un secreto muy bien guardado para la Historia y para el afuera, aunque conocido por muchos descendientes directos de las familias implicadas.

Se trata de un dato biográfico que habría sido alterado: el Libertador no era hijo biológico del matrimonio San Martín-Matorras, sino que fue adoptado por ellos, quienes lo criaron y educaron.

Los verdaderos progenitores del niño de Yapeyú habrían sido una joven indígena guaraní, Rosa Guarú, quien lo amamantó y cuidó hasta los 3 años de edad, y Diego de Alvear, oficial de la Marina española, explorador de la zona misionera, quien habría hecho un compromiso con el matrimonio San Martin para costear su educación militar en España, lo cual se cumplió y le permitió al joven San Martin tener un buen pasar y excelente formación.

La documentación de este fundamental capítulo de nuestra historia está a disposición de quien quiera introducirse o avanzar en el tema, con abundantes antecedentes y las investigaciones que llevó adelante el historiador Hugo Chumbita.

Estos datos han sido escamoteados, silenciados y se ha llegado hasta destruir algunos documentos. Sin embargo, existen numerosas referencias al origen mestizo del Libertador, por testigos y autores de aquella época, así como la tradición oral de la familia materna, los Cristaldo, que fue el apellido que se dio a Rosa Guarú, y de la extensa descendencia de la familia Alvear.

El caso dio lugar incluso a un juicio de filiación por descendientes actuales de los Alvear que solicitaron la realización de la prueba de ADN para establecer la verdad.

Un secreto familiar que llega hasta nuestros días, y que se niegan a admitir diversos factores: factores de poder en sentido amplio, historiográficos, políticos, y también ideológicos, socioculturales, que determinan lo prohibido y lo permitido, y que levantan barreras para ocultar u obstaculizar la circulación de las evidencias.

Se trata de remover un pacto de silencio, y de tomar conciencia de hechos históricos fidedignos. Esto llevará su tiempo, porque es un desafío para revisar y reflexionar sobre las formas en que se construye la narración histórica y la memoria de una sociedad.

El secreto familiar como categoría diagnóstica ha sido estudiado especialmente por las terapias familiares, que me han interesado en mi profesión de psicoanalista, considerando los efectos traumáticos de los hechos y palabras ocultos o negados.

El secreto no-dicho, que se extiende como una mancha de aceite, no es inocuo, trae múltiples consecuencias en la salud de los sujetos y grupos involucrados.

Uno de los mecanismos psíquicos específicos que funcionan es la desmentida: "Lo sé y sin embargo... hago como si no existiera". Es un tipo especial de negación. Esto daría respuestas a ciertos interrogantes que plantea Hugo Chumbita: “Lo curioso es que no se hubiera reparado antes en tales testimonios y que nadie se hiciera cargo en sacar las obvias conclusiones. La historia y los manuales repetían que el padre de la patria era hijo de una familia legítima española, como si no quisieran ver las evidencias en contrario” (Prologo a la 4ª edición “El Secreto de Yapeyú”).

Entre los diversos problemas que plantea el tema, aparecen asimismo en la muestra del Cabildo retratos conjeturales de los padres del prócer diferentes a los que han sido divulgados hasta ahora, pues se pudo constatar que el de Juan de San Martín es falso y corresponde a otro personaje de su tiempo.

Es interesante entonces actualizar el debate. La historia personal de José de San Martín desde la cuna, del medio en que vivió sus primeros años, y la conciencia de su origen y su destino americano, tanto como los otros factores de su formación y sus estudios, son un aspecto sustancial de la historia mayor que lo llevó a convertirse en el Libertador de nuestro continente.