Desde Londres
El Reino Unido y la Unión Europea (UE) llegaron a un acuerdo para el protocolo comercial de Irlanda del Norte post-Brexit luego de tres años de fallidas negociaciones diplomáticas que dejaron a ambas partes al borde de una guerra comercial. El acuerdo lo anunciaron poco después de las 1500 hora británica el primer ministro Rishi Sunak y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “Hemos cambiado el protocolo original. El acuerdo al que llegamos hoy nos da fluidez comercial en el Reino Unido, protege el lugar de Irlanda del Norte y la soberanía de su pueblo”, señaló Sunak.
A las 1830 hora de Londres (1530 de Argentina) Sunak compareció ante el parlamento para informar sobre el acuerdo. Mientras tanto, para añadirle toda la pompa y ceremonia de los grandes acontecimientos, Ursula von der Leyen se reunió con el Rey Carlos III. La lectura de la letra chica política, económica y diplomática tomará mucho más tiempo que este minué mediático.
¿Qué contiene el acuerdo?
Para los europeos el acuerdo es sacarse una molesta piedra en el zapato de su agenda diplomática. Para Sunak es el primer éxito que puede mostrar desde que asumió como primer ministro a fines de octubre. En la conferencia de prensa conjunta y en las filtraciones a la prensa, comienzan a emerger algunos puntos fundamentales:
- Se relajarán los controles que hay sobre los productos no europeos que ingresan a Irlanda del Norte y de ahí pasan a la República de Irlanda entrando de hecho en el espacio económico-comercial de la UE.
- Habría dos andariveles: uno verde (libre acceso para la mayoría de los productos) y otro rojo (con un régimen especial de chequeo fronterizo para algunos productos muy regulados en la legislación de la UE).
- La Corte Europea de Justicia conservaría un rol de árbitro.
- El Reino Unido sería readmitido al programa Horizon de investigación científica, algo que tenía trabadas numerosas investigaciones británicas.
Reacciones
El anuncio fue saludado por muchos sectores, entre ellos algunos pro-brexit. Un ex opositor conservador a un acuerdo, el actual ministro para Irlanda del Norte, Steve Baker, señaló que se trataba de un “fantástico resultado”. Los mercados también dieron su beneplácito: la atribulada libra esterlina subió un 0,7% no más conocerse la noticia.
Pero el camino sigue lleno de espinas. Los protestantes unionistas de Irlanda del Norte dijeron que se tomarían todo el tiempo necesario para estudiar el acuerdo y ver si lo aprueban. Según la corresponsal de la BBC en la provincia Jayne McCormack, el principal partido unionista, el Democratic Unionist Party, “no quiere que lo presionen hacia una aprobación, porque quieren saber, luego de un análisis fino, línea por línea, si el acuerdo cierra o no”
En una posición similar se encuentran los conservadores ultra Brexit del European Research Group. El ex primer ministro Boris Johnson anticipó en los últimos días que no apoyaría un acuerdo que contuviera concesiones. Según una encuesta este fin de semana cuando se empezaba a considerar “inminente” el anuncio, la mayoría de los miembros del Partido Conservador (que tienen una posición cavernícola a la Patricia Bullrich en seguridad, desempleo, planes sociales, etc) no quieren un acuerdo. A ninguno le resultará digerible el rol de árbitro de la Corte Europea de Justicia.
Es posible que ninguno de estos grupos tengan suficiente fuerza para evitar la aprobación parlamentaria de la reforma del protocolo. La oposición, liderada por el laborismo, criticó que se hubiera tardado tanto en solucionar este tema, pero se descarta que votará a favor. Sin embargo, un rechazo de amplios sectores puede resultar explosivo en Irlanda del Norte y generar más divisiones en el ultra-fragmentado Partido Conservador.
La pesadilla de la historia
El poder disruptivo de Irlanda no es nuevo. No en vano el más famoso novelista irlandés, James Joyce, escribió en el Retrato de un artista adolescente, “History is a nightmare from which I am trying to awake”, (la historia es una pesadilla de la que estoy tratando de despertar).
A vuelo de pájaro esta historia podría resumirse así. En 1603 Inglaterra conquista Irlanda provocando siglos de resistencia, guerras, hambruna, virtual genocidio en el siglo 17 hasta llegar a la independencia en 1921. La isla queda dividida en dos: la actual República de Irlanda e Irlanda del Norte que sigue unida a Gran Bretaña. En los 60 la discriminación de los católicos e independentistas en el norte da lugar a “the conflict”, una guerra larvada entre unionistas protestantes e independentistas católicos de 30 años que terminó con los acuerdos de paz de 1998.
La pertenencia del Reino Unido y la República de Irlanda a la Unión Europea (UE) facilitó la llegada de este acuerdo. En la práctica la unidad irlandesa estaba lograda porque había libre comercio y las misma reglas del mercado común europeo para las dos partes: económica y legalmente formaban parte de la misma unidad.
La separación del Reino Unido de la UE luego del referendo de 2016 puso todo patas para arriba. Se necesitaron tres años para llegar a un acuerdo de las reglas post-Brexit entre ambas partes. El hueso más duro de roer en una negociación complejísima era de lejos Irlanda y el comercio en la única frontera terrestre entre un país de la UE (la República de Irlanda) y un territorio del Reino Unido (la provincia de Irlanda del Norte).
La alternativa era erigir una nueva frontera terrestre plantando nuevamente las semillas el conflicto o llegar a un acuerdo alternativo para controlar los productos que ingresaran a la provincia de Gran Bretaña de modo que no violasen las reglas de la UE. La primera ministra Theresa May perdió tres votaciones en la Cámara de los Comunes al respecto y terminó renunciando.
Su reemplazante, Boris Johnson, firmó el acuerdo post-Brexit en noviembre de 2019 que incluía el Protocolo de Irlanda del Norte. Según el protocolo, Irlanda del Norte se sometía a las reglas que rigen en el mercado de la UE: los controles aduaneros se harían en dos puertos de Irlanda del Norte.
El incendio y sus vísperas
El conflicto comenzó cuando poco después de ratificado el acuerdo Boris Johnson dijo que era muy estricto, debía relajarse y si no el Reino Unido estaba dispuesto a no respetarlo, es decir, a violar un acuerdo internacional.
Según Johnson – y los ultra pro-Brexit y los unionistas -protestantes de Irlanda del Norte – el acuerdo convertía a Irlanda del Norte en un territorio que ya no pertenecía del todo al Reino Unido porque se regía por las reglas de la UE.
Al ritmo de esta tensión, el acuerdo de paz de 1998 tembló cuando los unionistas decidieron no respetar uno de sus puntos fundamentales – gobierno compartido entre el partido con más votos y el que lo siguiera – escudándose en sus cuestionamientos al protocolo. La realidad era que, por primera vez en la historia, los católicos del Sinn Fein habían ganado las elecciones y el derecho a ocupar el puesto de ministro primero (First minister) en el gobierno autónomo. El fantasma de una unión con la República de Irlanda espantó a los unionistas.
En una declaración la semana pasada ante una comisión parlamentaria, el ex primer ministro conservador, John Major, advirtió que no hay una solución perfecta a un protocolo que calificó como “uno de los peores acuerdos de la historia moderna”. Major señaló que tanto unionistas como los católicos independentistas “tendrán que aceptar cosas con las que no están de acuerdo”.
Por el momento Rishi Sunak disfrutará un momento de gloria en casi cinco meses de huelgas, inflación, caída económica y descontento. Como están las cosas y tratándose de la tormentosa historia irlandesa, nadie sabe cuánto le durará la sonrisa. La dinámica política será la prueba de fuego para ver si este acuerdo es un mero parche para salir del paso o un arreglo duradero que mantenga la paz en Irlanda del Norte.