Creed III empieza con una escena a principios del milenio en la que se ve a un joven Adonis Creed metiéndose en líos con un amigo boxeador. Corte a una pelea consagratoria de 2017, y de allí a un presente que encuentra al hijo de Apollo retirado y al comando de una academia de boxeo. Ese amigo reaparece de manera sorpresiva y, con él, una faceta oculta de la historia íntima del ex campeón. Pasan los minutos, los entrenamientos, las tensiones familiares y los campanazos a la vera del ring, pero falta algo. Alguien. Él. The One. Rocky. 

¿Dónde está el Semental Italiano? ¿Cómo puede ser que no aparezca el hombre que puso a Filadelfia en el mapa cinematográfico mundial, el tipo que cimentó las bases de una narrativa apropiada incluso por el propio deporte? Ni una palabra, ni una referencia, ni un gesto que dé cuenta sobre la suerte que ha corrido Rocky Balboa, el mismo que terminaba Creed II aquejado por un cáncer. Los motivos de su ausencia hay que buscarlos en un conflicto de larga data entre Stallone y los productores, que además son los “dueños” de la franquicia que hasta ahora acumula nueve películas.

Sylvester Stallone como Rocky en Creed II.

Nadie debería sorprenderse por la ausencia de Sly en la piel del héroe proletario a raíz de esa disputa. Sí sorprende el desprecio de los actuales responsables al esfumarlo del universo. Si la saga tuvo uno de sus anclas en la importancia de familia como pilar sostenedor y en cómo las ausencias condicionan el presente de los personajes –desde la tristeza crónica de Balboa desde la muerte de su mujer Adrian, nombrada siempre en las películas, hasta el hecho de que Adonis se acercó a Rocky para que lo entrene porque fue el mejor amigo de su padre–, la peor traición de Creed III no es la deliberada voluntad que seguir como si nada, como si el boxeador que atravesó medio siglo peleando por su gente nunca jamás de los jamases hubiera existido. Los productores, dirían los psicoanalistas, mataron al padre.

Disparen contra los Winkler

Para entender el conflicto es necesario mencionar a Irwin Winkler y a su hijo David. El primero fue el productor de las seis Rocky y las tres Creed; el otro, solo de la trilogía. Stallone, de ninguna. En el grupo también estaba Robert Chartoff, socio de ambos y productor de todas las películas filmadas hasta su muerte, en 2015. David publicó en julio el libro de memorias The Arrangement: A Love Story, que Stallone leyó solo para indignarse como nunca antes en su carrera profesional, como se desprende del post de Instagram ilustrado con una imagen de Winkler como una serpiente con un cuchillo como lengua, y que luego borró. “Es por lejos el peor libro que he leído. Esta basura insoportable y sin valor fue escrita por David Winkler, un tipo dolorosamente sin talento”, golpeó a la mandíbula Sly.

Con el rival contra las cuerdas, salió a rematarlo: “Si no fuera por Winkler, hubiera habido al menos otros tres Rocky, lo que habría sido maravilloso. Francamente, ese equipo tiene los peores seres no humanos que he conocido en la industria del cine. ¡Siempre amaré a los fanáticos leales y seguiré golpeando!”. Al otro día, algo más tranquilo, Stallone detalló el motivo de su enojo: los derechos sobre el personaje y la franquicia, algo de lo que ya se había quejado en 2019 cuando reconoció que “no tengo propiedad alguna sobre Rocky”. En este momento contó también que, cuando fue a pedir una parte, recibió de los Winkler una respuesta que lo enfureció: “Ey, te pagaron, ¿de qué te quejás?”.

“Después de que Irwin controlara a Rocky durante más de 47 años, y ahora Creed, realmente me gustaría recuperar al menos un poco de LO QUE QUEDA de mis derechos antes de que se los pase SOLO A SUS HIJOS (en referencia a David, Adam y Charles). ¿Será un gesto justo de este señor de 93 años?”, se preguntó el actor en aquel posteo. Las mayúsculas, en el argot de Instagram, equivalen a gritar, una función que en la escritura pre-digital cumplían los signos de exclamación. “Es un tema doloroso que me devora el alma porque quería dejar algo de Rocky para mis hijos, pero siempre es bueno escuchar a los fanáticos leales. Sigan golpeando”, arengó.

Si bien el actor, productor y, en Creed III, director Michael B. Jordan reconoció que no era algo personal y que buscaban darle nuevos rumbos artísticos a la franquicia, el fuego estuvo lejos de apaciguarse. En noviembre del año pasado, el portal The Hollywood Reporter publicó una larga entrevista en que la Stallone refutó ese argumento: “Querían otro Rocky y yo estaba dispuesto a hacerlo. Pero dije: ‘Después de 45 años, ¿podemos cambiar un poco el campo de juego? ¿Nivelarlo? ¿No puedo obtener una parte de lo que creé durante todos estos años?”.

La respuesta, obviamente, fue negativa: “No ha cambiado nada desde entonces, y no cambiará”, se lamentó, y siguió: “Fue un trato hecho sin que yo supiera por personas que pensé que eran cercanas, pero básicamente cedieron todos los derechos que yo hubiera tenido. En ese momento estaba tan emocionado de trabajar que no entendía que esto es un negocio. ¿Quién sabía que Rocky continuaría por otros 45 años? La ironía es que no soy dueño de nada. Lo controlan las personas que literalmente no han hecho nada. Si escribo un guion y el estudio acepta, listo. No podés hacer una secuela solo porque querés que tu hijo tenga trabajo”. Stallone, queda claro, es un gran peleador abajo del ring, aunque lleve las de perder. Solo perderá cuando el árbitro cuente hasta 10.