El pene es fácil de representar en un dibujo o esquema, parecería que incluso no es tan difícil esculpirlo. Debe ser el órgano humano más representado de la historia. En baños para varones, para mujeres y para todes, en el dorso de cuadernos, en grafitis sofisticados o en mamarrachos esbozados. ¡Ni hablar en galerías de arte y museos! También en pupitres, libros de bibliotecas públicas, en milenarios campos sagrados, en plazas y cementerios plagados de símbolos fálicos. En cambio, la vulva no corrió la misma suerte.
No porque no haya representaciones de ella desde hace largo tiempo, sino porque son aisladas y no se replican ad infinitum como los genitales masculinos. Existe una voluntad de poder patriarcal para descalificar el genital femenino, invisibilizarlo es lo primero. No conozco ninguna plaza con vulvas en pedestal reinando sobre niñes, paseantes y jubilades. Sin embargo, los significantes fálicos u obeliscos abundan. La vulva es el genital fantasma, solo visto en primer plano en el cine porno (no gay).
Vulva, la revelación del sexo invisible es una historia de inquietantes representaciones del órgano genital hembra según pasan los años. La pensadora Mithu Sanyal investiga las representaciones de la vulva en la vida cotidiana, el folclore, la medicina, la literatura y el arte en general. Se pregunta, ¿qué conocimiento puede obtenerse de la vulva?
Responde que somos libres de tener diferentes valoraciones sobre el beso o la felatio, por ejemplo, y seguramente coincidiríamos en que esos fenómenos realmente existen; a diferencia de lo que ocurre con el genital femenino devenido castrado, silenciado o convertido en monstruo, estilo vagina dentada. El sexo de la mujer no es visible para el orden macho que atraviesa la comunidad, que coloniza incluso el imaginario de algunas poseedoras de vulvas. Mueren mujeres sin habérsela visto nunca. Araña peligrosa. Un agujero que, como “no se parece al mío”, pensaron los sabios con pene, no existe. Si está fallado mejor no hablar de ciertas cosas.
Mithu Sanyal -no sin ironía- expresa que la postura de Sigmund Freud puede ser sintetizada así: si se le quita el pene a un hombre, se obtiene una mujer. Para reforzar la idea cita a Jacques Lacan. “En sentido estricto no hay ninguna simbolización del sexo de la mujer como tal. En cualquier caso, la simbolización no es universal, no tiene el mismo origen ni la misma forma de acceso que la del sexo masculino. Esto es así porque el imaginario solo provee una ausencia allí en donde, en el caso del hombre, hay un símbolo muy destacado”. Léase (exagerado un poco): si no tenés pene carecés de órgano sexual.
Es verdad que en psicoanálisis el falo remite al poder, no literalmente al pene. Pero se simboliza a partir del pene. ¿Por qué no desde el clítoris o la vulva que lo envuelve? Por el obstáculo machista epistemológico que subjetiviza inculcando que lo viril es lo mejor, lo máximo en la escala del ser. Tener pene sería lo más parecido a la perfección.
¿Y la vagina? Es la apertura corporal que une la vulva con los órganos genitales internos. La vulva tiene un mundo propio, un clítoris cubierto por labios morados, rojos, rosados: un capullo labial protector que no forma parte de la vagina, es su introducción. Sus abultados labios son lo que se muestra del órgano genital hembra. Eso que la (no inocente) ceguera del imaginario patriarcal no permite mirar.
El inventor de la palabra vagina, Matteo Realdo Colombo (siglo XVI), la define como “aquella parte en que el pene es introducido como en una vaina”. El genital femenino se hace invisible en el idioma y carece de significado independiente. Es solo un agujero en el que el hombre puede introducir su genital. Una vaina para su espada.
Aristóteles aseveraba que sólo el varón dispone de suficiente energía como para desarrollar partes sexuales completas. Sumado a otros casos citados, se concluye que las mujeres son incompletas, castradas, simbólicamente intrascendentes, carentes de genitales. Parecería que Aristóteles o Freud o Lacan, entre otres, nunca vieron una vulva. ¡Sí!, seguramente la vieron, pero un obstáculo epistemológico les impidió observarla en sí misma, no en relación con el macho. Concluyeron lo que en verdad ya tenían introyectado de antemano, que la genitalidad de la mujer es minusválida. Por supuesto, tomaron como unidad de medida lo que les cuelga a ellos entre las piernas.
Retomo la pregunta inicial, ¿qué conocimiento se puede obtener de la vulva? Además del obvio relacionado con lo biológico, el conocimiento escondido relacionado con una plaga social, el patriarcado. Exitoso e implacable para colonizar e inhibir el deseo de la mujer. ¿Algunas consecuencias? Desde mujeres que no se masturban por vergüenza hasta las que desconocen su propia vulva, pasando por las que no experimentaron un orgasmo en su vida. En talleres de reflexión sobre educación sexual para especialistas en discapacidad he comprobado que les talleristas se resisten a dibujar vulvas. En cambio, todes -con mayor o menor dificultad- pueden dibujar penes y testículos sin obstáculo epistemológico.
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Pero, ¿qué es un obstáculo epistemológico? Una especie de oscurecimiento en el proceso de conocimiento. Hay objetos o hechos que intentamos conocer, pero los vemos a través de nuestros pre-juicios. Portamos una grilla de preconceptos, un velo que dificulta la percepción de lo que resulta inconveniente y lo convierte en barrera para el saber. Gaston Bachelard determina que estos obstáculos provienen de conceptos que potencian errores como el de los aristotélicos que no veían manchas lunares a través del telescopio de Galileo. No las veían porque estaban convencidos a priori de que los cuerpos celestes son impolutos. Agregado al temor de perder poder. Esto es lo que teme el machismo que cercena simbólicamente el órgano de la mujer. Se impone resistir desde distintos frentes. Activistas, científicas, intelectuales y artistas militando para sacar a la vulva del placar. Rosamaría Roffiel lo hace desde su poesía. Surfeemos sobre algunos fragmentos. “Mi vulva es una flor, / es una concha, / un higo, un terciopelo; / está llena de aromas, sabores, rincones, / es de color rosa, / suave, íntima, carnosa; / le gustan las lenguas que se creen mariposas, / es pantera, gacela, conejo, / es mi amiga, / una eterna sonrisa de mujer complacida”.