Querés salir, es viernes, y un grupito de amigas de la secundaria, del trabajo, de la facu o de donde sea te invita a salir. Noche de chicas, te dicen. Son hetero, claro, y seguro van a ir a un lugar por Plaza Serrano, a un barcito lindo de ahí. Lo pensás y decís: sí, dale, son copadas, las querés y la mejor con vos.
Llegamos a un lugar tipo pub, nos acomodamos. Y birra va, birra viene, nos vamos soltando, largando lengua. Primero, salta tema laburo, empiezan a volar pellejos por doquier, chusmerío a mansalva. Hasta que la charla se vuelve un poco más íntima y cae en amor y/o cama. Se habla de chongos, novios y de una novia, la tuya, obvio. De a poquito, la conversación va subiendo más de tono y es un confesonario picantón, todas tiran data de su ardiente o no vida sexual.
De pronto, salta la pregunta del millón, para vos que estuviste escuchando más que todo: che, boluda, ¿y vos cómo hacés para chupar una concha? La pregunta de cajón me descoloca pero luego de escucharlas hablar de chabones y paquetones, solo digo: con ganas. Mientras en ese mismo instante, se me vienen a la cabeza todas las columnas de revistas de chicas sobre: “Cómo encontrar el punto G de tu chico”, “Cinco masajes secretos para encenderlo”, “Cómo saber quién sos en la cama: ¿aventurera o aburrida?”. Y el catálogo de todos los trucos sexuales habidos y por haber me cae como un yunque. Nunca, nunca, había recibido consejos, ni siquiera sugerencias, de cómo hacer un digno cunnilingus. Aprender fue pura dedicación. Obviamente, mi respuesta no es suficiente, y agrego: cuando algo te gusta posta, le encontrás la vuelta y creeme te das maña. A lo que una responde: yo no sé cómo hacés, ¿no es un asco ahí abajo?
Ahora, esa no me la esperaba. Cuántas son las minas hetero que piensan que son hetero porque no chuparían una concha, una que paradójicamente tienen. Si algo aprendí de mi pasado hetero (sí, yo también lo tuve) y de amigos putos, es que los flacos aman a su chiche de entrepierna. ¿Pero, por qué será que las mujeres nos seguimos viendo ahí un Triángulo de las Bermudas? ¿Y por qué se les interpela a las tortas que lo hacen, es el amor a la concha lo que nos vuelve tortas, un amor de conchas? ¿Se puede simplificar toda una orientación sexo-afectiva a un solo punto?
Me recompongo de mi sorpresa y largo: primero me tendría que tener asco, para sentir asco por otra concha, y si me preguntás si me lo tengo, te digo que no. Y me ahorro la parte de decirle que más cosita me darían otras cosas, pero no me meto con gustos ajenos. La charla sigue su curso y las heteroconfusas empiezan con un: yo un día quise tranzarme una mina. Y todo deriva en las mujeres hermosísimas con las que lo pensarían. No sé por qué sigue siendo un hit Julia Roberts, una más local tira Pampita. Me autorregistro y no, ninguna de ellas me mueve un pelo. Me despido, son más de las doce, encaro para casa. Sé que ahí la que me mueve todo el sistema planetario me espera durmiendo. Lo bueno es que ya sé cómo despertarla.