Estudió para ser sacerdote hasta que Jesús lo iluminó y le dijo “Todo es una farsa”. Se metió en política, fue preso y torturado por los militares. Cuando salió no tenía plata, pasó tres años en la miseria caminando por la ciudad. Se recibió en Letras y escribió en El Porteño, Clarín, La Nación, entre otros medios. Dio clases en el Rojas. El protagonista de La serpiente, de César Aira, está inspirado en él y lleva su nombre. Escribió casi 6000 artículos, que conserva en formato papel, desparramados por su casa. En la tele condujo el programa Futuristas. Es un gran twittero, tan amado como odiado. 

Después de 25 años de estar en los medios sale su primer libro Autoayuda para snobs. Un libro que no tiene capítulos, pensado para ser leído desde cualquier parte, sin continuidad narrativa, con ritornelos como si fuese una pieza de música que empieza con su infancia gay y vuelve al mismo lugar. Va, de lo gay en Puig, a los 10 años que estuvo preso. Entre lo personal y la reflexión. Valora la vida, la alegría y la elegancia. “Siempre me resistí a publicar porque sentía que el mundo del libro se había terminado, con Gutenberg y el siglo XX; con Puig como el último escritor original. Murakami y todos estos que están de moda no dicen nada nuevo; reciclan literatura del siglo XIX. Pero la gente de Paidós me propuso que armara un libro con un temario filosófico-ensayístico, pero liviano; y me interesó”.

¿Cómo lo pensaste?

-–Pensé que tuviera una estructura como la que hoy tenemos con Internet. Fragmentos sueltos que no se conectan. Quise que el lector pudiera entrar por cualquier lado. Que puedas ir para atrás, para adelante, y también leerlo de corrido. Quería hacer un libro que no se pareciera a los demás. 

QUÉ HAY DE NUEVO, VIEJO

¿Reivindicas el snobismo como una forma de darle sentido a la vida?

–Yo quería reivindicar la autoayuda, porque el género me interesa. Ahí lees cosas como “gracias al cáncer soy feliz”. Aunque mi libro es medio irónico, me interesa el lector de autoayuda, el que está quebrado y al que nada le alcanza. El snob es el polinizador de la cultura, como la abeja. Es el que está desesperado por conocer lo nuevo, lo mejor. Autoayuda para este tipo de gente.

¿Qué relación encontrás entre el snobismo y el mundo gay?

–Mi modelo siempre fue Oscar Wilde, y Wilde fue el primer artista considerado como tal antes de tener obra; fue pura pose. Hay un texto de Sylvia Molloy La política de la pose. ¿Él posa de puto o era puto? El juicio se lo hacen por posar de sodomita. ¿La pose es el gesto? La pose más difícil es parecer natural, dice él. En lo humano todo es construcción y búsqueda de sentido. 

La pose del artista forma parte de su construcción. Vos sos un artista ¿Sabés cuál es tu pose? 

–Mi pose es que soy contradictorio y no me asusta. Yo me abrazaría con los que me torturaron, no tengo problemas. Pero no creo que haya que haber una amnistía o un perdón social, porque la dictadura no es algo que me pasó a mí; sino que le pasó a la sociedad. Ahí hay un crimen político que tiene que ser recordado como crimen. Los que cometieron un crimen de lesa humanidad no es que agredieron a una persona sino que agredieron a un país, a una cultura, a una forma de ser; destruyeron lo que la Argentina era. Instauraron otro sistema a través del terror. Ahí hay una diferencia muy grande. La contradicción es que yo no tengo ningún problema con mis torturadores. No los he visto más. No sé sus nombres. No recuerdo sus caras. No los reconocería si están sentados al lado mío. Pero yo no soy quién tiene que dar perdón. Eso lo tiene que hacer la sociedad y no hay reconciliación posible; se mostró eso estos días con la crítica al 2x1.

Si los snobs imitan opiniones, maneras de ser y de sentir de lo mejor, de los más distinguidos, ¿la estética gay de qué lado está? ¿De los imitadores o de los imitados?

–Hay una sensibilidad gay, que la persona se reconozca gay o no, no importa; está. Podríamos ligar esta estética y lo gay… No es que infaliblemente el gay tiene buen gusto, pero sí que la mayoría de los artistas más sensibles son gay o tienen un costado desaforado. Los grandes artistas snobs tienen como modelo a Andy Warhol y a Jean Cocteau; ambos gay.

¿Y en la Argentina qué pasa? Nombras a Torcuato Di Tella, los Constantini, pero ninguno gay…

ûYo creo que Bioy Casares y Borges no cogieron nunca entre ellos, pero es la historia del amor homoerótica más grande de la argentina. Los últimos 30 años, María Kodama intentaba separarlos, intentaba que Borges no viera a Bioy. Se vieron menos, pero igual se vieron muchísimo. Cuando Borges iba a la casa de Bioy, que tenía 500 metros cuadrados, Borges se perdía. Bioy lo tenía que llevar hasta el baño, levantarle la tabla, y demás. Borges meaba mientras estaban hablando, y de golpe le meaba los zapatos. “Estás apuntando mal, me estás meando los zapatos”, le decía Bioy. Borges no le daba bola y le seguía meando los zapatos y a Bioy encima. Después seguían comiendo y todo bien.

El gay es uno de los primeros que busca distinción y salir de las masas ¿Por qué no considerar lo gay como snob?

–En Twitter sigo a gays de 20 años, que trabajan en organizaciones provinciales muy contrarias a lo gay, a la moda, a los brillos; y sin embargo salen a la calle llenos de brillos, muy producidos. Una oda a la belleza y a estar enterados de lo último. A través de ellos yo conozco las últimas tendencias en música, qué se usa en guantes para el invierno, o cosas por el estilo.

Tiene que ver con la moda…

–La moda está llena de gays. La mayoría de los diseñadores son varones gay; y eso dice mucho. La moda es una forma de arte, tan legítima como cualquier otra, con su decadencia rápida y su perennidad a largo plazo. Algo que te ponés hoy, lo ves 20 años después y decís qué ridículo. Pero algo de 50 años ahora es elegante. Ves a Marlon Brandon en la moto, con la campera, los pantalones negros y decís woow. 

MANUAL PARA PUTOS

Hasta 1860 no existía el concepto de homosexualidad, surgió en el contexto victoriano, junto al de identidad sexual. Pero vos decís que es una cárcel. 

–Foucault dijo que hay que preguntarnos menos sobre el secreto de nuestra identidad e insistir más en volvernos gay; buscar otra cosa, otros placeres, de volvernos maravillosos. A muchos les asusta no estar dentro de la imagen que nos impusieron desde pequeños. Los putos lo sabemos muy bien, porque desde pequeño te dicen, no tenés que parecer maricón, no llores. Yo, a los 5 años, amaba una muñequita negra, y mi papá la asesinó para hacerme macho. El papá de Foucault fue más duro: era cirujano y lo llevó a ver cirugías de amputaciones para que él aprendiera a resistir el dolor y no fuera tan sensible como era. 

Y terminó siendo gay sadomasoquista… 

–Nos obligan a ponernos máscaras y a tenerle miedo a las ideas. “Si sos intelectual, no podés estar con la autoayuda”, “El snob es un pelotudo”, “No seas contradictorio”. 

RED DE REDES

En Twitter, parecés otra persona: alguien irónico al estilo Wilde, más ácido y combativo.

–El ser humano reacciona negativamente. Pongo cualquier cosa y aparecen cien puteándome. Pero cuando les gusta algo no te lo dicen. La gente me dice “te odio, te vamos a destripar el perrito, te vamos a empalar”, mil veces por día; pero no te dicen nada cuando algo les gusta.

¿De alguna manera generás ese odio?

–Hay mucho resentimiento social. Mi arma es la alegría, no el odio. Twitter está muy teñido del delirio político. A la mayoría de la gente le gusta que le confirmen sus prejuicios y que digan lo mismo que ellos piensan. Si decís algo que pone en duda lo que piensan, te odian. Como yo no sé bien qué pensar, estoy todo el tiempo contradiciéndome, criticando mis propios supuestos, y los del otro; molesta mucho. Lo único que pido es que me quieran.