El del suizo Cyril Schäublin es un nombre para tener en cuenta. Su ópera prima, Aquellos que están bien (2017), exhibida en una edición del FestiFreak platense, había demostrado cualidades únicas en términos cinematográficos. La confirmación del talento del realizador llegó el año pasado, cuando su segundo largometraje se presentó en la sección Encounters del Festival de Berlín, ganando el premio al Mejor Director.
Unrest (Unrueh en el original alemán) es un título que merece explicaciones, ya que remite no sólo a sus posibles traducciones literales –disturbio o agitación–, sino a una pieza específica de los relojes mecánicos que uno de los personajes ensambla a mano, lupa de gran aumento mediante. Unrest podría definirse como una particular película biográfica –uno de los protagonistas es el geógrafo y anarquista ruso Piotr Kropotkin–, pero ese corsé terminaría dando una impresión errónea. Hay en la película algo del cine riguroso de la dupla Straub-Huillet, pero Schäublin impregna todo con un tono esquivamente irónico, empapando el relato de ligereza.
Todo comienza en Rusia, en los años 70 del siglo XIX, tiempos zaristas pero de enorme convulsión social. Un grupo de cuatro chicas de evidente buen pasar social conversan alegremente en un amplio balcón, mientras dos hombres preparan el trípode de una máquina fotográfica para inmortalizar el momento. De pronto, la charla cambia de tópico y las argumentaciones políticas en torno al comunismo y el anarquismo, sus diferencias de origen y destino, chocan de frente contra las expectativas del espectador. Resulta claro desde esos minutos seminales que Unrest no desplegará las alas del naturalismo histórico.
Corte a Suiza, a una región del cantón de Berna, donde Kropotkin llega para cartografiar la región y, tal vez, involucrarse con la sección anarquista local. Todo el pueblo está dominado por la única fábrica importante del lugar, coronación del cliché cultural: una usina de relojes que está atravesando un momento de ligera crisis. Todo allí se rige por la más absoluta precisión: los operarios son cronometrados en su desempeño, los horarios de entrada y salida se respetan a rajatabla y los salarios son pagados al milímetro, sin redondeo. Es el capitalismo, estúpido, podría afirmar alguien al pasar su ficha por la máquina de control de ingreso.
La gran paradoja descansa en el hecho de que la hora de la fábrica (según su dueño, la más precisa de todas) no es idéntica al horario municipal, que a su vez difiere del nacional. Son tiempos de anarquía horaria, mucho antes de la aparición de los relojes atómicos. Hay otra ironía, central a la trama: el principal proveedor de piezas de metal para la fabricación de los cronómetros es una cooperativa anarquista, dispuesta a negarse a proveer la materia prima, perdiendo así bastante dinero, si los aparatos están destinados a un uso militar. Mientras los obreros hablan de La Comuna de París y su jefe máximo se prepara para ganar nuevamente las elecciones del pueblo, Schäublin registra la lucha de clases y la violencia institucional –la detención de una trabajadora, la imposibilidad de acceder al voto– con tintes atemperados, plácidos incluso, recurriendo a bellísimos planos extendidos que no se solazan en su duración y que por ello resultan pertinentes en un sentido profundo.
Kropotkin y su relación con una obrera, Josephine, permanece latente hasta el enigmático final, que parece alterar los acontecimientos históricos de la vida real. Sus imágenes, registradas en sendas fotografías, dejan de valer veinte céntimos y ahora se venden a un franco por ejemplar. Oferta y demanda. En Unrest también hay canciones –himnos nacionales y baladas socialistas–, planos cercanísimos del interior de los organismos mecánicos y policías que impiden el paso de los transeúntes por la presencia de fotógrafos oficiales. La suma de esas viñetas, marcadas por el paso de un tiempo rigurosamente vigilado, le da forma a una película que devuelve la fe en el cine como mecanismo narrativo libre de ataduras, en cada uno de sus segundos y minutos. En otras palabras, en cada uno de sus fotogramas y planos.
Unrest - 8 puntos
(Unrueh; Suiza, 2022)
Dirección y guion: Cyril Schäublin.
Duración: 93 minutos.
Intérpretes: Clara Gostynski, Valentin Merz, Li Tavor, Alexei Evstratov, Monika Stalder.
Estreno en MUBI.