En la columna Café Perec del diario El País de España escribe con frecuencia el escritor Enrique Vila-Matas. En una de esas ocasiones escribió el texto Nueva costumbre, mirarlo todo del revés. Tan sólo quiero detenerme en un fragmento de lo que escribe Enrique Vila-Matas en esa nota refiriéndose a los mileniales, a quienes cada día más se conoce como “generación muda”. Son particularmente hábiles en el uso de la tecnología y las plataformas de redes sociales, pero hablar por teléfono les provoca ansiedad. Han integrado la comunicación mediante plataformas asíncronas, en las que no es necesario que coincidan en el tiempo los dos interlocutores, y les resulta difícil, intrusivo, incómodo hablar por teléfono...”.

Cuando dice que han integrado la comunicación mediante plataformas asíncronas, es muy interesante porque alude al hecho a que no hablan al mismo tiempo, como cuando hablamos por teléfono. Pueden enviarse un mensaje y responderlo al día siguiente o algunas horas después, lo cual establece un tiempo distinto, dice “tiempo cero”, el tiempo no como continuidad o mejor simultaneidad, es decir, donde hablamos sincrónicamente, sino que el tiempo es absolutamente no continuo.

Hablar por teléfono les produce ansiedad, y se comprende también que generalmente no respondan las llamadas telefónicas. Lo de la ansiedad es para pensarlo, porque podríamos traducirlo como que produce cierta angustia, es decir, no es que no respondan porque no quieren o estén muy ocupados, sino porque hablar con otro simultáneamente no se soporta.

Para quienes pertenecemos a la generación del teléfono fijo, el cambio es notable, porque a veces usamos el celular como si fuese un fijo, y claro que no es lo mismo, no se produce siempre esa comunicación que implica escuchar la voz del otro, sus silencios, su reflexión, o incluso su enojo, más aún cuando uno conoce un poco al otro y escucha también sus tonalidades, hasta el momento en que la conversación se pudo haber terminado. Con las plataformas no ocurre lo mismo, incluso hay algunas que no sirven ni para mandar mensajes, sino tan sólo para enviarse imágenes, que no está mal, es otra forma de comunicación.

Mi madre, hablando del teléfono fijo, decía que tener un teléfono era como si hubiese alguien más. Es decir, entiendo la posibilidad instantánea de “llamar a alguien”. Me llamaba la atención porque era como decir que los que allí estábamos no éramos suficientes. Pero a veces uno quiere hablar con alguien más, ¿no?

 

*Psicoanalista. Coordinación de la Página de Psicología en Rosario12.