“Compré cocina y horno eléctrico para poder ir a vender a la feria, también una batidora y una heladera usada… voy progresando de a poquito”, contó una usuaria del programa Acompañar entrevistada por el equipo que realizó el informe Es Por Acá, construyendo políticas contra las violencias en el territorio, publicado por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA). La primera política pública que apunta la autonomía económica como estrategia fundamental para salir del círculo de la violencia fue analizada a través de entrevistas a funcionarias nacionales, municipales, organizaciones sociales y usuarias. El programa asigna un salario mínimo, vital y móvil a la persona en riesgo alto o altísimo por violencia por motivos de género, y alta vulnerabilidad social, durante seis meses. “Las mujeres pensaron que iba a suceder algo al finalizar el programa Acompañar, que no sucedió. Primero, entendían que iban a tener un trabajo. Esto no sucedió nunca. Otras pensaban que se iban a poder sumar al Potenciar, esto tampoco sucedió. Y muchas que pudieron afrontar por primera vez un alquiler, dejaron el vínculo violento y se alquilaron una casa, a los seis meses se vuelven a encontrar con que no tienen cómo mantener esa vivienda”, describió Agustina Rossi, que tuvo a su cargo la supervisión del trabajo de investigación realizada por María del Carmen Tamargo. En el texto está expresado así: “El contexto actual es de alta demanda generada por la presencia del Acompañar, pero no hay estrategia de salida de este programa ya que la posibilidad de incluirse en el Potenciar luego de cumplidos los seis meses, hoy no es posible”.

El Acompañar es un programa ponderado desde distintos sectores, tanto las organizaciones de la sociedad civil como las trabajadoras municipales. El presidente Alberto Fernández lo mencionó en su discurso frente a la Asamblea Legislativa del miércoles como el “primer programa nacional de apoyo económico y psicológico a mujeres que están en situación de violencia de género” y dijo que ya alcanzó a más de 270.925 mujeres y disidencias sexuales en todo el país. “Cada Programa Acompañar es una mujer menos en riesgo”, afirmó. Y los testimonios de usuarias lo convalidan: “Gracias a que tenía otros ahorros me pude mudar con una amiga, amueblar la casa, dejar de trabajar como empleada de limpieza. Antes de eso tenía tres trabajos: en un bar, como cuidadora domiciliaria y como empleada de limpieza”.

“El informe va en el sentido de ponderar que exista un programa enfocado en la autonomía económica, ya que es la base de una política integral”, afirma Rossi. La investigación toma otros dos programas, Producir y Acercar Derechos, también puestos en marcha por el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad como estrategias frente a la violencia machista.

Cobrar ese subsidio durante seis meses es un primer paso, que no agota el largo proceso. “Otra crítica es que no se trata de un periodo de tiempo lo suficientemente largo como para recuperarse. Muchas veces se desvaloriza muchísimo cuál es el impacto de la violencia de género en las mujeres. Se cree que diciéndoles tomá un poco de plata, ándate a alquilar algo, ya está”, consideró Rossi y aclaró: “En realidad hay que hacer todo un trabajo de fortalecimiento de las autonomías que fueron tan vulnerabilizadas y hay que brindarles un acompañamiento psicosocial, que es lo que está faltando muchísimo, para que esa decisión se pueda sostener. Porque la dependencia emocional que crea un vínculo violento es muy fuerte y no se termina de un día para el otro. Entonces, seis meses no es un periodo de tiempo suficiente para que efectivamente salgan del círculo de la violencia y puedan mantenerse por fuera”.

El trabajo tomó cuatro municipios de diferentes provincias -una del norte, una del sur y dos del centro-, diferentes magnitudes y gestiones locales de distintos partidos políticos, que ya contaran con equipos de atención para violencias por motivos de géneros. Las entrevistas con las usuarias fueron grupales y presenciales en cada municipio seleccionado para el estudio. En total, de esos focus group participaron 14 mujeres, entre ellas una mujer trans. El trabajo se hizo con municipios porque es el llamado primer nivel de intervención, ya que el Acompañar lo implementan las unidades de acompañamiento que son las áreas de género a nivel municipal.

Ese es un punto nodal del informe. “El Acompañar es uno de los programas estrella del ministerio, es el programa al que mayores recursos se le destina y el que más alcance ha tenido a nivel federal”, describió Rossi y subrayó: “Nos parecía clave poder ver cuál era el impacto que un programa de esta magnitud estaba teniendo en la vida cotidiana de las mujeres en situación de violencia”.

Como se trata de un programa enfocado a personas en situación de riesgo alto o altísimo, una de las críticas de las usuarias y las organizaciones sociales son los tiempos -a veces, meses- que median entre la inscripción al programa y su efectiva asignación. “Esta demora se debe a que estos equipos son mínimos, son cuatro o cinco mujeres que trabajan a contrarreloj para atender la demanda que se duplicó o triplicó desde el lanzamiento del programa Acompañar y lo que manifestaban estos equipos es que no dan abasto porque no ha habido una política de fortalecer estas unidades”, expresó Rossi.

Dificultades por la cantidad de personal y el equipamiento dan cuenta de estas carencias. “Nos decían que cada mujer que se inscribe en el Acompañar implica una entrevista que dura entre una y dos horas y hay que cargar los datos a un sistema. No tienen una computadora por trabajadora, entonces, se tienen que turnar. Son equipos con muy pocos recursos, humanos, tecnológicos, a veces no tienen ni siquiera Internet, que no tienen condiciones edilicias para recibir a las mujeres, ni tienen un espacio donde alojar los hijos cuando las mujeres tienen que llevarlos a la consulta. Todo esto extiende los tiempos en los que se puede dar de alta este programa”, cuenta la investigadora”, puntualizó Rossi.

En el informe está claro lo que esta espera genera en las usuarias. “Entraba todo el tiempo en Mi Argentina, en ANSES… estaba ansiosa…y no salía…me había tenido que mudar y estaba viviendo en una pensión en CABA”, contó una. “Ese tiempo de espera entre la inscripción y el comienzo del cobro del subsidio lo definen como un tiempo de incertidumbre, de espera y la mayoría menciona que sería conveniente que fuera menor: ‘Es mucho tiempo porque no tenés cómo arreglarte… lo necesitas y es urgente… es triste no poder darle de comer a tus hijos o darle una sola comida’”.

La salida del círculo de la violencia requiere de una trama que enlace distintos aspectos. Otra crítica relevada por Es por acá es que “se llama acompañar y no acompaña”. Esto también tiene sus razones. “La pregunta con la que nos íbamos en un principio era porque este programa no está llegando a todas las mujeres que lo necesitan y cuando llegamos a entrevistar a estos equipos, nos dimos cuenta de que el problema no es la cantidad de mujeres, sino cómo trabajamos para que haya equipos fuertes que puedan responder a esa demanda”, señala la investigadora. Emerge que “hay cuatro personas que están atendiendo el doble o el triple de llamados que antes, con los mismos recursos, y no tienen tiempo para seguir un acompañamiento más cercano como el que hacían antes. Todos los equipos que entrevistamos están trabajando desde hace 20 o 30 años, no son equipos nuevos. Con esta trayectoria que tienen, en una de las localidades nos dice que venían trabajando muy cuerpo a cuerpo con un promedio de 40 mujeres y de repente tenían 80, entonces no se puede cumplir con toda la demanda y con el trabajo que hacían antes. Lo que nos manifestaban es que al final del día se terminaron volviendo una unidad gestora de un recurso económico y no se pueden hacer las tareas de acompañamiento psicosocial”.

Algo de eso puede leerse también en las palabras de las usuarias. “Todo lo que implica la salud mental (psicóloga, psiquiatra y medicación) cuesta mucha plata y no está específicamente contemplado”, fue uno de los testimonios, mientras otra usuaria afirmó que “El subsidio fue de gran ayuda. Sería bueno que la ayuda psicosocial esté más cercana, accesible y clara porque en ese momento estaba muy sensible y no quería exponerme a hablar en un grupo. Más tarde, de manera individual pude retomar terapia”.

Claro que el Acompañar es una herramienta necesaria. “Una mirada muy valiosa que nos han aportado los equipos profesionales es sobre cuándo el Acompañar tiene un impacto mayor en la beneficiaria. Y es cuando la persona ya había iniciado un proceso de acompañamiento, ya sea con una organización social, ya sea con este mismo equipo. En ese momento, o sea, cuando la mujer está un poco más fortalecida, emocional y psicológicamente, recibir el apoyo económico, le permite terminar de dar un salto para dejar el vínculo violento. Pero, cuando la mujer llega en una situación de crisis absoluta porque el riesgo de vida es altísimo, todavía no pudo siquiera dejar a la persona violenta, el recurso se utiliza para salir de esa situación de emergencia, lo cual es obviamente muy positivo y es necesario, pero no tiene el impacto a mediano y largo plazo que el programa se propone”, desarrolló Rossi.

La realidad de una persona en alto riesgo por violencia machista es que “necesita alquilar un cuarto para esa noche. Entonces, no es que se va a poder utilizar este dinero para insertarse laboralmente”. Rossi enfatizó que hubo “un grave problema de comunicación”. “Primero, con la pandemia, sale el programa Potenciar, para mujeres y diversidades en situación de violencia, que se decía que se las iba a priorizar. Luego sale el Acompañar en septiembre del 2020 y lo que se dice es que a quienes ingresen, una vez que finaliza, si cumplen con los requisitos, se les daría de alta automáticamente en el Potenciar. Y esto sucedió durante muy poquito tiempo”, detalló.

Porque el Acompañar es el equivalente a un salario mínimo vital y móvil, mientras que el monto del Potenciar es medio salario. “Muchas mujeres que quizás ya estaban recibiendo el Potenciar decidieron pasarse al Acompañar y una vez que este programa terminó, se quedaron sin ningún tipo de recurso, sin que ellas supieran que esto iba a pasar”, ejemplificó la investigadora.

A eso se refiere una de las recomendaciones que recibieron de los equipos locales. “Que el Acompañar tenga distintas etapas, según la situación de riesgo. Entonces, si llega una mujer que tiene un riesgo alto o altísimo y lo que se necesita es responder a la urgencia, se va a presentar un programa de seis meses para que pueda acceder a la ayuda que necesita de inmediato: vivienda, acompañamientos psicosocial y alimentos para ella y sus hijos. Una vez que se da un período de seis meses u ocho, hay que evaluar también cómo va funcionando y puede entrar en una segunda etapa, más orientada a fortalecer capacidades para la inserción laboral”, sigue la investigadora. “Ahí abrimos un segundo período del programa que tiene otros objetivos, pero la mujer ya hizo pie. Porque hoy por hoy vemos mujeres que están en riesgo de vida, llegan a solicitar el programa y les piden un plan de trabajo para invertir ese dinero. Esperar que una persona en esta situación pueda pensar un plan de trabajo es desconocer totalmente el impacto que tiene la violencia en la vida de las personas”, sugirió Rossi.

Otra crítica está relacionada con las incompatibilidades, ya que no pueden cobrar el subsidio quienes reciben pensiones y jubilaciones no contributivas. “Entonces, si una mujer cobra una pensión o jubilación por discapacidad no puede presentarse al Acompañar. ¿Qué estamos diciendo ahí? ¿Que alguien que tiene una discapacidad no puede encontrarse en una situación de violencia y no puede requerir el acompañamiento del Estado para salir de esa situación?”, señaló Rossi.

Los testimonios son elocuentes sobre la necesidad del Acompañar. “A mi me ayudó un montón”, dice una usuaria. “Fue algo como ¡gracias! Me ayudaste un montón”, suma otra. “Es muy bueno el Acompañar, es una ayuda importante”, plantea otra más. “Lo necesito mucho, mejor si fuera por más tiempo”, agrega una. “Si fuera por otros seis meses más te podés acomodar un poco. Los seis meses no te alcanzan para alquilar, para lo urgente y ver cómo conseguís trabajo”, es otra experiencia.

Porque evaluar sus dificultades no implica desconocer la importancia fundamental de este programa. “No sabes a quién recurrir…o no te escuchan…pero ellas me ayudaron”, planteó una usuaria y otra fue más enfática: ” Gracias a las chicas yo pude salir”.

“Partimos de la base de que es clave que tengamos este tipo de políticas, porque efectivamente a las mujeres que lo reciben les marca una diferencia. Ellas nos dicen en la investigación que antes no había nada, no sabían con quién hablar, no sabían adónde ir, no las escuchaban. Ahora, hay adonde ir. Ahora hay quien te escuche. Ahora hay opciones. Hay que mejorarlas, pero hay que seguir profundizando por este camino, por eso el informe se llama Es por acá, porque creemos que realmente con políticas integrales que apunten a llegar al territorio y a fortalecer las autonomías es por dónde vamos a lograr reducir los niveles de violencia que las mujeres todavía viven”, concluyó Rossi.