El poeta Enrique Lihn le confesó al poeta Pedro Lastra que en sus tiempos como estudiante de artes plásticas en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile advirtió que la literatura empezó a debilitar su “concentración” sobre el dibujo a tal punto que, dijo, “sospeché que eran ilustraciones de textos no escritos”. Más tarde Lihn invirtió la ecuación: abandonó la universidad y comenzó a escribir poesía, entonces el dibujo se convirtió en una coordenada subterránea innegable para la comprensión de su obra en verso. Toda la poesía de Lihn, desde su primer libro Nada se escurre (1949) hasta su último Diario de Muerte (1989), parece provocar/convocar/desafiar a quien la quiera dibujar.

Y el que recogió el guante fue Jorge Quien, ilustrador, pintor e historietista, nacido y formado en artes también en Santiago de Chile y que desde hace varios años vive, trabaja y publica en Buenos Aires. Lector de poesía y estudioso de la pintura moderna, Quien comparte con Lihn en términos de creación la inconformidad de las formas y la indagación permanente de las variantes del arte. Ahí están sus libros de historietas (Humanillo, Planetoide, Bestinta, Anoche, Los Sofistas y De Pie, entre otros) que son en verdad pequeñas aventuras nacidas de la razón onírica, es decir, relatos creados bajo el fluir visual pero siempre encausado con un propósito: poner en tensión los límites del dibujo, preguntarse qué significa la síntesis en la ilustración, hasta qué punto se puede tensar la cuerda de la representación plástica en zona de historietas y de qué manera decantar de las palabras la esencia escenográfica de una historia. Por eso cuando Quien accedió a los famosos tres monólogos de Lihn no dudó en advertir la conexión existente entre tinta y palabra, entre escritura y visión. Estamos refiriéndonos a “Monólogo del padre con su hijos de meses”, “Monólogo del viejo con la muerte”, ambos publicados en La Pieza oscura de 1963, y “Monólogo del poeta con su muerte” que integra el libro Poesía de paso de 1966.

“El primer contacto que tuve con su poesía -cuenta el dibujante- fue a principios de los noventa, con el libro A partir de Manhattan. Me llamó la atención la cita constante de referencias culturales, sobre todo pictóricas: Hopper, Monet, Bacon, Gutiérrez Solanas, Turner. Luego me llegó una separata de una revista cultural chilena donde venían agrupados los tres monólogos. Los dos primeros los compuso para los Juegos de Poesía del año 56 en Santiago. Era un concurso de poesía oral donde los poetas recitaban sus propios poemas. Es decir, fueron pensados para el público, no así el tercer monólogo. Lihn obtuvo en ese certamen el primer lugar. La lectura reunida de esos tres poemas me produjo un gran impacto, sentí la vida misma reunida, el tránsito de una vida común y corriente, reflejada en poderosas pinceladas. Los monólogos tienen una cualidad visual, son una especie de cortometraje, que gatillaron imágenes y el deseo de ilustrarlos. Todo un desafío tratándose de Lihn, dibujante, escritor, crítico, performer, un artista integral. Pero como yo también soy un artista medio multifacético, además de la historieta practico la pintura, la instalación e incluso la performance, me arriesgué”.

Este trabajo le demandó a Quien casi 13 años de estudio y ensayo hasta que en 2013 se editó a través de la editorial DasKapital en Santiago de Chile. “Me llevó mucho tiempo de idas y venidas, pruebas y errores. Al final, cuando reuní las últimas fuerzas y lo encaré, salió de una, la tinta fluyó sin pausa hasta el final”, recuerda el dibujante sobre aquellos tiempos donde, además, comenzaba a dar a conocer sus historietas en el país a través de la revista Fierro.

Nada se pierde con vivir no es una versión, ni una adaptación, ni una reinterpretación de los poemas de Lihn al lenguaje de la historieta, lo correcto sería hablar de una relectura, de una puesta escenográfica de las palabras, de una traslación del sonido de las palabras al pulso del grafito. Cada verso de los monólogos (textuales, inalterados) se convierten en artefactos explosivos que hacen emerger de la memoria visual de Quien una sucesión de imágenes a veces con la velocidad y lógica asociativa de elementos propios de los videoclips. Los versos de Lihn no son tomados como un guión, sino que son distribuidos y manejados como un elemento gráfico más (Quien trabaja en este libro con dos cuadros grandes por página) acaso como si fueran los rumores de los dibujos que se van encadenando. Cuando el poema exige silencio, apela al blanco, al negro pleno y al poder de las tramas en un indudable gesto por posterizar cada viñeta. No quedan dudas que a partir de este trabajo aquel lector que acceda o regrese a los monólogos de Lihn no podrá evitar viajar hacia el mundo creativo de Jorge Quien.

El escritor Pablo De Santis en el prólogo que acompañó a la edición chilena reflexionó, con la claridad conceptual que caracterizan sus observaciones sobre historietas, acerca del difícil y poco frecuente arte de conectar la poesía y el dibujo. Dijo: “No podemos hablar de adaptación en sentido estricto, porque en toda adaptación hay palabras que se pierden en el camino. Aquí, en cambio, están los textos íntegros de Lihn. Jorge Quien lee, ilustra y sueña los textos sin cambiarlos. La palabra «monólogo» nos recuerda no solo una soledad, sino una soledad que fluye. Lihn narra como si fueran las imágenes las que lo guían, fotografías del pasado, del ahora y del porvenir que sólo él puede ver. El dibujante trabaja como si asumiera la melancólica tarea de reponer esas imágenes perdidas. Sus visiones parecen salir de lugares muy distintos. A veces nos sugieren un origen de ciencia ficción; otras veces nos llegan del mundo de los sueños, o de algún oscuro cuento para niños, o de la historieta de superhéroes”. Al final de su texto De Santis se pregunta: “¿Qué es ilustrar un cuento, una novela, un poema? ¿Es acercar a las palabras aún más a la realidad o es llevarlas al mundo del sueño? Creo que Quien ha tomado los dos caminos a la vez”.

No es casualidad entonces que el sello Tren en Movimiento haya decidido lanzar la edición argentina de Nada se pierde con vivir (libro que se agotó en Chile) y sumarlo a su cuidado catálogo donde se pueden encontrar obras imprescindibles para entender las búsquedas de la nueva historieta. Y el libro de Quien-Lihn es, sin dudas, un claro representante de esas experiencias.

Nada se pierde con vivir se presentará en la feria del libro que este año tendrá a Santiago de Chile como ciudad invitada en el marco de la lucha por la justicia y los Derechos Humanos al recordarse los 50 años del golpe en ese país. Los interesados en conseguir antes un ejemplar deben escribir a [email protected]