Susana, Sandra, Graciela, Viviana y “Mumi”, cinco mujeres dentro de una carpa instalada en la entrada de la municipalidad de Córdoba, demandan la reincorporación a sus puestos de trabajo. Una de ellas hace ayuno y otra huelga de hambre. Con su cuerpo sostienen el reclamo de 183 despedidxs en el último paro de transporte que durante 9 días tuvo en jaque al gobierno, empresarios del transporte y jerarcas de la Unión de Transportistas Argentinos, UTA. Las conductoras de trolebuses se mantuvieron en la vanguardia de la medida de fuerza que dejó al descubierto el desvío de fondos para subsidio del transporte y el quiebre entre la base y la conducción nacional del gremio. Estas acciones no pasaron inadvertidas y el castigo contra ellas fue ejemplar: el 40 % de lxs despedidxs son trolebuseras quienes suman sólo el 6% de la fuerza laboral del sistema de transporte de la ciudad. La mayoría de las cesanteadas tiene más de 20 años de antigüedad.
Las trolebuseras de Córdoba han cometido todos los “pecados” juntos: ser mujeres conduciendo transporte público pesado, advertir que la empresa no invertía en mantenimiento de unidades desde hace mucho tiempo, destapar la olla del vaciamiento de las empresas a través del desvío de subsidios, resolver en asambleas con no acatar la paritaria nacional inconsulta de UTA, exigir elecciones en UTA Córdoba, intervenida desde hace más de un año, y desobedecer a los popes de la UTA.
Carteles con leyendas como “Despedir mujeres sostén de familia es violencia de género”, “Trolebuses presente! Mujeres en lucha, defendiendo sus derechos”, la articulación con la marcha en favor de lxs trabajadorxs de Pepsico que concluyó en la carpa, el apoyo de diversos colectivos feministas como el Espacio de Mujeres, Educación y Géneros y Feministas en Asamblea Córdoba (FAC) que convoca a concentrar en la carpa para luego iniciar el camino de la Marcha contra los Travesticidios y Transfemicidios, denotan a las claras cuáles son los sujetos políticos que apoyan y le ponen el cuerpo a la causa.
Viviana “Mumi” Gómez conduce trolebuses hace más de 25 años y cuenta que quienes, como ella, están trabajando desde la implementación del sistema, sufren dolencias relativas a la falta de manutención de las unidades. A diferencia de los colectivos, los trolebuses que llegaron desde Rusia allá por 1989 traen aparejados problemas en los riñones y la columna por la falta de amortiguación y los asientos fijos que no daban la posibilidad de adecuarlos a la altura de quien los maneja. Tendinitis en muñecas y codos por la falta de dirección hidráulica, tendinitis en los hombros por tener que acomodar las lanzas que conectan el trolebús a la línea eléctrica que corre en cables aéreos. Mumi está con tareas pasivas por un problema en la columna, espacio que logró conquistar a pesar del bastardeo por parte de la ART y la persecución de la empresa que quería desvincularla. No parecería azaroso, entonces, que sean estas trabajadoras con mayor antigüedad y activismo gremial las que la municipalidad de Córdoba -en tanto encargada de la empresa TAMSE- haya cesanteado luego del paro de transporte del mes pasado.
“Creemos que los despidos contra nosotras fueron arbitrarios y tiene un fuerte sesgo de género y de discriminación por ser mujeres ya que somos casi la mitad del total de despedidxs durante el conflicto”, explica Mumi. Ellas también denunciaron la falta de manutención de las torres de tensión eléctrica en sectores de dos recorridos de las líneas de trolebuses. Esto conlleva el uso de otras unidades de transporte (colectivos) en reemplazo de los trolebuses, lo que trae aparejado el temor, por parte de las mujeres que los conducen, de ser reemplazadas por hombres ya que la ordenanza que las congregó en 1989 hace referencia explícita al manejo de ese tipo de transporte por parte de las mujeres. Mumi también relata las represalias que sufrió por parte de integrantes de UTA, motivo por el cual tiene vedada la entrada a la sede local. “Me insultan, me tratan mal y son unos matones que no nos apoyan en nada. Nunca vinieron a la carpa ni nos preguntaron cómo estábamos”.
En este sentido, el propósito de la carpa es que “el intendente nos diga en la cara que estamos despedidas y que va a violar el acta de acuerdo que él mismo firmó el 9 de junio -donde reconocía la reincorporación de todxs lxs despedidxs-. Igual que Omar Sereno, Ministro de Trabajo, nos diga cuándo va a hacer valer esa acta porque está dándoles el tiempo suficiente a la UTA nacional y al intendente para que se posicionen” resalta Mumi. “UTA ya lo logró, destituyendo a los delegados y ahora le tira la pelota al gobierno -se lamenta. Seguramente volverán a trabajar sólo algunxs compañerxs y no todos, porque eso es lo que quieren: echar a lxs delegados y a quienes tenemos más antigüedad. Acá vienen por todo, por los convenios de trabajo, por los salarios y si no nos damos cuenta de eso y nos unimos entre todxs lxs trabajadorxs, nos vamos a hundir”, enfatiza. Las cinco mujeres que resisten en la carpa se negaron rotundamente a aceptar las presiones del gremio para que se destituyeran a quienes llevaron adelante el paro, reconociendo que “por primera vez en 25 años tenemos delegados de UTA combativos y democráticos que nos dan participación a través del voto a mano alzada”.
Lejos de inmolarse, estas mujeres están exigiendo ser escuchadas. Saben de los riesgos que corren con la huelga de hambre, el frío, las tensiones, pero también saben que ese trabajo les corresponde, que tienen derechos, que deben ser reincorporadas, que este es el trabajo que saben y quieren hacer. “Yo soñé toda mi vida con manejar camiones, rememora Graciela, manejar los trolebuses fue un modo de cumplirlo, es lo que siempre quise y quiero seguir haciendo”. Lo que viven en la carpa, no es nada al lado de las situaciones que han vivido desde niñas por ser mujeres. Por el contrario, la carpa es para ellas el espacio de reivindicación, contención y lucha. Al despedirnos con un “chau, nos vemos en estos días”, su respuesta optimista no se hace esperar: Acá estaremos, y si no nos ves es porque estamos manejando el trole.