El cuerpo femenino como cuerpo presente, denunciante y resistente a las diferentes formas de patriarcado y sumisión política y económica, porque los cuerpos de las mujeres son cuerpos que trazan horizontes revolucionarios. Esa fue la idea desde donde se pensó Voces y cuerpos en conflicto, una exposición que se enmarca en las XIII Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres y el VIII Congreso Latinoamericano de Estudios de Género, que se organizaron durante esta semana en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Las artistas Silvia Gai, Carmen Imbach y Viviana Debicki expusieron sus obras, con la curaduría de María Laura Rosa y Silvia Marrube, ambas del Grupo de Investigación en Arte Feminista y Estudios de Género. La muestra está compuesta por trabajos textiles pensados para un espacio determinado de la Facultad y para dialogar con las temáticas abordadas en las Jornadas que concluyen hoy. Se trata de tres piezas sites specific, efímeras y frágiles en sus materiales, pero potentes en sus reflexiones sobre las resistencias feministas.”Las tres artistas emplearon el lenguaje del arte textil para aludir a una técnica que se vuelve símbolo de las luchas de las mujeres”, señala María Laura. Y Marrube agrega: “En sus búsquedas de trenzar, coser y tejer, en la reunión colectiva del hilado y en la concentración personal del bordado, nos hablan de individualidades que se unen y de fuerzas que al encontrarse conforman horizontes revolucionarios”. Las tres artistas trabajan desde hace muchos años cuestiones de género, por eso el diálogo entre las obras se dio de inmediato. Cada una propuso un eje relacionado con el tema de las Jornadas utilizando técnicas del arte textil. El cuerpo y la resistencia del cuerpo femenino; la domesticidad y los mandatos familiares; el impacto en la infancia sobre lo no dicho, la violencia, y cómo impacta el lenguaje sobre el cuerpo de las mujeres. “La idea es pensar de qué manera las mujeres, a través de una técnica a la que se las ha asociado desde siempre, como la costura, el hilado y el tejido, y absolutamente menospreciada por ser del ámbito cotidiano, pueden establecer redes de contacto y generar nuevos paradigmas”, subraya Marrube.
Úteros de papel
Desde 1997, Silvia Gai trabaja en sus obras temas vinculados con las mujeres. “El sida, la enfermedad, lo cotidiano, la resistencia y la fuerza que tenemos las mujeres desde lo pequeño e invisible”, señala esta artista que en sus inicios fue estudiante de Ciencias Biológicas. Para su trabajo, que llamó Nidos, utilizó un material que le es familiar: el papel de seda, un papel que proviene de la fábrica de zapatos que su padre tenía en el fondo de su casa. Silvia cortó esos papeles y tejió con agujas de crochet formas como úteros o nidos para dar cuenta del cuerpo de las mujeres. Un material cargado de elementos biográficos, recuerdos e historias de su infancia y adolescencia, cuando su madre trabajaba en el empaque de los zapatos mientras hacía las tareas de la casa. “Se trata de formas orgánicas trenzadas con papel de seda que dan cuenta de la fuerza del cuerpo femenino y su resistencia reparadora. Nidos contenedores de nuevos gérmenes y nuevas posibilidades de denuncia y resistencia”, propone Marrube. María Laura agrega: “Nidos que simbolizan las energías de las mujeres, quienes desde lo cotidiano pueden tejer grandes revoluciones, variando el orden de lo establecido”. Son formas potentes donde aparece la fuerza del cuerpo femenino y su resistencia reparadora. “Las mujeres ponemos el cuerpo, ese cuerpo violentado tantas veces por el machismo instaurado”, sintetiza la artista.
Desde el año 2000, Carmen Imbach investiga en su obra cuestiones femeninas e indaga en los vínculos afectivos que sostienen el universo doméstico y tienden redes para la creación de espacios de convivencia. Con su instalación Mujeres en la intemperie, dispara sobre las consecuencias físicas y psíquicas de la violencia. “Con esta obra, Imbach se detiene a pensar en una de las luchas más duras que tenemos como sociedad: la de la violencia sobre el cuerpo de las mujeres, que deteriora nuestro presente y marca sombriamente nuestro futuro”, señala María Laura. Una serie de vestidos blancos, casi translúcidos, sobre los que se inscribe un texto esparcido y bordado en rojo que dice: “Es la primera y última vez que me golpea, no esperemos a la sangre, el ojo negro o la muerte”. Vestidos como redes bordadas o cuerpos ausentados que capturan palabras y cuestionan funcionamientos machistas. También, huellas o testimonios que abren camino para la resistencia. “Esta obra trae la idea de puntada subversiva que reconstruye cuerpos ausentes. Hay una semblanza o un recordatorio de lo que puede ser un vestido de novia: son blancos inmaculados excepto por las máculas rojas donde está inscripta la leyenda sobre la violencia que sufrimos las mujeres cotidianamente”, aporta Marrube. Para este trabajo la artista utilizó hilo de coser y macramé almidonados para luego tejer y bordar. “Los pliegues sociales y políticos siempre escondieron estos delitos, pero hoy esto se está modificando a causa de la lucha de las mujeres, que en las diferentes épocas supimos redefinirnos y dejarnos las puertas abiertas para reordenar un nuevo tejido social, tramando nuestro género”, arroja la artista. Los ruedos de los vestidos -que cuelgan de un barral y miden más de dos metros y medio- abordan a lxs espectadores que pasan, tocan y los rozan por debajo. “Esta es una metáfora -suma Imbach- porque la gente no está atenta, pasa, va y viene y no lee el texto que está bordado en los vestidos. Ve los hechos de violencia como un espectáculo, como algo morboso. Por eso esos bordes quedarán deshilachados, rotos, enganchados”.
En el origen del proyecto de Viviana Debicki está la elección de un fotograma de la película Golden Eighties (1986), de Chantal Akerman. “Debicki tomó ese fotograma para destacar a través del bordado cómo esa acción conjunta y urgente se marca en el cuerpo de sus protagonistas. La obra tiene como objetivo subvertir los acuerdos culturales que generan exclusiones de las mujeres y del resto de las diversidades sexuales”, suma María Laura. “Esos fotogramas colgados quedaron como estandartes que se plantan y llaman a la lucha”, agrega Marrube. Golden Eighties es un musical que narra la vida en una galería de compras e interpela a lxs espectadores sobre las reivindicaciones feministas y los espacios designados para las mujeres. Voces en bocas, es un cruce de técnicas y soportes que consta de cuatro paños de tela blanca de las mismas dimensiones sobre los que se montaron los cuatro fragmentos de la fotografía impresa en papel. “Las imágenes tienen un tratamiento textil que destaca las bocas de las mujeres, bordadas en hilo rojo”, señala la artista. Y así conjuga estereotipos sociales y mandatos con la sutileza del arte textil sobre una fotografía en blanco y negro.
Artes en Facultad
El espacio de Facultad resultó novedoso para ambas curadoras por las posibilidades de concientización para las alumnas y los alumnos que transitan sus pasillos todos los días. “Es necesario y urgente que se produzcan cambios en temas relacionados con violencias, libertades y derechos de las mujeres”, resume María Laura. Y rescata la importancia de esta muestra. “Hace muchísimos años que no se hace una exposición artística dentro de la Facultad, donde paradójicamente se dicta la carrera de Artes. En 1991, Liliana Maresca expuso la escultura Ouroboros, una enorme serpiente de veintiséis metros cuadrados, que se mordía la cola, hecha de papel, cola, barniz, alambres de construcción y libros, obra que luego destruyó quemándola en una ceremonia privada donde cumplió con el destino efímero de la escultura”.
En esta ocasión, fue Nora Domínguez, directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, quien escuchó y acompañó la realización de la muestra. Así, en el contexto de estas Jornadas sobre Historia de la Mujeres, se cruzaron ideas teóricas y artísticas para reflexionar y seguir pensando perspectivas, líneas de fuga y escape a cualquier situación de dominación y sometimiento.
Voces y cuerpos en conflicto, cierra hoy.
Facultad de Filosofía y Letras. Puán 480, CABA.