Hablar de música y de rock es hablar de nuestras vidas, escribió Gillespi en Salsipuedes, un magnífico libro de recuerdos y conversaciones con varios referentes del rock argentino que se publicó en 2016. "Pertenezco a una generación a la que el rock le modificaba la vida. Te definía en un lugar del universo, te brindaba una visión del mundo y una ideología doméstica. Te ubicaba de un lado de la calle, vinculado a los instrumentos musicales, las lecturas, los poetas, los ideales del hippismo, la ecología, la rebeldía contra el sistema. Quizás mi verdadera religión fue el rock”, decía.
Algo parecido opina Ariel Sanzo, más conocido como Ariel Minimal, guitarra y voz de Pez y ex miembro de Fabulosos Cadillacs, Martes Menta y Los Minimals, grupo mod producido por Sergio Rotman y con el que se ganó su apodo. Lo dice desde hace décadas. “Yo me despierto y rock”, le dijo a la revista Rock Salta en 2017. Una frase que podría ser el estribillo de alguna de las canciones que compone como si fueran medialunas, con oficio y sin solemnidad, sabiendo que una vale lo mismo que la otra. “Pero no es que me despierto y digo ‘¡Yeah!’. Creo que somos tipos grandes que se juntan y tocan como si tuvieran quince años. Y salen de viaje juntos y hacen chistes pelotudos como si tuvieran quince años. A nuestro mundo lo cambiamos con el rock. El nuestro, la vida de cada uno”, explicaba, parado en medio de su sala de ensayo en Flores, rodeado de instrumentos y pósters de Litto Nebbia.
Para Minimal, el rock es la octava maravilla, como canta Walas. “Es menos popular, ya está manyado, la gente tiene cincuenta años de rock encima, pero la intención es la misma que en sus orígenes. Y yo creo en eso. Lo que pasa es que todo se desvirtúa y todo tiene su versión chorizo. Y eso, la versión berreta, salpica todo en todos lados. Pero no es todo así. Hay gente todavía practicando el viejo arte de lo que sea. Y yo creo que nosotros hacemos rock con la misma intención y la misma carga y el mismo peso que cualquier época que te parezca válida”, decía en aquella entrevista en la que mostraba una convicción que nació a fines de los 70, cuando descubrió los primeros discos, cortesía de su hermano mayor, el locutor Bebe Sanzo.
“Ya desde pequeño hubo rock sonando en mi casa: Queen, Beatles y rock nacional. A mis nueve años unos amigos que se habían ido a Disney trajeron Dynasty y Alive!. Ahí ya nada volvió a ser lo mismo”, dice Minimal ahora, parado en ningún lado, porque elige responder por mail.
La aparición de esos discos de Kiss coincidieron con los primeros temas que compuso. Uno de ellos se llamaba “La Bruja TV Color”. Desde ese momento, Minimal empezó a mostrar una enorme facilidad para la creación de canciones que todavía le permite formar parte de propuestas variadas. Del folk al hardcore, del post punk al rock progresivo, siempre tocando como si tuviera quince años, que parece ser la edad clave en su vida, la época en la que era miembro de Descontrol, una banda punk que lo tuvo al frente, como cantante y compositor, entre 1985 y 1988, y dejó grabaciones inéditas que se publicaron recién en diciembre de 2022, unos meses después de que la banda se reuniera después de 35 años.
NO ME GUSTA IR A BAILAR
“Descontrol se forma cuando un primo me cuenta que en su escuela había un punk, así que me fui a conocerlo”, recuerda Ariel. El primo era Fernando Sanzo, el punk era Daniel Conesa. Los dos iban al Vieytes, en Caballito. Todos rondaban los quince años.“Fernando me dice ‘Mi primo es heavy metal y se quiere hacer punk’ (risas), así que le digo bueno, decile que venga y escuchamos música”, cuenta Daniel, vía telefónica. Él también venía de una familia en la que la música estaba presente. Además, manejaba información privilegiada. “Mi hermano estudiaba en la Universidad de Belgrano con Hari B, el violero de Los Violadores. Pegó muy buena onda con él y de un día para el otro aparecieron en mi casa discos de los Pistols, de los Ramones, Generation X, y me voló la peluca”.
Minimal y Conesa congeniaron de inmediato y comenzaron a encontrarse. Daniel aportaba los discos punk, Ariel llevaba alguno de Ozzy. Pronto empezaron a hacer música juntos. Mientras uno tocaba la guitarra y cantaba, el otro intentaba seguirlo desde la batería. Intercambiaban roles y grababan las sesiones caseras en casetes. “Ariel siempre fue un bochito que escuchaba un tema y a los tres días te traía cuatro temas con esa onda. Escuchábamos Ramones y a la semana tenía diez temas tipo Ramones. Escuchábamos Metallica y lo mismo. Era como una máquina infernal”, cuenta Daniel. Descontrol nació a partir de aquel empuje. El grupo se completó muy pronto con Mingo, el primer baterista, y con el bajista Alejandro Barbieri, amigo de Ariel desde la infancia. Los cuatro ensayaban y tenían mucho por descubrir.
“Recién ahí empecé a salir y ver bandas”, cuenta Ariel. “Era chico todavía, tenía quince años. No me dejaban entrar a los lugares, ni mis viejos me dejaban salir a cualquier lado”, dice. Ante la falta de opciones, los Descontrol salían a caminar por las veredas de Flores “haciendo vandalismo menor por las tardes”. Cuando podían (o cuando los dejaban) iban a recitales, como uno de Todos Tus Muertos, que los dejó impactados. También hacían lo que podían para escuchar música nueva. “Recuerdo haber deseado escuchar Dead Kennedys durante mucho tiempo hasta que por fin pude conseguir una copia de una copia de su primer disco”, dice Ariel, que se fanatizaba con todo lo que caía en sus manos.
“Primero Pistols, Clash y Ramones. Después Undertones, Buzzcocks, Exploited. Ya después, cuando accedemos a la data de las bandas norteamericanas, es cuando me explota el cerebro: X, Dead Kennedys, Black Flag, TSOL, Misfits, Minor Threat, Bad Religion, Suicidal...”, cuenta.
Muchas de esas experiencias iniciáticas están reflejadas en canciones posteriores de Ariel. “Tu voz en el lado A / Y en el lado B TSOL”, canta en “Cassette”, un tema de Pez publicado en 2009 que también dice: “1986 y esta ciudad no te trata bien/ No te importa el mundial/ Vos te encerrás a leer a Baudelaire”. El recuerdo del año del mundial de México se repite, precisamente, en “1986”, otra canción de Pez. “Estoy solo y no sé bien qué hacer/ No me gusta ir a bailar y no me interesa estudiar/ Sólo quiero ir a ese antro una vez más a tocar”, cantó Minimal en 2017, ya entrado en los cuarenta y largos, incapaz de soltar la energía que lo llevó hasta allí. Hoy, cerca de los 53, todavía se aferra a ella.
DEL AULA AL ANTRO
A partir del 86 los Descontrol hacían algo más que deambular por Flores. Después de grabar un demo a principios de ese año, cambiaron de baterista. Mingo fue reemplazado por Poli Barbieri, hermano de Alejandro, y la banda logró su formación definitiva. El grupo comenzó a tocar más seguido y no tardó en destacarse en la escena punk del under porteño. Conesa cuenta que “las bandas de esa época se armaban y se desarmaban semana a semana” y era difícil mantener una regularidad que les permitiera un salto de calidad. “El batero de Attaque, Leo, tocaba en todas. Todos tocaban con todos, pero éramos pocos los que medianamente seguíamos firmes en una estructura. Nosotros nos mantuvimos y empezamos a sonar. Éramos distintos en ese sentido. Los Muertos estaban en un escalón más arriba, pero después nosotros, Conmoción Cerebral, Sentimiento Incontrolable, éramos las que medianamente sonábamos bien”, sigue.
Descontrol también se diferenciaba por las letras de Minimal, de claro rechazo hacia el reviente por el reviente mismo, una característica que a veces les traía problemas en vivo: "Estoy cansado de verlos borrachos, perdidos / Siempre perdiendo el control / Mentes obtusas, sangre de vino blanco / Ni vos sabés qué sos”. O: "Las pastas te pegan derecho en la cabeza y no podés actuar / La vas de rebelde y sos esclavo / A tu autodestrucción estás atado". Ariel hablaba de ser "la oveja blanca" en una "negra adolescencia", un antisocial cansado a edad temprana.
Esas letras estaban basadas, en parte, en lo que los propios músicos veían por las noches, ya con mayor libertad para salir de casa. Un paisaje poco recomendable para menores. “Era re trash todo”, dice Daniel. “Ir del Parakultural a Cemento era toda una movida. San Telmo era un desastre en esa época: mucha falopa, mucha casa tomada, mamados que te agarraban a botellazos y se cortaban mal, se cagaban a palos”, sigue. “Y para los punks era medio peligroso ir de un lado para el otro, porque si ibas medio solo era típico que te bardeaban y te terminabas cagando a piñas. Entonces íbamos todos juntos y capaz que éramos quince caminando por la calle. Nosotros siempre éramos bastante tranquis, pero de repente se pudría todo. Después eso se acrecentó cuando aparecieron los skin”.
EL DISCO
El crecimiento de Descontrol se percibía dentro y fuera del grupo. En Cemento llegaron a vender más de 500 entradas en una fecha conjunta con Sentimiento Incontrolable (“534 entradas pagas”, precisa Daniel). En octubre de 1987, también en el boliche de Omar Chabán, invitaron a los Attaque 77, que esa noche tocaron en vivo por primera vez. “Ariel nos convocó para tocar con ellos. Nos invitaron a la sala, los vimos laburar ahí, alucinante”, recordó Ciro Pertusi, ex cantante de Attaque, en un video subido a Instagram el año pasado. El actual integrante de Jauría contó que los Descontrol “eran distintos”. “Ale y Poli en la base eran terribles, Ariel en la búsqueda, con sus letras, con sus propuestas. Dani con sus efectos. Nadie utilizaba tantos efectos y tantos chiches en este ámbito del punk rock y ellos siempre se atrevieron a más”, decía.
Descontrol estaba siempre inquieto. El sonido podía cambiar según lo que estuvieran escuchando sus integrantes. “No buscábamos parecernos a nadie en particular, pero todos dejaron huella”, dice Ariel. Daniel cuenta que las influencias iban mutando semana a semana. “A mí siempre me gustaron, creo que a Ariel también, las cosas más melodiosas, tipo Generation X. No era tan de Exploited o de esas bandas”, dice el guitarrista.
Hoy, a 35 años de la separación del grupo, Conesa percibe que Descontrol era más de lo que ellos suponían. “‘Indecisiones’ siempre me pareció el mejor tema de la banda”, cuenta. “Me parece alucinante. Es más oscuro, tiene otro vuelo. Cuando vi Bauhaus, de grande, flashé que iba por ese lado. Estábamos haciendo algo medianamente así, oscuro y denso, sin tener idea”. Es una de las canciones que integran 1987, el disco que Descontrol grabó a fines de ese año en Estudios Comay y nunca fue publicado hasta 2022, cuando el sello Pinhead Records tomó la iniciativa y se comunicó con los músicos para que la banda tenga, por fin, un registro oficial.
Se publicó sólo en vinilo en una edición limitada de 300 copias. Tiene 18 canciones, incluyendo dos demos. Ariel cuenta que las grabaciones no lograron publicarse en su momento porque “no era tan fácil la independencia en esa época y mucho menos para unos pibes”. Daniel es más directo: “Teníamos una mánager que nos quiso hacer firmar un contrato que era un delirio. Ponele, si había ganancia en un show, la mitad era para ella y la mitad era para repartir entre nosotros. Pero si había pérdidas ella no se hacía cargo. Se lo mostré a Hari B y me dijo ‘Esto es un desastre, quedás como esclavo’. Entonces hablé con los chicos y ahí empezaron las primeras peleas”.
Los desencuentros y algunas malas decisiones, como negarse a participar del compilado Invasión 88, provocaron que Descontrol no trascendiera. La aparición del disco y el único show que el grupo dio el año pasado en Strummer Bar (propiedad de dos Attaque 77, nada es casual), abrieron una nueva etapa para sus integrantes, que tienen ganas de ofrecer al menos un concierto en 2023. Si lo hacen, Minimal va a poder compartir escenario una vez más con Daniel, que le abrió la puerta del punk, y con los Barbieri, que cuando fueron a Disney trajeron discos de Kiss y no muñecos de Mickey.