Nocturno de Ulrike o el sujeto histórico es la nueva obra de la Columna Durruti, colectivo de acciones performáticas fundado en 2015 por Emilio García Wehbi y Maricel Alvarez. El disparador es la figura de la periodista Ulrike Marie Meinhof, miembro principal de la agrupación alemana Rote Armee Faction o banda Baader-Meinhof. Antibelicista militante, pasó a la clandestinidad en los '70, fue encarcelada y la encontraron ahorcada en su celda --sigue habiendo dudas sobre la causa de su muerte--. "Nos interesa el sujeto histórico de los '60 para pensarlo en función del sujeto del presente. No aparece, está desconfigurado, o si aparece da miedo: individualista, egocentrista, con posiciones hedonistas o neofascistas", dice Wehbi, siempre un deconstructor de la realidad social y política a la vez que un artista preocupado por las formas. Advierte que, en este contexto, "el progresismo se está entibiando", atrapado en una "corrección política" que licúa toda la "potencia combativa" que tuvo otrora.

"Si pensamos en el sujeto de los '60 pensamos en un joven revolucionario, de izquierda, que piensa en los desposeídos y en el mundo de manera cooperativa, con una visión humanista, más allá de las posiciones radicalizadas. Hoy la rebelión de la juventud es hacia la derecha. Queda cancelado el pensamiento solidario y humanista. Queríamos remontarnos a aquella década para hablar del presente, por contraste."

Con esta reflexión, Wehbi da a entender que el nuevo trabajo que presentará en el FIBA --ya visto en distintas ciudades españolas y en Santiago de Chile-- no es una biopic sobre Meinhof: su historia sirve de "fábula" para abrir preguntas. "Ella está vinculada a la Ofelia de Máquinahamlet. Eso nos hacía un buen puente", explica el director, en alusión al texto de Heiner Müller que El Periférico de Objetos --grupo que fundó con otros creadores-- llevó a escena. "En el segundo acto, a modo de rebelión, Ofelia destruye su dormitorio y su comedor burgueses, prende fuego la casa y sale a la calle. Müller se inspira en lo que se supone que hizo Ulrike antes de pasar del estadio de posición radical intelectual a la lucha armada: destruir sus muebles, tirarlos por la ventana. La anécdota no es del todo cierta, pero él se inspira en eso", cuenta.

En la obra resuenan --enumera la sinopsis-- "Meinhof, Derrida, la hauntología, la posmodernidad, Mark Fisher, la depresión, el suicidio, arte y filosofía, teatro y pensamiento, acción y búsqueda crítica". Se trata de un díptico porque el espectáculo se divide en dos partes, en correspondencia con las dos instancias del título. Una es más ficcional e incluye textos "literarios, metafóricos, poéticos", dice Wehbi. El espectro de la periodista toma corporeidad en escena a través de Alvarez para reclamar la devolución de su cerebro, que le fue extirpado sin el consentimiento de su familia porque los peritos querían estudiar la neurología de un "comportamiento tan violento". En la segunda parte a Wehbi se une el artista, activista y crítico cultural español Marcelo Expósito, y el espectáculo toma la forma de una conferencia performativa con un recorrido por los puntos de la historia de Ulrike que para el creador son "elementos de reflexión". "El espectáculo combina lo teatral, lo audiovisual y la conferencia", resume Wehbi, cuya última obra en la cartelera porteña fue la notable Medea Meditativa (Teatro Cervantes).

Las obras de la Columna Durruti --que toma su nombre en referencia a Buenaventura Durruti, sindicalista y anarquista español-- son "políticas y esencialmente iconoclastas". "Abonan el concepto de anarquía, pero no libertaria como está de moda en los individualistas de derecha. La Columna tiene un principio utópico, destructivo. Busca destruir lo que está mal construido para construir de nuevo desde los cimientos. Nuestros espectáculos plantean una acción física fuerte de deconstrucción y un discurso filosófico, conceptual y político", define Wehbi.

Foto: Virginia Rota.

--Hablaste de los jóvenes que giran hacia la derecha. ¿Creés que el teatro podría llegar a ellos de alguna manera, o a los que tienen ese pensamiento, para que este tipo de reflexiones no queden entre convencidos?
--Es una pregunta de difícil respuesta. No es un problema de los creadores sino de los gestores. Los artistas tenemos que producir desde nuestra singularidad, conciencia, afectos y pensamiento; los que tienen que articular el modo de vincular a los espectadores con el teatro, a los que no van, nunca fueron y podrían ir son los gestores. Dependen de los gobiernos. Los artistas tenemos que seguir manifestando nuevos modos de hacer viejas preguntas. Y para llegar a los jóvenes tenemos que tener una voluntad contemporánea, porque el teatro es aquí y ahora. Tenemos que atender al signo de los tiempos. Esto no necesariamente significa incluir nuevas tecnologías, aquello que la moda epocal dispone como modo de comunicación, entendiendo que el teatro todavía es atávico y mantiene esas premisas que lo vieron nacer. Un cuerpo presente frente a un público en presencia. Es muy fuerte. Es una forma de resistencia a la tecnología banalizada, al hedonismo de la representación en los mass media y las redes sociales. 

--¿Qué sensaciones te produce esta época?
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Desconcierto y desazón. Es asombroso cómo va creciendo la derecha, cómo se va insertando de manera tramposa en los jóvenes, aprovechando la disconformidad, la rebeldía propia de esa época por la que todos pasamos, para meterse cual víbora con un discurso absolutamente fascistoide, negacionista, terraplanista, vulgar. Es muy peligroso. Ya vemos los resultados en relativamente poco tiempo. El ascenso de Trump, Bolsonaro, los gobiernos fascistas de la exEuropa central, los que todavía están por venir, el crecimiento de energúmenos como Milei, con un discurso falsamente combativo. El otro peligro es que el progresismo se está entibiando cada vez más. Con su corrección política pierde todas las armas de lucha. Se suaviza, se repliega, entonces la derecha avanza de manera descomunal. Tenemos el avance furibundo de la derecha con todas las armas materiales y simbólicas, mientras que la izquierda abandonó el uso de las armas, las materiales pero también las retóricas, discursivas y de pensamiento, en función de un discurso de corrección política que lava y licúa la potencia combativa que tenía en determinadas épocas.

--Hace rato trabajás en la fusión de lenguajes. ¿Qué te aporta esto como artista?
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Me interesa el proceso deconstructivo. Que las partes estén sueltas pero bien combinadas. Pensando en el espectador, sería como cuando armás un rompecabezas: tenés la imagen modelo pero tenés las piezas sueltas. El laberinto tiene muchos recorridos, una sola entrada y una sola salida. Me interesa que el espectador vaya armando su propia lógica, sensible, intelectual e ideológica. No imponemos nada. Formulamos preguntas desde formas que están a disposición. Suelo trabajar con asociaciones frágiles, accidentales, devenires, consecuencias de situaciones que generan nuevas situaciones pero que no arman un relato aristotélico en términos clásicos. Este espectáculo está basado en el concepto de fantasma tal como lo entiende Derrida. Todo lo que sucede es referencia o fue parte de alguna cosa ya hecha.

*Funciones: viernes a las 20, sábado a las 18 y domingo a las 19. Las entradas se reservan en la web buenosaires.gob.ar/fiba.