Ampliar la mirada. Con ese propósito, sube a escena El último, la reciente creación teatral de Marcelo Allasino que pone la lupa en las violencias de las relaciones sexoafectivas desde una perspectiva que pone en jaque a la heteronorma. Luego de una temporada exitosa en Rafaela (Santa Fe), el reconocido artista y gestor cultural rafaelino presenta su material en Buenos Aires, de la mano del Grupo Punto T y la institución La Máscara. Serán cuatro funciones: este viernes y sábado y el 10 y 11 de marzo, a las 21, en el Teatro Anfitrión (Venezuela 3340).
Dos personas se vinculan afectivamente movilizadas por distintas carencias: una tiene dinero, la otra lo necesita; una se siente libre, la otra reclama contención. Martín ofrece servicios sexuales y compañía sin compromisos afectivos. Pero uno de sus clientes rompe el pacto y la obsesión deviene acoso. Interpretada por Marcelo Gieco y Agustín Keller, la pieza reflexiona acerca de algunos ejes como la mercantilización del deseo y las formas tóxicas de entender el amor.
Según revela Allasino, la escritura surgió a partir de un crimen de odio ocurrido en la Argentina durante el período de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), cuando un joven trabajador sexual fue asesinado en la habitación de un hotel céntrico en la Ciudad de Buenos Aires. “La violencia ejercida sobre los cuerpos de las personas queer, trans y gay está un poco invisibilizada frente a la violencia de género horrorosa que se despliega desde un enfoque binario. Y creemos que es muy necesario que el teatro hable sobre esto que no se habla”, explica el dramaturgo y director.
-Este nuevo trabajo surge de un caso real. ¿Por qué decidiste llevar esta temática a escena?
-El chico asesinado en 2020 se llamaba Enzo Aguirre. Era un pibe con el que yo conversaba todo el tiempo en la app de citas Grindr. Y su asesinato ocurrió a una cuadra de mi casa, entonces me conmovió mucho porque era alguien a quien sentía cercano. Por otro lado, pienso que las redes sociales y la virtualidad hoy amplían mucho más la perspectiva de lo que se entiende por trabajo sexual. En ese marco, existe una generación de pibes y pibas jóvenes que están generando contenido erótico en plataformas y que encuentran conveniente generar ingresos de ese modo. Y esta puesta pone en tensión todas esas realidades desde un enfoque contemporáneo pero también con una mirada poética que resulta conmovedora para el público.
- Precisamente, es ese contexto de prostitución el que lleva a uno de estos hombres a pensar a su pareja sexual como algo que es de su propiedad. Hay ahí una asimetría de poder.
- Sí, pero esa cosificación está vinculada también a los modos de amar en los que fue educada mi generación y todas las que la precedieron, y que están asociados a un concepto del amor romántico que debe durar para toda la vida, y a una creencia de que el amor verdadero es el que implica poseer al otro. Y esa idea de posesión se extiende hacia otras formas de vincularse en la actualidad, y también atraviesa al universo gay y trans. En este aspecto, esta obra ejerce cierta crítica sobre ese modelo de entender el amor, en el que creo que está el germen de la violencia. Y otra de las cosas sobre las que queremos reflexionar es que el capitalismo salvaje que nos atraviesa también es responsable de esas tensiones.
- En la obra, se hace una reflexión acera de cómo la cultura contribuye a ese mito del amor romántico.
-Totalmente. Creo que el fenómeno reciente del tema de Shakira es un ejemplo de eso, y una oportunidad súper interesante para debatir estas cuestiones. A la mayoría de quienes atravesamos una ruptura nos ha tocado descubrir una violencia implícita y oculta que se manifiesta en el momento de la separación. Cuando se termina el amor, el despecho se traduce en violencia hacia la persona con la cual, durante un tiempo, se compartieron sueños y proyectos. La industria promueve eso.
-¿Qué puede aportar el teatro para intentar revertir esa lógica?
-Estoy convencido de que el teatro es una herramienta maravillosa para plantear abiertamente estos temas en la opinión pública. Y por eso creo que quienes formamos parte de las artes escénicas tenemos que dejar de mirarnos el ombligo, y dejar de discutir con quienes ya sabemos que comparten nuestras mismas ideas y enfoques. Estos son temas urgentes, y debemos llevarlos a territorios donde quizá hay gente que espontáneamente no se acercaría a discutir sobre esto. Estas formas de violencia están instaladas en todas nuestras estructuras e instituciones, y para poder hacer un cambio profundo y real tenemos que generar un espacio de conversación entre todes.
-A propósito, creaste una herramienta como Teatro UAIFAI en un momento en el que la actividad teatral estaba paralizada y se necesitaba seguir creando. ¿En qué estado se encuentra ese proyecto?
-La plataforma (teatrouaifai.com/) tuvo un momento de explosión durante la pandemia, y cuando volvimos a la presencialidad el interés empezó a decaer un poco. Aun así, estamos convencidos de que es un terreno fértil que hay que seguir alimentando. Entonces decidimos ampliar las posibilidades de esta propuesta, y creamos una escuela de formación escénica en la virtualidad y una editorial teatral digital que lanzamos el año pasado en el Festival de Teatro de Rafaela. Es un espacio nuevo tanto para les escritores como para les lectores, pero creemos que tiene muchas posibilidades en el futuro. Para la web estamos preparando la temporada 2023, y la idea de sumar la editorial y la escuela tiene por objetivo generar un semillero de producción de materiales que se puedan seguir exhibiendo en el sitio.