“Hay muchas compañeras que nos dejaron por poner el cuerpo contra los agrotóxicos o en el avasallamiento a los territorios, que es el avasallamiento a nuestros cuerpos y muchas veces no se plantea como tal”. Más allá de la violencia física o psicológica como forma de violencia de género, es necesario reconocer y “plantear las violencias como mujeres que debemos poner el cuerpo en el conflicto”. Estas cosas dijo, entre otras, Edith Martearena, integrante de la comunidad guaraní TGN Viviendas, de Tartagal, y del grupo ARETEDE, que cuenta entre sus mayores proyectos la radio comunitaria La Voz Indígena.
Martearena expuso ayer en la 6ª Jornada por la Defensa del Ambiente y El Buen Vivir, que tuvo lugar en el Congreso de la Nación.
La forma de desarrollo concebida desde el “mundo blanco” u occidental, en contraposición a la concepción de los pueblos originarios denominada como el Buen Vivir, y el papel de las mujeres de las comunidades en ese proceso, fue parte de la exposición “Lucha y defensa de cuerpos y de territorios”.
“La costumbre de nuestros antepasados era adaptar las plantas a las tierras. Pero luego se alteró la tierra para que se adaptara a las plantas que son clones unas de las otras”, indicó Martearena en el inicio de su ponencia.
Desde esa premisa habló sobre las alteraciones al ambiente que produjeron un desequilibrio para la vida de las comunidades indígenas que es el monte en sí mismo.
“Es la relación que tenemos con el monte eso que dicen y llaman como el buen vivir, y que hace más de 20 años intentamos que se escuche”, manifestó la referente indígena antes de que la emoción le quebrantara su voz. “Como los blancos piensan el desarrollo para nosotros no es solo perder el lugar donde vivimos, sino también donde podemos perder la vida”.
Al hacer referencia a la pérdida de vidas de personas que viven en zonas cercanas a campos fumigados sostuvo: “No puede ser que tengamos comunidades enteras rodeadas de soja”. Afirmó que esto sucede pese a la existencia de legislación nacional y provincial que no se “ponen en práctica”. “¿Los pueblos indígenas no valemos lo mismo que ustedes?”, preguntó a su auditorio. En esa línea añadió que destruir el monte es quitar la posibilidad de “reencontrarnos con nuestros antepasados, porque es allí donde los encontramos”.
"No estamos en contra del desarrollo, pero que sea sostenido, hablado, contado, dialogado entre todas las partes”, sentenció.
“Hay grandes avances de la frontera agropecuaria”
En el evento también se entregó el reconocimiento Berta Cáceres (líder indígena hondureña asesinada en 2016 por luchar en defensa del ambiente) a la antropóloga Leda Kantor, quien acompaña al grupo que integra Martearena y trabaja con las comunidades del Chaco salteño desde los 90.
Al recibir el reconocimiento, la antropóloga explicó que la emoción de Martearena se debe a la situación que se atraviesa en distintas comunidades que integran los siete pueblos originarios que habitan en Tartagal ante “los grandes avances de la frontera agropecuaria”. “Queremos decirles que estas compañeras y compañeros no solo ven que están terminando con su monte, sino que también están siendo fumigados”, aseguró.
En ese punto añadió que “quizás saben de niños y niñas wichí desnutridos. Pero se desconocen otras enfermedades de estos chicos que están siendo fumigados".
Kantor vive desde 1997 en Tartagal. Anteriormente, una vez que se recibió de antropóloga, trabajó en la región que recorre el río Pilcomayo y entendió la necesidad de tomar contacto con los pueblos originarios a través de un “proceso de escucha”, dijo en un contacto con Salta/12.
Trabajó en el ya desaparecido Programa Social Agropecuario (PSA), que luego fue absorbido por la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAFCI, hoy Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena). Fue una de las despedidas por el gobierno de Mauricio Macri y finalmente reincorporada en 2021.
En un proceso conjunto y participativo con los pueblos originarios, destacó como algunos de los resultados más importantes la puesta en funcionamiento de la radio La Voz Indígena, la formación de comunicadores y comunicadoras indígenas, la recuperación de la memoria, y el empoderamiento de las mujeres para ser quienes dirijan también las luchas por el territorio.
Añadió que una de las transformaciones que pudo ver en 26 años de convivencia con los pueblos originarios fue poder plasmar en palabra escrita una historia que se transfería solo de manera oral. Es así que al terminar su discurso tras recibir la distinción ponderó el libro "Gritos de las madres del monte", que cuenta la historia de la apropiación de territorios y destrucción del monte nativo, desde la perspectiva originaria.