Lectóribus de mis cuatro válvulas sincronizadas:
Henos aquí nuevamente compartiendo este espacio, como lo hacemos todas las semanas. Quizás cada vez más perplejos, estupefactos o, como suelo decir, “militantes activos de la Rama Desorientada del Movimiento Nacional y Popular". Pero jamás impertérritos, por tres motivos:
· Primero, porque desconocemos el significado de esa palabra.
· Segundo, Francia.
· Tercero, porque no fuimos ni somos ni seremos miembros de la Corte de Luis XIV, ese que decía en francés: “El Estado soy yo”, tal como dicen (bueno, no lo dicen, pero seguro que lo piensan) miembros de otra Corte, más cercana en tiempos y distancias, que mascullarán en un castellano inaudible: "El Estado somos nosotros cuatro”.
Dice el saber popular que la Justicia es ciega, como si algo le faltara a la pobre dama que, armada de una espada y una balanza, debe decidir culpas, responsabilidades y demás fallos (que por algo se llaman “fallos” y no “aciertos”, hay que decirlo).
Personalmente, no creo en la Justicia en tanto “reparar el daño causado”. Para ponerlo en términos personales: si alguien me mata, no me "repara” que lo agarren y lo castiguen, me repara que no me mate, pero en la vida real no hay VAR, así que ningún juez puede anular un crimen por offside, o lo que sea.
Sí creo y espero que la Justicia repare “socialmente", pues a una sociedad le hace bien saber que existen leyes, y que son para todos, y que quien no las cumpla recibirá alguna clase de penalidad. Bueno, si así lo hiciera, porque, en realidad, “no se estaría cumpliendo”. Y no lo digo yo, lo dijo el mismísimo presidente hace pocos días, en una pieza discursiva en la cual, según algunos, “puso los puntos sobre las íes” y, según otros, “eran íes griegas, no llevan punto”.
Volviendo al tema que nos convoca, quizás no esté mal creer en la Justicia, porque, como le dijeron al sapo cancionero, “la vida es triste si no la vivimos con una ilusión". Pero si alguien cree que si besa al sapo cancionero éste se va a convertir en justicia libre y soberana (justa, ya debería ser)..., mejor que se dedique a filmar series de ciencia ficción que a la política, como diría la vicepresidenta.
Y está difícil creer en los jueces, más allá de honrosas excepciones, que las hay (y por suerte son honrosas, y lamentablemente son excepciones). Solía decir un amigo que los jueces tienen “perspectiva junídica": “te junan, y ya saben si sos culpable o no”. También decía mi amigo que “hay jueces ABC1, que juzgan los delitos ABC (alhajas, bancos y carnicerías), y jueces M (o sea, monotributistas), que juzgan al que se afanó una feta de mortadela".
Aplicada por estos jueces, la Justicia NO es ciega, de ninguna manera, pero un buen oftalmólogo tal vez le podría diagnosticar miopía.
¿Qué es la miopía?
· En términos médicos, es una anomalía del ojo que produce visión borrosa o poco clara de los objetos lejanos; se debe a una curvatura excesiva del cristalino por la cual las imágenes de los objetos se forman un poco antes de llegar a la retina.
· En términos cotidianos, es la incapacidad de ver cosas que son muy claras y fáciles de entender, o de darse cuenta con perspicacia de algún asunto.
Si la genuflexión fuera una especie de curvatura, sería muy fácil de establecer la causa de la miopía : “Tanto agacharse, tanto agacharse, al final el cuerpo te queda curvo”. Y, sin duda, esto explicaría claramente la tendencia de los jueces a perjudicar a la gente común “porque la ven de lejos” y en cambio ayudar generosamente a sus poderosos amigos “porque los ven de más cerquita”. Y también la inoperancia de quienes deberían reparar la situación: “No la pueden arreglar porque la ven de lejos”.
Supongo que esta explicación no les alcanzará a mis queridos lectóribus. A mí tampoco.
Sugerimos acompañar esta columna con el video “Aires de murga y justicia” de Rudy-Sanz (RS+):