A finales de febrero se cumplieron 175 años de la publicación del Manifiesto Comunista escrito por Karl Marx y Frederick Engels. La primera edición que el mundo conoció fue la publicada por la Asociación Educativa de los Trabajadores de la ciudad de Londres, en febrero de 1948. Las principales ciudades europeas vivían momentos de extrema agitación. Los datos indican como uno de los primeros lugares de insurrección en Sicilia, en enero de ese año donde los trabajadores se sublevaron contra los Borbones: "la omnipresencia, la fuerza y la unión del pueblo provocaran la caída de los reyes; este día marcará la era gloriosa de la regeneración universal", expresaba un panfleto del momento. 1848 sería luego llamado el año de "La Primavera de Los Pueblos".
La multiplicación de los problemas sociales, la intensa explotación de la mano de obra en las fábricas impulsadas por máquinas de vapor, la destrucción del trabajo artesanal y la autonomía de los artesanos, las miserables condiciones de vida de los obreros y sus familias, producto de industrialización y la incontrolada urbanización se combinaban con los sentimientos nacionales y el hastío ante los privilegios de la nobleza. La jornada de trabajo era de 13.30 horas, seis días a la semana, el salario medio de un hombre en París era de 2 francos, una mujer ganaba medio franco, los niños empezaban a trabajar a los 7 años y ganaban otro medio franco. Una familia de dos adultos y cuatro hijos necesitaba 1.80 francos diarios para sobrevivir. Esta eran las condiciones de vida en todas las regiones industrializadas de Europa; el norte de Italia, con Milán y Turín a la cabeza, Silesia y Sajonia en lo que luego sería Alemania, los Países Bajos, Bélgica, París, Lyon, Londres, Manchester, Lancaster, Liverpool, son algunos ejemplos.
Estos territorios y otros, sería también donde, casi en simultáneo, correría el reguero de pólvora encendido por la brutalidad de la explotación y las miserables condiciones de vida de la clase trabajadora. Son también los tiempos de intensificación de la expansión de la dominación europea sobre el resto del mundo; Inglaterra se posesionaba a la cabeza de este proceso de saqueo del planeta iniciado en el siglo XVI por España y Portugal y que daría a origen a la "acumulación originaria del capital" conceptualizada por Marx en su monumental obra publicada en 1867, El Capital.
El mismo Marx, durante la década siguiente a la publicación del Manifiesto Comunista, mediante una serie de artículos aparecidos en el New York DailyTribune, daría cuenta de las atrocidades cometidas alrededor del mundo por las instituciones coloniales europeas. Tanto Inglaterra como los Países Bajos tenían sus respectivas Compañías de Las Indias Orientales que competían entre sí en la explotación de las poblaciones y recursos de La India, Indonesia, Malasia, Indochina. En 1842 luego de tres años de la Primera Guerra del Opio, Inglaterra se apropió de Hong Kong y otros cinco puertos chinos obligando al Imperio Celeste (cuya tecnología y riqueza era superior a la europea según escribió Adam Smith en 1776 y estudiado por el historiador de la técnica Joseph Needamen el siglo XX) a abrirse a las mercancías producidas en grandes cantidades mediante máquinas en Inglaterra, y pagar las importaciones inglesas de té chino mediante la introducción, de contrabando, del opio producido por campesinos indios.
Estaban en apogeo las virtudes del "libre juego de la oferta y la demanda" y "la mano invisible del mercado" ensalzadas por Adam Smith y David Ricardo. Esto tanto en el plano interno, es decir al interior de Inglaterra, Francia, Países Bajos, los ascendentes Estados Unidos, y en el plano externo, es decir en las colonias que "legítimamente" les pertenecían. En el plano interno, el trabajo, reconocido como la fuerza creadora de riqueza, debía ser considerado una mercancía como otras y por lo tanto librado a la oferta y a la demanda; nada debía obstaculizar esta ley. De esta manera el salario era aquél que garantizaba solo la subsistencia del obrero, porque si se le pagaba más, este se despreocuparía y daría rienda suelta a su pasión teniendo más hijos, lo que pondría la disponibilidad de alimentos en riesgo, dado que estos eran considerados escasos y estaban destinados a los que pudieran pagarlos; la miseria de los pobres era otra ley natural. Thomas Malthus estaba plenamente de acuerdo con esto. En el plano exterior, la superioridad cultural europea estaba demostrada a través de sus enormes progresos científicos tecnológicos. Los pueblos del resto del mundo eran por tanto considerados atrasados, bárbaros. La "pesada carga del hombre blanco" era sacar a esos salvajes de la ignorancia y sus primitivas creencias a través del sometimiento por parte de esas avanzadas civilizatorias que eran las colonias. Eran los tiempos de la progresiva consolidación de los principios de la biología evolucionista desarrollados por Lamarck que conduciría a la publicaciónde El Origen de Las Especies, de Charles Darwin y posteriormente la Estática Social, de Herbert Spencer. La evolución, la adaptación, la lucha por la vida y la supervivencia del más apto vendrían como anillo al dedo para fundamentar sobre "leyes de la naturaleza" la miseria y la explotación de millones de seres humanos tanto dentro de Europa como en el resto del mundo.
Ese es el contexto en el que la Liga de los Comunistas, en 1847, le encarga a Engels y a Marx la redacción de un borrador de documento que expusiera los objetivos y fundamentos de la liga: "derrocar a la burguesía, implantar el gobierno del proletariado, poner fin a la vieja sociedad que descansa en la contradicción de clases y establecer una nueva sociedad sin clases ni propiedad privada". Según el historiador británico Eric Hobsbawm, luego de la feroz represión de los levantamientos de 1848, el texto escrito por un "peligroso líder de la subversión internacional" según la prensa internacional lo calificó luego de su elocuente defensa de los sucesos de la Comuna de París de 1871, amplió enormemente su notoriedad. Esto sucedió especialmente luego de la prominente intervención de Karl Marx en los congresos de la Asociación Internacional de Trabajadores. En 1872 Marx revisa el texto del Manifiesto, que necesitaba actualización y comentarios explicativos. De esta manera, los delegados asistentes dieron lugar a la difusión en sus respectivos países del Manifiesto. Hacia la segunda década del siglo XX el historiador británico contabiliza 70 ediciones rusas, 35 ediciones en idiomas del imperio ruso, 34 ediciones inglesas, 55 en alemán, 26 en francés, 11 en polaco, 7 en yiddish, 6 en español. La Unión Soviética hizo crecer la circulación del Manifiesto a través de la edición de cientos de miles de ejemplares principalmente en inglés, pero también en muchas otras lenguas, arrogándose así, la representación "oficial" de la ideología marxista. Su difusión se extendió por Asia, África y América Latina luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de los movimientos de descolonización. Sin embargo, la independencia política de las colonias no significó la autonomía. La madurez del imperialismo le permitió pasar de su fase de dominación formal a la informal, la dominación se ejercía ahora vía el libre mercado y la dependencia económica. Conceptualizaciones como Centro Periferia y El Intercambio Desigual aumentó el entusiasmo por la lectura del Manifiesto en los sectores intelectuales y universitarios de todo el mundo durante las décadas de 1960 y 1970.
"El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición."
"Espoleada por la necesidad de dar cada vez más salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más remotas regiones del mundo, y cuyos productos no solo se consumen en el propio país, sino en todas partes del globo."
"Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a imagen y semejanza."
Estos brillantes párrafos del Manifiesto Comunista, tan actuales hoy como hace 175 años, son valiosos disparadores para que estudiantes de historia y geografía se aproximen a una comprensión crítica del mundo, en momentos en que el neoliberalismo se esfuerza y no escatima recursos (el individualismo, el consumo ilimitado, el emprendedurismo, o sea el sálvese quien pueda darwinista) para demostrar ser "la única alternativa" en todo el mundo, ya que el fantasma que recorría Europa en 1848 fue exorcizado en 1991 ("No hay alternativa", dijo Margaret Teacher cuando se disponía a cerrar las minas de carbón estatales). Su potencial para explicar la organización política y económica del mundo no llegó a la geografía hasta la década de 1970. La geografía fue especialmente permeable al determinismo ambiental de la biología darwinista de la segunda mitad del siglo XX. Mediante explicaciones tomadas de la biología (la lucha por la vida y la jerarquía racial, por ejemplo) se justificaba la expansión de la "civilización" europea como una etapa "natural" de la evolución de la sociedad. La historia espacial de la expansión imperialista quedaba oculta bajo explicaciones ambientales. Bien conocidas son las consecuencias del "Lebensraum" de Friedrich Ratzel, en la geografía alemana de comienzos del siglo XX. Menos conocido es el caso de su discípula, Ellen Churchill Semple, en la geografía estadounidense. Esto escribía en 1911: "Los pueblos de la Europa septentrional son enérgicos, prudentes, serios, reflexivos, más que emocionales, cautelosos más que impulsivos. Los meridionales de la cuenca mediterránea subtropical son despreocupados, carentes de previsión excepto en casos de necesidad apremiante, alegres, emocionales, imaginativos, cualidades todas ellas que entre los negros del cinturón ecuatorial degeneran en graves fallos raciales" (con este fragmento, podemos recordar la opinión de un expresidente argentino, sobre cuales selecciones de fútbol estaban en condiciones para ganar el campeonato mundial de Catar en noviembre pasado).
Fueron geógrafos desencantados con las explicaciones de aquella geografía como los franceses Ives Lacoste y Pierre George, el norteamericano Richard Peet y los británicos Doreen Massey y David Harvey quienes en el contexto de la (nueva) crisis capitalista de inicios de los 70 se abocaron al estudio de la obra de Marx para llevar a la geografía a un nuevo paradigma. Valiosos también fueron los aportes de Milton Santos en Brasil. No obstante, la llegada de esta "Revolución Científica", denominada con amplitud de corrientes internas "geografía crítica", a la enseñanza de la geografía en nuestro país debió esperar hasta el retorno de la democracia. Lo cual hizo que llevara su tiempo. En ese camino, geógrafos como Vicente Di Cione, Carlos Reboratti, Raquel Gurevich, Omar Tobío entre otros, fueron los que trabajaron en aras de la enseñanza de una geografía renovada en las aulas secundarias y terciarias argentinas, tarea aún en proceso.
En particular el trabajo de David Harvey se encaminó hacia un estudio de la obra de Marx cuyos aportes trascendieron a la geografía. Su acercamiento a la teoría marxista se inicia con Social Justice and the City, de 1973 y luego con Thelimitsto Capital, de 1982. En estas obras se incorpora la cuestión del espacio como una dimensión explicativa central como no se había hecho en la tradición marxista hasta ese momento. Los marxistas habían tenido una "mala" relación con la geografía; al igual que otras ciencias sociales, la primacía del devenir humano estaba en el tiempo, las cuestiones espaciales estaban invariablemente ausentes. La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, de 1990, traducido y publicado en Argentina en 1998 consolidó aún más el enfoque basado en la inseparabilidad del tiempo y del espacio, de la experiencia del tiempo y del espacio por parte de los seres humanos y las sociedades, por lo tanto, esa experiencia se convierte en un "nexo mediador de singular importancia entre el dinamismo de desarrollo histórico geográfico del capitalismo y los complejos procesos de producción cultural y transformación ideológica". Entre otros muchos libros, La producción capitalista de espacio en base a un profundo estudio "geográfico" de la obra de Marx fue desarrollada por Harvey en una serie de artículos publicados en inglés entre 1975 y 1985. Estos fueron compilados en Spacesof Capital. Towards a Critical Geographic, de 2001. Su traducción al castellano llegaría en 2007 mediante la editorial española Akal. Motivados y comprometidos estudiantes egresados de la carrera de geografía del Profesorado de Salta han encontrado casi toda la obra del pensador marxista. En conjunto constituye un enorme esfuerzo por analizar la geografía histórica del capitalismo, superando la prioridad dada al tiempo sobre el espacio por Marx al afirmar que "el capitalismo se caracteriza por un perpetuo esfuerzo de superar todos los obstáculos espaciales y aniquilar el espacio mediante el tiempo".
En realidad, el aporte de Harvey es haber demostrado que ese objetivo solo se puede lograr mediante la producción de configuraciones espaciales fijas e inmóviles, con lo que a las contradicciones inherentes, permanentes y periódicas al imperativo fundamental de acumulación señaladas por Marx se suma la espacial. El capitalismo crea constantemente un paisaje a su "imagen y semejanza" para el imperativo de la acumulación, solo para, en cierto momento desestabilizarlo, debilitarlo y hasta destruirlo si es necesario. Las contradicciones internas del capitalismo se expresan también mediante la remodelación y recreación continua de paisajes geográficos. "Este es el son al cual la geografía histórica del capitalismo debe bailar incesantemente", afirma Harvey. Sin embargo, el capitalismo (la burguesía, en el Manifiesto) no ha producido sus "propios sepultureros". La elevación del nivel de vida producto de las conquistas sociales luego de más de un siglo de luchas de los trabajadores, de ascenso de los partidos laboristas y socialistas de masa llevó a que en casi todos los países desarrollados se convirtieran, durante el siglo XX en "pilares del sostén del capitalismo democratizado", dice Eric Hobsbawm. Sin embargo, las contradicciones del capitalismo estallan alrededor del mundo; el problema ambiental es uno de ellos, con varias dimensiones, el calentamiento global; la destrucción de ecosistemas frágiles; la explotación de los recursos naturales; la contaminación y la escasez de agua potable; la especulación financiera global que requiere "seguridad jurídica" para el movimiento del dinero; los paraísos fiscales que facilitan la evasión impositiva alrededor del mundo debilitando a los estados nacionales; la continuidad del asedio a las beneficios sociales por parte de los programas económicos neoliberales en el centro y su contracara la creciente extorsión a los trabajadores y a los sindicatos mediante la deslocalización hacia territorios con mano de obra barata; la inacabable e ilegítima deuda externa con que el centro controla la periferia; el creciente poder de las empresas de comercio y telecomunicaciones transnacionales basadas en Internet; la ignominia que representa la especulación inmobiliaria local, nacional y global cuya contracara es el déficit habitacional y el hacinamiento; el encarecimiento de los alimentos y la hambruna de cientos de millones de personas mientras en el otro extremo de la pirámide el 0,01 por ciento de la población se apodera del 70 por ciento de la riqueza del mundo. ¿Cuánto tiempo tendrá la humanidad para "hacer lo que tiene que hacerse"?, a partir de la experiencia de lo que no debe hacerse (incluida la experiencia soviética). ¿Podrán construir los seres humanos una opción a la barbarie?
* Instituto Superior del Profesorado de Salta. Facultad de Humanidades e Instituto de Educación Media, Universidad Nacional de Salta.