Los techos de los colectivos son el parche de un tambor improvisado en el que revientan las palmas de sus manos los hinchas de Huracán. La caravana ocupa la ancha Av. Colonia, y se despliega el cancionero que recibe a su eterno rival, San Lorenzo.
Los globos y unos atronadores estruendos de pirotecnia le ponen marco de clásico a los alrededores del estadio Tomás Adolfo Ducó. “Porque a Boedo no vuelven más”, se repite una y otra vez de esas gargantas en las que la llama futbolera se mantiene inalterable.
No hay calor que detenga la marcha interminable de las multitudinarias almas que peregrinan por las calles de Parque Patricios, para ofrecer su ritual tribunero y presenciar una nueva edición del clásico más porteño de todos y con más historia en el mundo.
Camisetas y banderas lucen los colores de Huracán. Los bombos son la frecuencia de un corso interminable en el que se baila y salta al ritmo de “Globo, mi buen amigo…”, entre otras canciones.
Los hinchas no solo visten remeras con el icónico globo como escudo, también hay con la cara de René Houseman -jugador emblema de la institución- y de Ringo Bonavena, el histórico púgil peso pesado reconocido por su amor Quemero. “Somos del barrio, del barrio de La Quema, somos del barrio de Ringo Bonavena”, cantan los fanáticos del globo, mientras ocupan la popular local, que desde hace unos años lleva el nombre del boxeador que en 1970 se enfrentó a Muhammad Alí.
“Huracán es barrio. Huracán es historia. Huracán es cultura. Huracán es el lugar al que mis hijos más quieren ir”, dice un hincha frente a una cámara de televisión antes de ingresar al estadio. “Por Huracán conocí el tango, me enteré sobre Homero Manzi y me enamoré de las calles de este barrio”, dice otro con su hijo subido a los hombros.
En los bares cercanos a la cancha, se apura el último trago de cerveza con el que se intenta una tregua a las altas temperaturas. Se ensaya sobre posibles formaciones por las que pueda optar Diego Dabove, y el diálogo sin celulares de por medio es el último suspiro de bohemia.
La calle Luna, una de las laterales a Av. Colonia, es la que desemboca en la popular Ringo Bonavena. El trayecto hasta la puerta es una exposición de graffitis en la pared, en donde se puede ver el vínculo Quemero con la música. Uno recuerda la presentación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en la época del disco Lobo suelto/Cordero atado, otros aluden a frases de canciones de La Renga y otros, directamente, hacen mención a su filiación con el tango.
Durante el partido, las tribunas no cesan los cánticos. La misma gente se sorprende del desborde que hay en todos los sectores del Ducó. El partido contra San Lorenzo es un capítulo aparte, más allá del resultado. Nadie quiere quedarse afuera.
Todos suman sus voces al ecosistema que se construye entre Huracán y un barrio al que el lunfardo le cuaja perfecto. Sin importar que por ahí se ande piantao, por esa pasión que se enciende cuando la pelota empieza a rodar.