“Ay doctor, no sé si el estetoscopio está demasiado frío o yo estoy demasiado caliente”, dice la paciente para sorpresa del médico. Es que a la mujer se le fue la mano con el consumo de éxtasis y LSD (entre otras drogas) y eso la deslengua. Lo más raro no es eso, en realidad, sino que la señora tiene más de 80 años. Qué es lo que pasó con ella es algo que el espectador deberá averiguar, por de pronto lo que hay que saber es que las transgresiones de División Palermo se disparan en todos los sentidos, sin nada que las frene. Producida por la productora K & S y puesta en el aire por Netflix, la independentísima serie creada, coescrita, codirigida y protagonizada por Santiago Korovsky representa la consagración oficial de este cómico de culto, cuyo nombre circulaba hasta ahora como un secreto a voces. Saltando directamente del culto a la popularidad masiva, División Palermo es, según informa Netflix, lo más visto de la plataforma desde que se puso en el aire. No extraña que ya se haya confirmado una segunda temporada.
La División Palermo de la ficción es un proyecto piloto de la Guardia Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, destinado a tareas tan peligrosas como cruzar ancianitos por la calle, vigilar la seguridad de los patos de los lagos de Palermo o supervisar partidos de ajedrez, que pueden ponerse violentos. La peculiaridad de la División Palermo es su carácter inclusivo. La integran, entre otros, una chica en silla de ruedas, un sordo, un no vidente, una chica trans, un gordo y un enano, y a ella se incorpora Felipe (Korovsky), básicamente porque no sabe qué hacer con su vida. Y porque es judío. Lo cual cuadra, por lo visto, como una condición próxima a la discapacidad. “Vos podés hacer chistes de judíos, porque sos judío”, le dice un compañero, en una clara autorreferencia que funciona, de alguna manera, como declaración por parte del autor.
¿Y los enanos, gordos, trans y etcétera deberían sentirse ofendidos? Para esto hay otra autorreferencia, puesta en boca de la chica en silla de ruedas (“Rueditas”), que habla así del personaje de Korovsky: “lo quiero porque me trata como una igual”. Ahí parece estar la clave: al igual se lo puede “cargar” tranquilo, total se sabe que la puede devolver. Y aquí ninguno de los protagonistas se deja pasar por encima. “Rueditas” tiene una violencia verbal a toda prueba, el no vidente usa su bastón blanco como arma, y ojo con quien se haga el vivo con Joni, el enano. Escrita por un equipo de cinco guionistas, con cinco supervisores de guion y un elenco de lujo (Daniel Hendler, Pilar Gamboa, Carlos Belloso, Valeria Lois, Marcelo Subiotto, Martín Garabal, Alan Sabagh Fabián Arenillas y Rafael Spregelburd, como para empezar a hablar), División Palermo es el mejor programa cómico de la Argentina desde que Peter Capusotto y sus videos dejó el aire.
-¿Cómo llegó la serie a Netflix?
-Hace tres años filmé el trailer de una serie que todavía no existía. Con ese trailer salí a recorrer el mercado y al final arreglé con K & S, que me interesó porque me parece una de las productoras más grandes de Latinoamérica, y que siempre cuidan el producto. Ellos produjeron el desarrollo de la serie. Yo estuve un año y medio escribiendo, Netflix se sumó y ahí escribí medio año más.
-Es un montón dos años de escritura.
-Es mucho, sí. Por suerte K & S tuvo la paciencia de esperar. Éramos muchos guionistas, además. Esos dos años son una inversión que para mí es clave.
-Esos dos años se notan en el resultado.
-Sin embargo no todo es guion. Después en el rodaje tenés que darle una capa nueva al guion, al humor, a la actuación, a los personajes, para que tengan vida propia. Pero ya vas con una base, que te permite no estar pensando en el rodaje cómo hacer reír. Teníamos que tratar de darle verdad a los textos, pero el humor ya estaba en el guion. Eso es algo que relaja mucho.
-Además de los cinco guionistas hay un equipo de colaboradores de guion, lo cual no es usual.
-Sí. Hay una chica, Lucrecia Gómez, que está en silla de ruedas, que nos ayudó muchísimo con el personaje de Pilar (Gamboa). Tuvimos también a Carolina Unrein, que es una escritora que nos ayudó con el personaje de Vivian, la chica transexual. Yo mientras tanto iba teniendo charlas por el tema de las personas con discapacidad, de minorías, para poder entender cómo son esos mundos, porque yo tengo un desconocimiento de todo eso. Ellos todo el tiempo nos impulsaban a ir a más, a no ser solemnes, a no caer en una discriminación positiva, del estilo de pensar que estas personas son todas “seres de luz” o ejemplos de vida. Ellos nos ayudaron a corrernos de ese lugar y encontrar personajes con contradicciones, a poder reírnos de problemas que ellos sufren todo el tiempo, que es otra forma de visibilizar situaciones que atraviesan. Por supuesto que una vez que tuvimos a los actores, ellos le dieron una capa más a los personajes, aportando su experiencia y dándonos ideas para el guion. Eso nos permitió darles verdad y humor a los personajes.
-Que salen todos muy bien parados. Vos jamás te burlás de ellos, sino en tal caso de las situaciones que atraviesan.
-Sí, el humor está puesto en la torpeza, los prejuicios o el desconocimiento de estas personas que hay en la sociedad. Y en el oportunismo de los políticos para hacer cambios de forma pero no de fondo, y hacer marketing con el tema de la inclusión.
-A propósito, hay algo que hasta ahora tal vez no se destacó bastante, que es la relación de la serie con lo real. Está la ministra de seguridad, que en un momento aparece vestida de combate, como una ex ministra de la Nación, y el hecho mismo de que en Buenos Aires hubo una Guardia Urbana que no prosperó, entre los años 2004 y 2008.
-Nosotros queríamos tratar de despegarnos de la política partidaria. No queríamos puntualizar en una determinada fuerza de seguridad, por ejemplo. Nos inspiramos en todo lo que vemos a nuestro alrededor, incluyendo lo que pasa en nuestro ambiente con las fuerzas de seguridad, con la política, pero creo que es una visión transversal. Tratamos de hacer un humor con crítica social, pero sin puntualizar sobre blancos específicos. Hicimos un trabajo de investigación sobre distintas fuerzas de seguridad que hubo en el país y en otros lugares del mundo, como guardias urbanas o policías comunales. Investigamos cómo son estas guardias que son objeto de burla no solo por el público, que no termina de entender para qué sirven, sino por las propias fuerzas de seguridad, a las que no les hace ninguna gracia que a veces ganen más que ellos.
-A propósito de la policía, ¿qué reacción produce la serie en miembros de la repartición? Porque el personaje de Martín Garabal le compra cocaína a un narco, y negocia autopartes robadas.
-Positiva. Vamos por la calle y se acercan policías para saludarnos y sacarse selfies. Me sorprendió la reacción que tuvieron. Me parece que esto tiene que ver con que la serie no es maniquea. Construye personajes con sus fallas y características propias, por más que no tiene una mirada ingenua sobre las fuerzas de seguridad.
-¿Y de parte de los familiares de gente discapacitada?
-La mejor. He recibido mails de todas partes del mundo, agradecidos por el tratamiento que les damos y señalando que se sienten muy identificados con las situaciones que viven con ellos. O de la propia gente discapacitada. Esto es llamativo porque en Argentina no estamos habituados al humor para pensarnos a nosotros mismos. Nos ponemos solemnes, le tenemos miedo a reírnos de ciertas cuestiones. Me parece que la cuestión es saber dónde pararse para hacer humor. Una cosa es lo que piense, diga o haga un personaje y otra es lo que piense la serie. Muchas veces se toma el humor con cierta literalidad. No creo en esa frase que dice “Hoy no se puede hacer humor con nada”. Hay que asesorarse, conocer el terreno donde uno pisa, y tomar el humor también como una herramienta de reflexión.
-¿En algún momento ustedes dudaron de incluir algo que pudiera resultar irritativo?
-Lo que quedó afuera fueron cosas que no quedaron bien, no quedaron graciosas. Nosotros pensábamos que los chistes que hacíamos eran correctos, lo habíamos chequeado con nuestros asesores, incluso algunos los habían escrito ellos. Pero si no eran graciosas quedaban afuera.
-Da la impresión de que la serie tiene un montón de influencias. ¿Cuáles podés mencionar?
-Nosotros básicamente queríamos hacer algo así como un cruce entre The Office y Los intocables, en el sentido de que los policías de Los intocables también son una especie de marginados, de sapos de otro pozo dentro de la institución. Y también está la serie Barry, que es una comedia protagonizada por un asesino a sueldo, que combina comicidad con mucha sangre. Y después muchas comedias policiales, como Brooklyn Nine-Nine o Reno-911, de las que les pedí a los actores que vieran determinadas escenas o fragmentos. Yo quería que la violencia no le ganara al humor, y eso es algo que nos resultó muy complejo.
-Es que si hay algo que no es broma es hacer comedia.
-No, claro, es difícil encontrar el tono, la medida justa. Además no es gracioso. Es trabajo. Por momentos uno se ríe, y disfruta, pero es un trabajo como cualquier otro.
-La serie está codirigida por vos y por Diego Núñez Irigoyen. ¿Cómo se repartieron los roles?
-Diego es una persona con mucha experiencia, tiene varios cortos y un montón de publicidades, y a mí me parecía la persona indicada, porque sabe cómo filmar humor sin que se note todo el tiempo que los actores quieren ser cómicos. Yo por otra parte como creador de la serie me tenía que hacer cargo de un montón de cosas, aparte de actuar, así que no podía sumar también la dirección, que requiere mucho trabajo. Por eso yo me quedé básicamente a cargo de la dirección de actores, y Diego de la puesta en escena general.
-A propósito de la dirección de actores, es uno de los rubros más destacados, todo el elenco está sensacional. Hay una cuestión particularmente notable, que es el el modo en que concilia los distintos tonos que requieren los personajes.
-Hay algo general, que es el que el humor trata de tener una verdad sin enunciarse a sí mismo como una actuación de comedia, para tratar también que funcione el policial, que funcione el drama… Hay momentos donde la actuación crece en intensidad, o personajes más intensos como Sofía, la chica en silla de ruedas, que rompen con ese tono dead-pan, de comedia deliberadamente inexpresiva, para que la cosa no caiga en la monotonía.
-¿Te dio trabajo conciliar esos tonos distintos?
-Para mí fue un desafío dirigir tantos actores tan geniales, y además con una formación y un recorrido diferentes. Hubo que entender que a cada uno le resuenan distintas estrategias, la misma indicación no funciona igual para cada actor. Era prueba y error para mí, entender qué indicación era conveniente para cada uno. Y era más difícil porque al ser yo también actor, mientras estaba actuando de repente veía algo en otro que me parecía que requería un ajuste, por lo cual me veía obligado a actuar y pensar al mismo tiempo.
-¿Y la integración de los actores profesionales con los amateurs?
-No son amateurs, en realidad. Tal vez tengan menos experiencia, pero todos ellos algo habían hecho. Son tremendamente talentosos. Con ellos trabajamos primero con Nora Moseinco, que fue mi profesora, en forma previa al rodaje.
-Hay un nivel de obsesividad en la serie que hace pensar que los ensayos de actuación habrán sido largos.
-No, normales. Al menos para el estándar de las series, en una de esas en cine son más largos. Como el elenco son muchísimos actores, yo lo que hacía era encontrarme con cada uno una vez, dos o tres. El resto lo encontrábamos en el set, con el correr de las tomas y de las semanas. Porque a veces yo no tengo exactamente claro lo que necesito, entonces es un trabajo de búsqueda. Pido una cosa y de repente al rato pido otra distinta. A veces los actores se me burlan un poco por eso. Es que estoy tratando de encontrar un tono que le siente mejor al chiste, o al actor, y eso lleva un trabajo de búsqueda.