El Teatro Colón abre su temporada fuera del Teatro Colón. Sin desenterrar la discusión sobre en si un teatro vive entre sus muros o existe en su espíritu, la decisión de la dirección de la gran fábrica de ópera de inaugurar la programación 2023 fuera de su espacio natural, es por lo menos poco común. Como sea, el martes 7 a las 20.30, en el Pabellón Ocre del predio que la Sociedad Rural maneja en Palermo, se pondrá en escena Resurrección, un espectáculo con puesta en escena del director italiano Romeo Castellucci, sobre la Sinfonía nº2 en Do menor (Resurrección) de Gustav Mahler. Participará la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Charles Dutoit, junto a la soprano Jaquelina Livieri y la mezzosoprano Guadalupe Barrientos. Las funciones se replicarán el miércoles 8, jueves 9, viernes 10 y sábado 11 de marzo a las 20.30 horas, y domingo 12 de marzo a las 19. Las entradas se pueden adquirir entrando a la página web de Colón.
Con este gran evento, encargado por el Festival de Aix-en-Provence y estrenado en la ciudad francesa en agosto del año pasado, se inaugura también el ciclo “Divina Italia”, una serie de colaboraciones entre el Colón, la Embajada de Italia en la Argentina y el Istituto Italiano di Cultura di Buenos Aires. El ciclo presentará entre otras cosas el Fausto, de Charles Gounod, desde la semana que viene; Il Turco in Italia, de Gioachino Rossini, (septiembre); La Viuda Alegre (entre septiembre y octubre), y Madama Butterfly (noviembre). A lo largo de la temporada contará también con la presencia de solistas de gran prestigio, como el pianista Alessio Bax, los violoncelistas Giovanni Sollima y Mario Brunello, además intervenciones en el ciclo Colón Contemporáneo y producciones para el CETC.
Razones técnicas, que a su vez asisten a cuestiones simbólicas, justificarían la inauguración de la temporada del Colón fuera de sus muros. El espectáculo, que se anuncia grandioso, fue concebido por Castellucci para un espacio informal de grandes dimensiones –en Aix-en-Prevence se estrenó en un galpón abandonado en las afueras de la ciudad– y sobre la música de Mahler prevé una dinámica escénica amplia, que el Pabellón Ocre de la Rural podría contener. Más allá del espacio en el que se encuentra el coro y la orquesta, hay una enorme extensión de tierra negra, que un caballo recorre, husmeando, hasta delatar un resto que poco después identificarán como humano. Desde el comienzo de la música de Mahler se despliega hasta el final una acción lenta e incesante, en la que un equipo de las Naciones Unidas excava en silencio extrayendo cadáveres. Con Resurrección, el Teatro Colón rinde homenaje a los 40 años de la recuperación de la democracia en la Argentina. Una pirueta simbólica sin red, en un año electoral, en el que justamente el Jefe de Gobierno de la Ciudad agita su candidatura a Presidente.
Castellucci, uno de los fundadores en 1981 de la legendaria compañía Societas Raffaello Sanzio –punta de lanza del teatro experiencial en Europa– y más acá en el tiempo distinguido con el León de Oro en la Bienal de Venecia, delegó a sus asistentes esta reposición de Resurrección en Buenos Aires. El director de escena estuvo ocupado en una puesta de Daphne, de Richard Strauss, que acaba de estrenar en la Staatsoper Unter den Linden, de Berlín.
Tierra adentro
No será la primera vez que el Teatro Colón apela a la invencible obra de Mahler para agitar la memoria. En marzo 2006, otros tiempos, la misma “Segunda” del compositor bohemio se interpretó con el Coro y la Orquesta Estable del Colón, las cantantes Mónica Philibert y Cecilia Díaz, bajo la dirección de Stefan Lano. Fue en conmemoración de los treinta años del golpe de estado que dio inicio a la última dictadura. Lo transmitió la Televisión Pública (entonces Canal 7) y hoy se puede ver en YouTube. En aquella ocasión, la actriz Cristina Banegas leyó, antes de la ejecución, un texto poderoso en el que sin dobleces ni simbolismos reivindicaba “la justicia la verdad y la memoria, en defensa de los Derechos Humanos, la Democracia y el orden republicano”. Por entonces el director del Colón era Marcelo Lombardero y el Jefe de Gobierno de la Ciudad, hablando de piruetas, el mismo Telerman.
Compleja en su proyección en el tiempo y también en su génesis, Mahler pensó su “Segunda sinfonía”, en un principio, como una ceremonia fúnebre para enterrar al héroe de la Primera Sinfonía. Compuso entonces Totenfeier, “Rito fúnebre”, un poema sinfónico en un movimiento basado en el drama Dziady del poeta polaco Adam Mickiewicz. Mahler presentó la obra a Hans von Bülow, por entonces el patriarca de los directores, que la bochó enseguida, considerándola antimusical. No obstante el desaire, Mahler compuso tres movimientos más a fines de 1893, pero consideraba que faltaba un final. En 1894, en el funeral del mismo von Bülow el compositor oyó una musicalización de la oda Aufersteh'n (Resurrección) del poeta alemán Friedrich Gottlieb Klopstock y decidió terminar su sinfonía con una musicalización del poema, con algunas modificaciones hecha por él mismo.
Mahler había imaginado un programa narrativo para esta segunda sinfonía, que por entonces sólo reveló en su círculo íntimo y que hoy es muy difundido. En términos sucintos se podría decir que el primer movimiento pregunta si hay vida después de la muerte; el segundo es un recuerdo de tiempos felices de la vida que se apagó; el tercero alude a la pérdida de fe, que reaparece en el cuarto, una canción (“Yo soy de Dios, y retornaré a Dios”). El quinto, tras las dudas del tercero y las preguntas del primero, reconoce la vida después de la muerte, la resurrección. Sobre esas huellas Castellucci trazó un espectáculo que podría interpretarse como la reaparición como una forma de justicia.
Más allá de la marea de simbolismos y sus posibles interpretaciones de Resurrección, el plano terrenal del Teatro Colón en la apertura de la temporada 2023 es por lo menos complicado. Para la puesta de la Rural se prescindió del empleo del Coro Estable, que se suponía ocupado en la producción del Fausto que va en escena desde el martes 14. La explicación resultaría atendible, si no fuera que para la obra de Gounod, una coproducción entre el Teatro Regio di Torino, la Ópera de Israel y la Ópera de Lausanne, no hay vestuarios suficientes para todo el coro, por lo que una buena parte del organismo quedaría de brazos cruzados. “Negligencias en la programación”, manifestaron los artistas en un comunicado difundido días pasados a través de las redes sociales, en el que se refleja el malestar de que para Mahler se los reemplaza por “un coro no profesional”. “En los últimos años venimos observando y padeciendo un constante deterioro de las condiciones laborales y salariales, en concordancia con la tendencia privatista en el ámbito teatral a nivel global”, dice también la comunicación.
El mismo humor impera en el resto de los cuerpos artísticos, que, cabe recordar, terminaron la temporada 2022 manifestando el descontento por las condiciones de trabajo, con pancartas en las escalinatas del Teatro Colón. Clima agitado puertas adentro, cabildeos, reivindicaciones, pedidos de favores y promesas. Y la discusión incesante sobre qué cartel hay que levantar desde el martes, en la apertura de un año electoral.