“En la carpa de prensa van a tener wifi, porque en el resto del estadio no va a haber señal”, avisó al mediodía del sábado Vicky Zapata, la agente de prensa de Lali. Se sabía que unas horas más tarde el estadio de Vélez iba a estar repleto y moverse por la zona iba a ser un caos. Esa noche, Mariana Espósito, conocida por todes como Lali, cerró su Disciplina Tour ante 45.000 personas que estábamos de cuerpo presente y otros tantos miles que lo pudieron seguir en vivo por Star+, la plataforma para adultos del conglomerado Disney.
Y así fue nomás: los y las lalistas que estábamos ahí hicimos que colapsara la red de telefonía móvil y nos transportáramos, por un rato y sin querer queriendo a una era de menos conectividad. Lali nos hizo viajar en el tiempo, no sólo porque estuvimos sin chequear notificaciones en una noche preciosa de luna llena, sino también porque es ella la que está dando pasos firmes para inscribirse en una tradición. Una tradición popular, bien argenta, que conoce y a la que está contribuyendo en tiempo presente. Si Moria es San Putón, la santa de los queers, ya estamos en condiciones de afirmar que Lali es La Reina de los Trolos.
No existe diva sin leyenda
La tradición popular en la que se inscribe Lali condensa y abarca varios universos del pop. Es un camino que empieza de la mano de Cris Morena, la productora y compositora que le dio su primera oportunidad cuando se presentó al casting de Rincón de Luz allá por 2002.
No existe diva sin leyenda y la de Lali cuenta que deslumbró a Cris cuando llegó a esa audición por error; ella había convencido a su hermana de viajar desde Parque Patricios a Palermo para ir al casting de un programa de Telefe que nunca salió al aire, se perdieron y llegaron a un lugar donde no habían sido convocadas.
Eso no fue óbice para quedar seleccionada primero en esa novela, después en Floricienta (donde hizo sus primeros Vélez), la remake de Chiquititas y Casi Ángeles, donde se consagró con su personaje de Mar y se lució cantando con los Teen Angels, en Argentina, España e Israel.
En la puesta de este show se pudo ver cómo Lali combina esa tradición de música y tele abierta con referencias a las grandes divas del pop, desde Madonna hasta Cher, pasando por Shakira, y una dosis bastante grande de argentinidad. Al segmento de música disco, coronado con la presencia de los Miranda! para cantar la versión de Yo te diré que grabaron juntos, le siguió uno de música más cercana al reggaetón, para volver a un pop más melódico y llegar al cierre con el malambo de Malevo. Más argento y más queer, imposible.
Puede parecer una paradoja, pero el clima del estadio era de euforia y de calma al mismo tiempo. Se respiraba la expectativa por saltar y bailar, y al mismo tiempo las personas estaban con la tranquilidad de estar en un espacio seguro, de cofradía si se quiere.
A grandes rasgos, había dos grandes capas de público: por un lado, hombres mayoritariamente gays en sus 20, 30 y hasta 40, y mujeres de todas las edades, desde niñas que no habían nacido cuando estaba Casi Ángeles hasta señoras de 60. Había hombres vestidos con arneses, listos para moverse al ritmo de Disciplina, y niñas con vinchas y gorritos con el nombre de su ídola. En el sector VIP, a la izquierda del escenario, la escuchaban colegas y amigos como Cris Morena, Nicolás Vázquez y Nicki Nicole, influencers como Lizardo Ponce y Momi Giardina, y políticos como la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza.
Los carteles que mucha gente sostenía en la mano para que Lali los leyera en un descanso del show remitían automáticamente a los carteles que la gente llevaba a Playa Grande para que Mirtha Legrand los saludara desde el balcón de sus almuerzos de Mar del Plata.
Algunos de esos carteles hacían referencia a sus canciones, otros le pedían participar del “chape tour” y poder subir al escenario para poder bailar con ella. Uno, muy tierno, decía que Lali se lo había prometido cuando ambas eran niñas. Y, como prueba de su testimonio, había una foto de la artista y la fan en el Gran Rex de principios de siglo. Pasado y presente, cambio y continuidad, como ejes de la fiesta de una artista que sabe de dónde viene y adónde va.
Orgullo argentino
La presencia de Miranda!, la letra de canciones como N5 y Soy, el outfit casanesco de Diva. Es difícil elegir los momentos más queer del show de alguien que se posiciona cada vez más como un ícono de la comunidad y que presentó, hace unos meses, su canción Motiveishon en la Marcha del Orgullo. En este Vélez repleto, la cantó junto a su coautor Martín D´Agosto y generó un pogo irresistible.
¿Cómo elegir los momentos más queer de alguien que hace menos de una semana estrenó una canción que se llama Comprame un brishito y que tiene en su videoclip a Damián Betular? Como si fuera poco, se sabe que uno de los próximos temas que Lali va a lanzar es un homenaje a Moria que incluye su latiguillo de "¿quiénes son? ¿quié-nes son?"
A las once y media de la noche, cuando el estadio se empezaba a desmovilizar, mucha gente gritaba “Argentina, Argentina” antes de dar paso a Muchachos, el himno del Mundial. Era un orgullo de capa doble, el de haber gritado, bailado, saltado y chapado en el show de un ícono queer, y el orgullo encantador de ser argentino.
En las inmediaciones del estadio, había personas que vendían agua y gaseosa, pocas cervezas, y también hamburguesas y panchitos. Mientras algunos iban a buscar el bondi y otros sus autos, había también muchas (muchas) combis que ofrecían viajes hacia el sur del conurbano bonaerense. Era la primera noche fresca de un verano agobiante, la luna estaba llena y Lali nos había hecho olvidar de los cortes de luz y los problemas económicos por un rato, para enlazarnos con la tradición del pop argentino y reconectarnos con el orgullo de ser como somos.