Los problemas de inserción laboral son mayores en la población femenina, especialmente cuando se trata de trabajos profesionales. A su vez, las tareas de cuidado se ubican en el centro de la escena porque están altamente feminizadas y representan una amenaza a la hora de la contratación en empresas privadas o en organismos públicos: se discrimina a la mujer pues concentra ese trabajo invisibilizado y no remunerado.
Este diagnóstico forma parte del último Anuario Estadístico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que incluye un apartado para temas de género. La subocupación horaria y la informalidad laboral también afectan con mayor crudeza al universo femenino.
Si bien las oportunidades educativas suelen presentarse como herramientas esenciales a la hora de conseguir un empleo de mejor calidad, esto parece no aplicar al empleo femenino. La brecha de género se agudiza en el caso del trabajo profesional de alta calificación.
Según las cifras de la Cepal para 18 países de la región, el desempleo femenino alcanza en promedio al 12,8 por ciento de la población con educación de entre 10 a 12 años mientras. Sin embargo, en el caso de los varones esa cifra es del 8,9 por ciento.
En cambio, esa brecha se reduce cuando se tiene hasta 5 años de estudio, ya que en ese caso el desempleo alcanza al 7,2 por ciento de la población femenina y al 6,2 de la masculina. El guarismo es de 3,9 puntos en el primer caso y 0,8 en el segundo.
De modo que en los trabajos menos calificados y peor pagos casi no se discrimina por sexo, a diferencia de lo que ocurre en los de mayor jerarquía. A su vez, las cifras de la Cepal muestran que las mujeres están mejor calificadas que los hombres. Si se considera el rango de entre 25 a 59 años de edad, el 27,7 por ciento de las mujeres tiene más de 13 años de formación versus el 23,5 por ciento de los hombres.
Tareas de cuidado
Lucía Cirmi Obón, subsecretaria de Políticas de Igualdad del ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad, considera que “mientras que el tiempo del cuidado esté mal distribuido va a haber una brecha en la participación laboral entre mujeres y varones. A nosotras nos emplean menos porque faltamos más para cuidar y por la misma razón conseguimos trabajos de menor tiempo”, sostiene.
Las tareas de cuidado son los quehaceres domésticos altamente feminizados y no remunerados. En efecto, las estadísticas de la Cepal muestran que entre los jóvenes de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan, el 17,4 por ciento de las mujeres indica que esto es porque se dedican a las tareas del hogar, mientras entre los hombres esa cifra se reduce al 1,5 por ciento.
También la cuestión de la edad suma vulnerabilidad cuando se trata de cuestiones de género en materia laboral: la desocupación femenina llegó al 22,3 por ciento de la población entre 15 a 24 años, mientras que en el caso de los varones de esa misma franja de edad fue del 17,3 por ciento. En tanto, el total del desempleo fue 10 por ciento entre mujeres y 7,6 por ciento entre los hombres, según la Cepal.
Cuidar con Igualdad
Cirmi Obón también plantea que “existe una brecha en la tasa de formalidad, porque se emplean mujeres mayormente en labores vinculadas con el cuidado que están menos valoradas económicamente y más informalizadas”. De allí la importancia de la sanción de leyes como el Sistema Integral de Políticas de Cuidado de Argentina (Sinca), que todavía aguarda en el Congreso.
Dicho proyecto promueve la ampliación de la oferta de servicios e infraestructura de cuidados para personas mayores, personas con discapacidad y primera infancia y orienta recursos para la formación de personas dispuestas a trabajar en esos roles.
Propone la creación de un registro de las trabajadoras y trabajadores del cuidado de distintas profesiones, porque hay múltiples saberes involucrados. La idea es que ese registro permita la profesionalización de este trabajo. Y establece que cada vez que el Estado firme convenios con espacios de cuidado comunitario transfiera salarios para cuidadoras profesionales.
Por otro lado, el proyecto establece, para el trabajo registrado, un sistema de licencias igualitarias en donde van creciendo los días para los varones y personas no gestantes en un plazo de ocho años, hasta llegar a 90 días posteriores al parto o adopción, lo cual promueve la equidad en el desempeño de esas tareas.