Pedro Pascal es el actor del momento. Encabeza dos series que arrasan: The Last of Us, cuya primera temporada termina el 12 de marzo en HBO Max, y The Mandalorian, del universo Star Wars, cuya tercera temporada está disponible en Disney+ desde el 1° de marzo. De tanto verlo en pantalla, últimamente me estuve divirtiendo con la pregunta: “Para vos, ¿Pedro Pascal es hétero?”. Mi deseo es que no lo sea porque es un bombón. El enigma en torno a su vida sentimental alienta la esperanza. Pero, sin excepción, todes les consultades me respondieron que ¡sí!, ¡más vale!, ¡es hétera total!, ¡qué duda cabe!
Tanta certeza se debe, quizás, a que los últimos personajes de Pascal orbitan en torno a un mismo rol: una masculinidad ruda que se vale de sus armas y aptitudes de combate para proteger a une infante. Situación modélica de padre e hije que, por cierto, se viene repitiendo soporíferamente en casi todas las series y películas pochocleras: junto con The Mandalorian y The Last of Us, podemos contar a Obi-Wan Kenobi, Ant-Man: Quantumania, Thor: Love and Thunder, Avatar: The Way of Water… y no sigo enumerando porque me dormí.
Lo cierto es que, con respecto a Pedro Pascal, no podemos estar seguras de nada. En sus redes personales, se ven los colores de nuestras banderas, y en más de una situación la pose de tipo duro quedó desbaratada por un sutil revuelo de plumas. Por ejemplo, ante los gritos de los fans en una alfombra roja en México, Pascal, entusiasmado, se deshizo en ademanes y admitió: “¡Ay, adoro que me digan Pedrito!”. Brillantina para él y para nuestras ganas de que, al fin y al cabo, su ambigüedad encantadora sea una confirmación. De hecho, ahora que lo miro con ojo de loca, afirmo que Pedrito es, para el modelo de tipo duro, un traidor hermoso.
Decime papi
El actor de origen chileno —nacionalizado estadounidense tras huir del pinochetismo— se consagró con un personaje que abonó las fantasías de una generación. El príncipe Oberyn Martell, clave en la cuarta temporada de Game of Thrones, se paseaba por Desembarco del Rey con unas túnicas divinas; recientemente, Pascal confesó que esas túnicas son lo que más extraña de Oberyn.
Aunque no prescindía del ademán varonil típico entre sus congéneres, Oberyn estaba matizado por una ambigüedad que tensionaba las ingles de cualquiera. En su escena de presentación, lo vimos agarrar —fuerte, con ganas— la verga de Olyvar, el trabajador sexual interpretado por Will Tudor, delante de su compañera Ellaria Sand (Indira Varma). El príncipe Oberyn, además de una bisexualidad sonante, pregonaba una libertad que en otros personajes quedaba truncada por la honorabilidad y la hipocresía. Mejor aún, reforzaba el amor por su compañera Ellaria al compartir con ella todos los matices del deseo.
Aunque duró siete capítulos, Oberyn dejó una huella persistente en Game of Thrones. No solo fue el mejor personaje de la mejor temporada de la serie, sino que propuso una forma de vida diferente en ese mundo ultra regulado por el honor y la penitencia. Oberyn era un rarito: queer o antisocial en los términos de Lee Edelman, tenía amantes e hijes por doquier y ningún respeto por las normas de linaje que oprimían a Poniente. Además, desconcertaba a los fans.
Por ese entonces, el tópico #GayForOberyn —Gay por Oberyn— suscitó largas declaraciones en diferentes redes sociales. Halagado, Pedrito comentó en un reportaje: “Es todo un espectro, ¿verdad? Los hombres heterosexuales pueden enamorarse, y se enamoran de hecho, de otros hombres. Los chicos que me molestaron en la escuela secundaria probablemente estén enamorados de mí ahora. Tal vez estaban enamorados de mí entonces y por eso me molestaron”.
Con todo, Oberyn fue el primero de muchos papitos en el repertorio de Pascal. No era un personaje joven, en todo caso era un personaje ageless. Pedrito, en cambio, hoy está al borde de sumar 48 abriles. Está en la plenitud de la faceta que nos enloquece: es un daddy, más concretamente un DILF (Daddy I’d Like to Fuck), un papito con el que quisiéramos coger.
Lazos de familia
The Mandalorian también es la historia de un papito. Lejos del drama familiar que propuso George Lucas en El imperio contraataca, la serie creada por Jon Favreu y Dave Filoni pone de relieve un tipo de familia regulada por lazos no sanguíneos. Din Djarin es un cazarrecompensas del planeta Mandalore —despiadado, frío— que se encariña con un bebé similar al maestro Yoda. Ese cariño afianza una dupla icónica: el expósito y su protector, el hijo accidental y su padre insospechado.
Si bien la segunda temporada de la serie culminó con una separación abnegada —con lágrimas en los ojos, el rudísimo Din Djarin puso a su protegido en los brazos del maestro Luke Skywalker—, The Book of Boba Fett nos mostró la reunión del cazarrecompensas de Mandalore con Grogu, el “baby Yoda”. El 1° de este mes se estrenó en Disney+ la tercera temporada de The Mandalorian, y de nuevo tenemos a nuestra dupla favorita atravesando la galaxia en busca de aventuras. Grogu y Din Djarin, la familia elegida, el sueño queer.
Algo similar ocurre en The Last of Us. Las asperezas entre Joel y Ellie, los personajes que interpretan Pascal y Bella Ramsay respectivamente, se liman con bastante facilidad porque, de nuevo, son dos contra el mundo. Joel debe proteger a Ellie mientras recorren un país devastado por una plaga —un hongo transformó en monstruos a incontables personas— y una guerra civil. El vínculo es aquí menos cariñoso que en The Mandalorian, pero no menos visible. Pascal, muy pronto, deviene protector y maestro de la adolescente. Ella, por su parte, se revela queer.
Mi hermana, mi corazón
De este lado de la ficción, el chileno celebró públicamente la transición de su hermana Lux. La joven de treinta años se reconoció como mujer trans en 2021. En ese entonces, Pedrito compartió en su cuenta de Instagram @pascalispunk una foto que dice en castellano: “Mi hermana, mi corazón, nuestra Lux. #LuxPascal”. De ahí en más, las apariciones públicas del actor junto a su hermana han sido numerosas. En general, Pedro se muestra orgulloso de su familia, igual que de su origen chileno. Es un recordatorio viviente de algo que a veces se nos olvida: los lazos familiares, igual que el sentimiento de nacionalidad, son motivo de orgullo solo cuando vienen del deseo.
En definitiva, Pedrito Pascal merece toda nuestra atención. Si antes no podíamos sacarles nuestros ojos de encima a sus personajes, ahora no debemos sacárselos a él. En un contexto donde nuestros referentes en el mundo del espectáculo pierden brillo, el encanto de Pascal deslumbra y conmueve. ¡Pedrito corazón!