A las dos de la tarde del 8 de marzo el tren del ramal Roca hacia Constitución está bastante concurrido. Una mujer de rostro cansado lleva dos cajas de tergopol con un cartel que dice “marcianitos”: “Voy a vender a la marcha”, me cuenta. La Estación Plaza Constitución desborda de grupos que se convocaron para movilizarse. Se dirigen en manada hacia el subte C que en menos de un minuto se llena de mujeres, lesbianas, travestis, trans, no binaries, trans masculinidades, de todas las edades. Un subte heterogéneo, amplio, diverso, como lo es cada marcha de la huelga transfeminista del 8 de marzo.
“Estación Avenida de Mayo combinación con línea A” dice la voz parlante del tren, una voz femenina que no debería estar trabajando. Allí bajan todas y todxs, solo quedan algunos hombres, ejemplo que deberían imitar aquellos varones cis heterosexuales que ese miércoles estuvieron ocupando las calles. A medida que subía las escaleras para salir del subterráneo se escuchaban los tambores, cada golpe era una invitación a sumarse al encuentro.
A las 15 en el cemento sofocante de la Ciudad de Buenos Aires la temperatura parecía estar cinco grados más arriba de lo que marcaba el Servicio Meteorológico Nacional. Un calor extremo, en parte consecuencia de la crisis climática, que no puede frenar la presencia en las calles de un movimiento que llegó para cambiarlo todo. Una piba agarra una botella de agua y la vacía en su cabeza. Tiene un cartel que dice “Ley de humedales ya” y es que cada 8 de marzo confluyen una diversidad de reclamos y demandas que exceden a las referidas a la inequidad laboral entre hombres y mujeres.
Séptimo paro transfeminista, atrás quedó aquel comercializado “día de la mujer” en el que el capitalismo de la mano de su esposo el patriarcado hacían de las suyas para borrar toda genealogía de lucha y lo convirtieron en un día para regalar flores y bombones.
Recuperar la historia para transformarla en lo que siempre fue: un día de lucha. Evocando a las obreras que estuvieron en la primera línea de batalla aquel 8 de marzo de 1908. Reivindicando a las ancestras que resistieron frente al avance del colonialismo que llegó para saquear, explotar y destruir territorios. Hoy y desde hace siete años la huelga feminista inundó las calles.
“Vengo a marchar porque cuando era chiquita mi papá golpeó a mi mamá y quiero que eso no le pase a ninguna otra mujer”, dice Natalia, tiene 12 años, va de la mano de su hermana mayor Guadalupe. Apago el grabador. Natalia rompe en llanto, las tres nos fundimos en un abrazo.
Las columnas más encendidas son las de los centros de estudiantes de los colegios secundarios; cantan, bailan, se maquillan. Por el costado de la calle pasa otra columna pequeña de trabajadoras, caminan al compás de la comparsa. Las escolta una camioneta, arriba del techo va sentada una mujer arengando con el puño en alto, las estudiantes la ven y la celebran. Saludan, gritan, ríen.
De pronto tres dotaciones de Bomberos de la Ciudad irrumpen en la marcha, esta cronista desconoce las razones, sin embargo, lo que cabe destacar de ese momento es el instante en el que se hace presente una bombera y tres pibas corren a abrazarla, ella sonríe. La calle se tiñe de violeta siguiendo la tradición de las sufragistas. Pañuelos, banderas, carteles que simbolizan la lucha transfeminista. La fuente de agua Avenida de Mayo y 9 de Julio fue un alivio para muchas y muchxs y un lindo escenario para sacarse fotos.
Ese fue el punto de encuentro de Orgullo Disca, un grupo de personas con discapacidad y aliades, horizontal, autónomo e independiente que lucha por sus derechos. “No todas las corporalidades pueden movilizar, poner el cuerpo es una noción que está en discusión y vamos a modificar todo lo que haya que modificar para que el feminismo sea anticapacitista o no sea nada”, cuenta Laura, tiene una remera que reza “arderá el capacitismo”. Está junto a Salvi, compañere de grupo: “Necesitamos un feminismo accesible, que nos tenga presente, que nos convoque a las asambleas, les neurodivergentes también somos parte del feminismo”, asegura.
“Vine con mis compañeras del Centro de Jubilados de la Comuna 5, acá no se festeja nada sino que se celebran demandas porque no queremos ni flores ni bombones queremos igualdad en el salario”, dice Alicia. El grupo Gordes Conurbanes montó en la calle una performance para cuestionar la industria de la dieta, en la que destrozaron una torta con la cara de Alberto Cormillot. “Estamos acá para visibilizar la violencia estética que oprime nuestros cuerpos que también es violencia machista, queremos que todas las corporalidades podamos vivir libres”, dice Roxi.
Este 8 de marzo, hubo dos marchas -algo que viene repitiéndose también cada 24 de marzo- que tuvieron distintos puntos de llegada. Las organizaciones de izquierda marcharon hacia Plaza de Mayo. El movimiento Ni una Menos y las organizaciones del campo popular lo hicieron hacia el Congreso. Durante la mañana, militantes agrupadas en el Frente Popular Darío Santillan (FPDS) y la colectiva feminista Tatagua realizaron un corte parcial en el Puente Pueyrredón, “con el fin de poder generar una acción disruptiva y diferente, frenando nuestra productividad en los espacios de trabajo para demostrar que sin nuestra fuerza y sin nosotres el mundo se para”, asegura Tamara Kallsen, militante del (FPDS).
“Hoy reivindicamos la lucha transfeminista, gritamos dónde está tehuel, en memoria de las compañeras históricas, por un salario digno y por la efectiva implementación del cupo laboral travesti-trans”, reclama Gala Olimpia, activista de La Matanza. Por la avenida 9 de julio cortado al tránsito asoma una bandera gigante que dice “Eran niñas” son un grupo de mujeres que integran la Campaña Internacional Aparición con vida de Lichita y Libertad a Laura Villalba. El 2 de septiembre de 2020 un grupo especial del Ejército paraguayo secuestró a Carmen Elizabeth Oviedo Villalba, Lichita, que entonces tenía 14 años y asesinó a sus dos primas, Lilian y María, de 11 y 12 años. Laura, mamá de María, se encuentra injustamente detenida en una cárcel de Encarnación por “violación al deber de cuidado, educación y violencia familiar". “Estamos denunciando al Estado infanticida y terrorista de Paraguay por la tortura y ejecución de Lilian mi hija y Maria mi sobrina, exigimos la aparición con vida de Lichita que está desaparecida desde el 30 de noviembre del 2020 en un operativo militar policial encabezado por jueces y fiscales y muy festejado por el presidente infanticida de Paraguay Mario Aldo Benítez. Denunciamos también una causa armada contra Laura Villalba, única procesada que será sometida a un juicio arbitrario e ilegal el 20 de abril”, explica Myriam Villalba.
Desde el colectivo Ni una Migrante Menos reclamaron por un feminismo internacionalista que denuncie la masacre que está llevando a cabo la dictadura de Dina Boluarte en Perú y el sobreseimiento inmediato de Zaida Mamani, madre migrante injustamente imputada y sin pruebas por el asesinato de su hija. La colectiva anticarcelaria Yo no fui y la organización No tan Distintes dijeron presente en la marcha por un feminismo antipunitivista, movilizadxs contra las violencias que sufren sus compañerxs privadxs de libertad y en situación de calle.
“Tenemos muchos motivos para salir a las calles de todo el país. Mientras el ajuste avanza empobreciendo la calidad de vida de millones, las mujeres son las principales afectadas por la precarización laboral, por el desempleo, por la doble jornada que esconde que en este sistema las tareas domésticas, de crianza y de cuidado no sean reconocidas como tales, como trabajo. Esas tareas sociales, que recaen esencialmente sobre nosotras, los capitalistas no las pagan, a pesar de que son imprescindibles para que otros miembros de la familia puedan ir a trabajar", sostuvo durante la marcha la diputada y precandidata a presidenta por PTS en el Frente de Izquierda Unidad, Myriam Bregman, quien junto a organizaciones de izquierda y la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito marcharon hacia Plaza de Mayo.
Calles abarrotadas de gargantas gritando que no hay democracia posible con trabajadoras y trabajadorxs sumidxs en la precarización, porque son las cocineras las que paran la olla todos los días en los comedores aun cuando ese trabajo no es reconocido. Son las vidas de las mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis y transmasculinidades las primeras afectadas cuando se paga al FMI por eso hoy las paredes de todas las plazas dicen “la deuda es con nosotras y nosotrxs”.
Esas gargantas también vociferan que no hay cumplimiento efectivo de derechos sin una reforma del sistema judicial, porque es la justicia la que criminaliza a las mujeres por defenderse de la violencia machista y persigue a las madres protectoras que denuncian abusos intrafamiliares.
8 de marzo día ideal para presentar un proyecto en el Congreso de la Nación como el que llevaron las cocineras comunitarias de los comedores populares de la Argentina para que se reconozca su trabajo con un salario y tengan derechos como trabajadoras. “Hace más de 30 años que los comedores populares, comunitarios son los que sostienen las ollas, los que sostienen la alimentación en los barrios populares de la Argentina. Hay más de 5000 barrios populares y los sectores más empobrecidos son los que necesitan de una asistencia alimentaria, que es lo que nosotros hacemos en lo cotidiano cuando hacemos la olla, el comedor, el merendero. Estos comedores están reconocidos por el Ministerio de Desarrollo de la nación, porque hay un registro que es el Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios (ReNaCoM), ahí se registran a través de una página los comedores y son reconocidas entre comillas, las cinco personas que pueden trabajar, no se puede registrar a más personas”, explica la “Negra” María Claudia Albornoz de La Poderosa.
Hay comedores que preparan platos para 200 o hasta 500 personas, es impensado que ese trabajo lo sostengan entre cinco. “Recordemos que en Argentina hay 16 millones de personas que viven en situación de pobreza y 10 millones que necesitan asistencia alimentaria. Esto subió notablemente en la pandemia a 12 millones y hoy la inflación nos come los pocos ingresos que vamos consiguiendo a través de nuestra economía popular, esa que funciona en los barrios desde la que hace changas, la que sale a limpiar casas, la que trabaja en un negocio que, por lo general, son negocios no registrados o informales, esos pocos ingresos que vamos consiguiendo se ven borrados por la alta inflación que que azota al país y eso nos dificulta muchísimo llevar la alimentación a nuestras familias, por eso es tan importante que se entienda que el trabajo comunitario es el que sostiene a estos barrios populares.”
Ese trabajo sumamente necesario para los barrios continúa sin ser reconocido, por eso este 8M las cocineras estuvieron juntando firmas en todas las plazas del país “porque entendemos que esto tiene que ser una ley del pueblo” asegura Albornoz y agrega: “Necesitamos juntar 500 mil firmas y generar conciencia sobre el derecho al salario para las cocineras comunitarias, un derecho que se le viene negando a muchísimas mujeres y disidencias sexuales hace mucho tiempo en la Argentina”.
Lucy Cavallero, militante lesbiana feminista de Ni Una Menos destaca la importancia política de la organización asamblearia de este nuevo paro que permitió enunciar cada una de las demandas: “Este año seguimos diciendo que la deuda es con nosotras y con nosotres, que hay un impacto de lo que fue el acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional por Mauricio Macri pero al mismo tiempo refrendado y que hoy en día estamos pagando y que eso está teniendo efectos muy concreto en la vida de las trabajadoras y les trabajadores y por eso las demandas tienen un eje muy claro de violencia económica, salarios que no le dan a la inflación, la baja de los planes Potenciar Trabajo y la necesidad de que se avance en medidas redistributivas que efectivamente puedan mejorar la autonomía económica para quienes están en una situación de violencia pero también porque no nos merecemos vivir de esa manera, por eso hay un eje muy importante en lo económico. Este año la novedad es que hay un acuerdo en denunciar de manera más clara y en un lugar jerarquizado el papel patriarcal, racista y colonial que tiene la justicia en nuestro país en ese sentido apoyar el juicio político a la Corte Suprema, denunciar el modo de actuar de la justicia que está siendo el brazo ejecutor de la criminalización, la persecución y la proscripción de lideresas populares no solamente Cristina sino de las mujeres mapuche, de la compañera Pierina Nochetti, que está con una contravención acusada de hacer una pintada que pregunta ¿Dónde está Tehuel?. La Justicia hoy es un brazo muy importante de la violencia política que padecemos mujeres, lesbianas, travestis, trans, como forma de disciplinamiento, al momento de hacer política.”
Las calles volvieron a ser nuestro espacio de rebelión, ese encuentro que también fue una fiesta de abrazos y bailes por sabernos unides y caminando. De eso se trata todo esto, de defender la vida en las calles, esas vidas que quieren dominar, controlar, violentar, silenciar. Una vez más nos une el deseo de ser libres, la calle fue nuestra locación para la celebración, evocando las vigilias por la legalización del aborto y las plazas de los Encuentros Plurinacionales, la ranchada generalizada de pibis cada vez más jóvenes. Retornando a Plaza Constitución un grupo de mujeres se dirige hacia las explanadas de los trenes tocando batucada. Así es la lucha transfeminista, en manada porque nos movemos juntxs y nos protegemos, creando e imaginando otros mundos posibles, menos hostiles, más libres.