Así que para vos no pasa nada, pendejo. No pasa nada. Quemaste a cuatro pibes, al que se la tenías que dar se rajó y para vos no pasa nada. ¿Cuántas veces te crees que lo vamos a tener así entregado al pelotudo ese? Y a vos se te voló, infeliz. Es al pedo, las corazonadas no están porque sí, hay que darles bola. Si te vi cara de pelotudo, es porque eras un pelotudo. Me hacés acordar al Yona, mirá. Y el Yona sí que era un pelotudo.
A ése, como a vos, tendría que haberlos rajado de entrada, nomás; pero como el pibe era entrador, rubiecito, me engañé a mí mismo y le abrí las puertas a otras expectativas, ¿entendés?, como con vos. Me vino así, en patas a la delegación, con el frío que hacía esa tarde y él como si anduviera caminando en las arenas de Copacabana.
No grités, pelotudo. No grités que todavía no te toqué.
El Yona. El Yona. ¿Vos lo llegaste a conocer? Un pelotudo, el Yona. Me lo mandó la madre; flor de puta, la madre. Estaba buena de pendeja, pero ya después le empezó a colgar esa panza de hipopótamo que les tapa la raja a todas las gordas de tu barrio. Es genética de las féminas de ahí, parece: apenas florecen, están para el reviente, pero un par de años después están que revientan. Las preñan temprano, debe ser; paren al mocoso, se embarazan de nuevo, paren, se embarazan y así hasta que con cuatro o cinco a cuestas no saben de dónde van a sacar el mango para la fritanga. Y encima faloperas. Todos iguales, como si no los conociera yo a todos ustedes.
Cerrá el orto, cagón, dejá de llorar que no te hice nada.
El Yona, todo roñoso, rubiecito. Me dijo que lo mandaba la madre para que le dé trabajo. Alejandra, me dice que es la vieja. Y yo sabía perfectamente quién era Alejandra. Nos debía plata. No mucha, pero sumaba; así que le dije: bueno, pero el primer mes no te voy a pagar y con eso quedaba saldada la deuda de tu vieja. Y si va todo bien, si considero que podés seguir, entonces te empiezo a tirar unos mangos. ¿Cuánto me van a pagar?, me encaró el mocoso. Era un caradura. Y entrador. Boludo pero simpático, así como vos. Le dije el número y los ojos se le pusieron como dos platos. Vení mañana a las 3 de la tarde, le dije. Y te quedás hasta las 10. En el hueco va a estar el Brian; él se va a quedar con vos un rato para explicarte; después va a llegar el Jede para acompañarte el resto del día. El Jede va a estar con vos la primera semana, después te la vas a tener que arreglar solo. Así, como te expliqué en su momento a vos. Y el Yona decía que sí a todo y lo más probable es que ni siquiera me escuchaba. En su puta vida había visto esa plata toda junta. Se fue gritando. Tuve salir ir a darle un coscorrón para que se callara. Primera lección: cerrá el buche, pendejo pelotudo, le dije. Y ahí mismo, ese día, con ese coscorrón, tendría que haberle dicho: no, mirá, mejor no, no estás hecho para esto.
Hay una cosa que me preocupa enormemente, vos ya lo sabés y por eso te pedí siempre que te quedaras en la escuela, que te instruyas, siempre y cada vez más. Tenías que cultivarte, si querías escalar conmigo. Porque vos sabés que me preocupa mucho la incomprensión, los ruidos que se dan en una conversación cuando el otro posee un vocabulario tan limitado. Si yo te decía “cultivate”, no era porque pretendía que armés un planterío de cogoyos en el fondo de tu casa, significaba que tenías que estudiar, tenías que aprender. Esto es un negocio: se mueven números, se mueven voluntades. Yo te lo dije. Pero no: dejo una nota para avisar lo que sea y después veo que ustedes escriben esos papelitos con unas faltas de ortografía abismales, animales. ¿Qué carajo entendían cuando leían las palabras bien escritas? ¿Recibían el mensaje correcto? Evidentemente no. Y eso me preocupa mucho, pibe. Y con Yona, como con vos, intenté ser claro desde el primer instante. Yo fui un boludo, les tenía fe.
Al Yona le enseñé así como te enseñé a vos. Lo instruí para el mando, pero sobre todo para la obediencia. Vos podés ser el más poronga de la cuadra y de la escuela, nene, pero arriba tuyo hay otro más poronga que vos; y arriba de ese poronga hay otro poronga más grande; y arriba de ese otro u otros aún más grandes y así hasta más allá de donde te da el culo y la capacidad de comprensión. Uno nunca termina de saber quién es el pija que maneja a todos los pijas. Ni yo lo sé. Pero ustedes, pendejos, creen que se las saben todas y no saben una mierda de nada. Mirá, Yona, me acuerdo que le dije; mirá, acá en la canchita sos vos el que manda; el Jede más allá del arroyo y Kiko desde la avenida hasta el campito. Pero si yo vengo y digo jota aunque vos hayas ordenado antes zeta, se hace jota, ¿entendés? Porque el dueño de tu culo soy yo.
Sí, dotor, claro, dotor, corte que sí, dotor. Dotor esto, dotor lo otro, dotor aquello; ¡Dotor las pelotas si después hacen lo que se les canta el orto, la concha de tu madre! Y se dice doctor, pelotudo. No dotor. Doc-tor.
Ustedes ni siquiera se dan cuenta de las cagadas que se mandan porque no entienden nada. No saben hablar, no entienden nada. ¿Y yo? ¿Qué tengo que hacer yo, decime? ¿Qué tengo que hacer yo con vos, con las Alejandras, con toda esta gente de mierda que me viene todos los días a pedir cualquier cosa como si yo fuera Papá Noel?
Tenías al pelotudo recontra entregado y te venís a cargar cuatro pibitos. Mirá el quilombo que se armó. Mirá el mambo que armaste. ¿Vos te crees que en la cana se pueden hacer los boludos con todos los periodistas ahí? Decime. No, no, no, me digas nada. Son preguntas retóricas. Re-tó-ri-cas. Retóricas. ¿No ves que sos una bestia? Tendría que haberte dado salida antes, como al Yona, si sos un pelotudo como era él.
No grités, que todavía no te hice nada.
Uno puede tener paciencia incluso con eso, porque se espera a que se cansen, se apaga las lucecitas y ya está. Pero ahora van meter al ejército al barrio. Sin armas, dicen. Sin armas las pelotas. Te van a marcar a vos y a todos los pelotudos ignorantes como vos. ¿Escuchaste que están diciendo que hacemos terrorismo, no? Narcoterrorismo, dicen. ¿Escuchaste, pendejo? Narcoterrorismo. ¿Y vos sabés lo que le hacían los milicos a los zurditos terroristas de tu edad, boluditos como vos? No, no sabés una mierda porque nunca me hiciste caso. No leíste, no estudiaste, no te cultivaste. Tendría que haberte cortado el pelo antes, yo a vos. Pero te solté piola y lo único que hiciste fue abusar de esta mierda blanca para andar como si después de vos no existiera el mundo.
Ya les solté un pajarito bobo para que le peguen el zarpazo. Porque si te marcan a vos te van a querer hacer cantar. ¿Y sabés como le daban letra a los canaritos pelotudos como vos? ¿Sabés cómo conseguían que les dijeran lo que sabían y lo que no sabían también? No, no sabés una mierda, nunca entendiste una mierda, pendejo. Pero yo te lo voy a pasar a explicar. Enchufá, Turco. Yo te lo voy a explicar. Ahora sí, pendejo, ahora sí empezá a gritar.