Mauricio Macri todavía no eligió postulante para las elecciones presidenciales. Deshoja la margarita entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta como precandidatos del PRO. Tampoco descarta escoger un tercer candidato, que casualmente se llama Mauricio Macri. Pero lo que sí eligió es el contrincante: Axel Kicillof. A él se dirigen hoy los ataques más organizados, que encabeza una poderosa familia de San Nicolás.
“Después del discurso de Axel ante los legisladores, el lunes último, es difícil acusarlo de no conocer los problemas”, dijo un funcionario cercano al gobernador bonaerense. “Los legisladores saben, porque también lo saben los intendentes de sus distritos, que pueden criticarlo pero que él recorre y que además atiende el teléfono y pone al gabinete a negociar si hace falta”, siguió. “Entonces, lo que vemos que hace el PRO es agrandar temas que puedan sonar confictivos o que representen un conflicto, ponerles una lupa y machacar.”
En los últimos días hubo dos asuntos que se prestaron a ese juego. Uno fue la temperatura y el cierre de escuelas. El otro, la discusión por IOMA, la obra social de los empleados públicos de la Provincia.
Este diario informó en detalle sobre uno de los ejes de poder del PRO en la provincia de Buenos Aires. Se trata de los Passaglia, un verdadero clan con el ex intendente de San Nicolás, Ismael Passaglia, a la cabeza, y con el actual intendente, Manuel Passaglia, hijo de Ismael, como enlace operativo. Otro hijo, Santiago, es diputado provincial del PRO. Don Ismael era peronista hasta que se pasó a las filas de Macri con toda la familia a cuestas.
Los Passaglia tienen con qué entretenerse. Declaran en la Justicia federal por una causa de enriquecimiento ilícito y están en conflicto con la Suprema Corte bonaerense y con la ministra de Ambiente, Daniela Vilar, por el manejo de la reserva Aguiar, un humedal junto al Paraná.
Pero además el municipio de San Nicolás resolvió encabezar una cruzada contra el IOMA. Manuel anunció que sacaría a los municipales de esa obra social. Inmediatamente tomó la bandera Diego Santilli, precandidato de Horacio Rodríguez Larreta a la gobernación. “Nos cansamos del desastre de IOMA y de la inacción de Kicillof”, tuiteó el intendente. “Falta menos para que laburantes tengan la obra social que se merecen”, citó y tuiteó Santilli, que omitió cuál sería el nombre del merecimiento. Y Macri, subido a la ola Passaglia, escribió que “se tienen que caer todas las vacas sagradas”. Agregó que “es hora de terminar con todos los sistemas ineficientes, corporativos y mafiosos que se apoderaron de la Argentina”. Igual que Santilli, no dejó escrito cómo reemplazaría tanta ineficiencia. En cuanto a la palabra “mafiosos” en su boca, es público que la usó de entrada durante su gobierno, a fines de 2015, para aludir tanto a la Asociación Bancaria como a un fallo del fuero laboral que dio por ajustado a Derecho un convenio de los bancarios con su patronal. En ese entonces Macri dijo que los laboralistas y los jueces son una “mafia” y le adjudicó el comando al entonces diputado Héctor Recalde.
El segundo asunto (escuelas y calor) es una encerrona difícil de resolver actuando a las apuradas. Según confió un allegado al gobernador, “Kicillof no podía de ninguna manera hablar de la educación como prioridad el lunes por la mañana y ese mismo, por el calor, cerrar las escuelas que habían empezado sus clases el miércoles anterior, el 1° de marzo.”
La encerrona buscada por la oposición se explica fácil: la provincia de Buenos Aires tiene más de cinco millones de alumnos. Un monstruo como San Pablo. No hay forma de que una gestión, aunque se dedique a tiempo completo a mejorar la infraestructura, pueda cambiarla drásticamente. Sobre todo en edificios antiguos, o mal ventilados, o de un cubicaje de aire tan gigantesco que sea imposible de refrigerar. “Con esto pasa lo mismo que cuando hay un asalto y muere alguien”, dijo una funcionaria que pidió reserva de su identidad. “En caliente lo que nunca hay que hacer es salir a hablar de estadísticas, porque aunque sean reales no son audibles.” La conclusión sería similar en el caso de las escuelas. Aunque sea real el avance en construcción de nuevos edificios y en reconstrucción de edificios viejos, en días de 40 grados de sensación térmica nadie estaría disponible para escuchar la historia de esas obras. Entretanto el ministro Alberto Sileoni fue taxativo: "40° de calor, clases; se cae el mundo, clases; llueve, clases". Ante esa actitud, Santilli debió decir, módicamente; que "suspender las clases nunca puede ser una opción". Agregó, eso sí, un reclamo: "Que Kicillof se haga cargo de garantizar las condiciones para que suceda".