Quizá por nuestra forma de ser este asunto de tener gente no formada en estas tierras, algunas cosas llaman la atención. En otras culturas, no es un asunto que merezca demasiados análisis. Simplemente se acepta y punto. El básquet argentino construyó una identidad de la que la mayoría se siente orgullosa. Por eso hoy genera cierta curiosidad o sorpresa que se mencione la posibilidad de que dos jugadores con formación completamente estadounidense se incorporen a la selección nacional.

Se trata de Erik Thomas y de Daniel Amigo, con dos historias diferentes, pero con un punto en común. Ambos fueron figuras en el torneo universitario de la NCAA, en los Estados Unidos. Y los dos son observados por el cuerpo técnico de la selección.

 

El hijo del histórico Jimmy

En el segundo lustro de los 80, en los albores de la Liga Nacional, llegó James Thomas a la Argentina. Jugó en Estudiantes, de Bahía Blanca, pero luego pasó por Olimpo, Ferro (fue campeón en 1989), Gimnasia de Comodoro y Boca. Más tarde, jugó el Torneo Nacional de Ascenso, con Echagüe.

Jimmy, como todos lo conocían, se adaptó muy bien a la vida en la Argentina. Conoció a la bahiense Fabiana Díaz y con ella tuvo dos hijos, Sthefany y Erik.

Erik nació el 16 de enero de 1995 en Paraná y pasó toda su infancia en la Argentina. De acuerdo al trabajo de su padre, debía mudarse. “Por eso no tengo recuerdos de la ciudad en la que nací”, cuenta Thomas desde Louisiana, donde vive actualmente. Fue así como también vivió en Bahía Blanca y en Trelew. En estas dos últimas ciudades es donde tiene muchos amigos, con los que todavía sigue en contacto. Tuvo una experiencia breve con una preselección Sub 17 en 2012, pero ahora su sueño es mayor: “Quiero sentir la camiseta argentina en el pecho”, le dice a Enganche.

Cuando Jimmy dejó de jugar, la familia se trasladó a EE.UU. “Tenía siete años. Fuimos a Wesley Chapel, en Tampa, Florida. Primero estuvimos en la casa de mi tía, luego en un departamento y cuando mi papá consiguió mejores trabajos, logramos tener una casa. Al principio fue difícil, porque yo no hablaba nada de inglés. Lo entendía, pero respondía en español”.

Erik representó a la universidad de New Orleans, donde se graduó en Managment y negocios. Con físico de alero, se desempeñó como ala pivote. Es fuerte, buen anotador y rebotero. En su última temporada con los Privateers fue el goleador de su equipo con 19,3 puntos por partido.

Hoy, con 21 años, tiene que empezar su carrera profesional: “Tengo que conseguir trabajo. Mi prioridad es la NBA, pero no es fácil. Si es necesario ir a Europa, lo puedo hacer. Tengo que analizar cuál es la mejor posibilidad”.

 

Daniel se empieza a amigar con los argentinos

Juan Andrés Amigo vivió hasta los 30 años en la Argentina, más precisamente, en Caballito, hasta que se fue a EE.UU. en busca de trabajo. Se instaló en El Paso, cerca de la frontera con México. Conoció a Socorro, una mexicana con la que tuvo dos hijos: Alejandro, que jugó muchos años al fútbol americano, y Daniel, que prefería el fútbol al principio, pero al final eligió el básquet porque es muy alto (2,08 metros). Además, es muy ágil para el puesto que ocupa (pivote), tanto que despertó la atención de la selección argentina.

En el mes de junio, luego de concluir la temporada con la universidad de Denver en la NCAA (estudia Finanzas), se reunió en Nueva York con otros jugadores argentinos para entrenarse. Estuvo con Facundo Campazzo, Luis Scola, Patricio Garino, Ayan Carvalho y Máximo Fjellerup. Daniel habla español, pero con acento mexicano. Por eso intercambió bromas con Fjellerup, jugador de Bahía Basket, en el siguiente diálogo en las redes sociales: 

Máximo Fjellerup: -“#MexicanFriend 

@danielamigo44”.

Daniel Amigo: -“Soy argentino boludo. Ya párale con las boludeces”.

MF: -“iaaa weii!! Para que la gente te conozca”. 

DA: -“Pos que me conozcan como argentino, no mexicano, wei”. 

Y ante la pregunta de Enganche sobre quién era el más bromista del equipo, si Campazzo o Fjellerup, no dudó: “Es ‘El Max’”.

Daniel no conoce la Argentina y hasta tuvo que tramitar su pasaporte. “Quiero ir a Buenos Aires y ver en dónde mi papá creció. Después me gustaría recorrer el país. Nunca tuve la oportunidad de ir. Esta primera vez voy a ir solo, porque no tenemos dinero para que me acompañe nadie de la familia”.

En el torneo universitario, con Denver, tras dos años con poca actividad, en la última temporada su crecimiento fue exponencial. Dice que se trató del cambio de DT. No jugaba con Joe Scott y ahora recibió más oportunidades con Rodney Billups, el hermano del ex campeón de la NBA Chauncey, que dijo: “Es hábil y atlético, pero es perezoso. Estamos trabajando en darle más responsabilidades”.

El primer contacto que tuvo con la selección fue un mail de Luis Scola, que le dijo que seguía sus partidos. Y lo invitó a sumarse algún día a un entrenamiento, algo que finalmente ocurrió en Nueva York.

La Argentina no tiene muchas variantes para el puesto de pivote. Es la posición que siempre resultó más difícil de cubrir y eso le abre una puerta. “Mi objetivo es poder llegar a Tokio 2020 con la selección”, dice. Pero para llegar allí habrá que pasar primero la eliminatoria. Un camino clasificatorio que esta vez podría tener ayuda norteamericana para la Argentina.