Mientras el fallido asalto comando a un avión con 32 millones de dólares (en el aeropuerto neurálgico de Santiago de Chile) rankea esta semana como la noticia más leída sobre el país vecino, en el otro lado de la Cordillera buscan consenso para redactar la nueva Constitución. Se trata de una de las principales consignas de Gabriel Boric para llegar a la presidencia de ese país, devenida desde septiembre pasado en una de las mayores desilusiones de lo que va de su gestión al no poder consumarse en su primer intento de articulación. Si bien fijó residencia en España, Javiera Mena se encuentra desde hace dos meses en su terruño natal. Aunque para ella es imposible desentenderse del intenso vendaval mediático que sacude a esa sociedad austral, la artista de 39 años intenta concentrarse en la promoción de su nuevo disco de estudio, Nocturna (2022), inspirado en el estallido surgido allá en 2019.

“No estoy metida cien por cien en todo el asunto político”, reconoce la gran figura del pop chileno al otro lado del teléfono, antes de regresar a Buenos Aires para presentar en vivo su quinto trabajo de estudio el domingo 12 a las 21 en Niceto Club (Niceto Vega 5510). “Me parece que hay un desencanto hacia esos ideales que tienen una esencia muy noble: igualdad, feminismo… Aunque al final, por más nobles que sean, son muy difíciles de ser llevados adelante. Se los terminan comiendo el poder y los intereses. Creo que la astucia de los gobiernos progresistas de izquierda, tanto en Chile como en el resto de Latinoamérica, es salir del ojo del huracán. La gente está poniendo su atención en esos ideales que se venden, pero que en definitiva no se cumplen. Eso da pie para que luego aparezcan los Bolsonaro, los Trump o el Brexit, que son fenómenos votados por ese mismo pueblo”.

-Siempre que se habla de pop, aparece dando vueltas ese condimento banal que suele caracterizarlo, pero vos sos una excepción a la regla. ¿Es posible que la reflexión y la distensión puedan convivir en un mismo espacio?

-No creo que el pop sea banal. Es una vía natural y orgánica que se fue dando en el arte y en la sociedad para escapar de lo denso que es el poder. En HBO hay un documental sobre canciones y ahí aparece Madonna contando la historia de “Holiday”. Cuando la hizo, la pensó como una escapada a la tensión y a las guerras. Si todos nos pudiéramos ir algún día de vacaciones, sería bacán. El pop no evade nada, sino que es un cariñito para el alma. La música habla sin tener palabras y te pueden llevar a un relajo. Hay cantantes que se comprometen, como en el hip hop, pero lo que aporto y mi militancia tienen que ver con ofrecer un respiro a un mundo complejo.

-¿En qué inspiró el estallido chileno a Nocturna?

-Durante esa época había un fuego en las discotecas, a la noche, que nunca había percibido. Las cosas que se cantaban, cómo la gente se las arreglaba para juntar ese fuego. Yo no pretendía hablar de tirar piedras ni de incendiar nada. Mi manera de cantar acerca de la política es más cercana a la de Pet Shop Boys en una canción como “Rent”.

-Nunca tuviste reparos en referirte a tu homosexualidad, pero en este disco por primera vez cantás abiertamente sobre ella.

-“La isla de Lesbos” es una de las canciones más políticas del disco. Aún sigue siendo motivo de mucha rabia y mucho odio que una mujer celebre su amor entre mujeres. Esos son mis aportes a la sociedad, que vienen además desde un lugar luminoso.

-Con los avances que experimentaron los discursos y la legislación sobre la identidad de género en los últimos tiempos, ese rechazo hacia el lesbianismo parecía superado.

-A veces creo que vivo dentro de una burbuja. Te vas al Chile profundo, donde todavía pesa la religión, o a Perú, y están en otro momento. Todavía faltan referentes. Desde Freddie Mercury, el gay siempre estuvo presente en la cultura pop. Pero si te fijas bien, no hay muchos referentes lésbicos. Pese a que estamos más avanzados que antes, aún estamos atravesando un proceso evolutivo. También hay lesbofobia invisible. Mi canción “La isla de Lesbos” no la quisieron pasar en algunas radios porque hay programadores que sienten rechazo por un tema así.

-Por más que ya sos un icono a nivel regional, tras dos décadas de trayectoria, la lucha contra la adversidad es lo que mejor define a tu obra. ¿De dónde sacás esa fuerza?

-La lucha no para… Esa adversidad es lo que me da fuerzas. Es algo parecido a una manera de vivir y define mi música. Es un Eros encendido y me gusta que sea así. Lo veo de una manera creativa. Es un motor que, una vez que lo controlo, se transforma en lo que soy. Los artistas que me gustan también enfrentan una adversidad. Lo miro de manera positiva, porque si no me la pasaría amargada.

-Las canciones del disco dosifican la intención bailable tan propia de tu manera de entender el pop. Eso permitió que, sin ser un álbum conceptual, hayas desarrollado un relato.

-Eso también tuvo que ver con que siento que estoy encontrando mi manera de cantar. Ahora que estoy tomando clases y explorando mi voz, pienso que mis discos anteriores partían de la melodía, porque me gustaba, pero no me preocupaba lo que me hiciera fluir como cantante. Estas canciones están pensadas para ser cantadas por mí. Además, cuando estaba haciendo el disco escuché mucho funk de los '80. Por eso me propuse hacer un repertorio con ese temple, medio Sade, medio George Michael, medio Lisa Stansfield y medio Laid Back, donde pudiera reposar mi voz. Quería transmitir algo parecido a un pop canábico.

-Por lo que contás, además de narcótica, la propuesta del disco es algo así como un pop gentrificado. ¿Cómo fue ese trabajo de reciclaje?

-Se me da muy bien porque desde niña soy melómana. Quizá sean los sintetizadores, pero hubo algo en los años '80 que no se volvió a repetir. Hoy todo parte del reciclaje y me gusta tener ese dominio de influencias para poder rescatarlas. Si hay revivals de esta música, por algo será. No sólo lo puedes ver en el pop sino también en el trap. Cuando hablo con amigos músicos jóvenes, a los que se les dan mejor las cosas son a aquellos que tienen mucha información sobre el pasado.

-Desde tu primer álbum hasta el último, hay una característica que los atraviesa: sacás un disco cada cuatro años. ¿Cómo fue la maduración de estas canciones, en comparación con las anteriores y tomando en cuenta que esta vez compusiste colectivamente?

-A pesar de que hice cinco discos, para mí son muchos. Por eso decidí esta vez componer de manera colectiva. Me parecía más divertido. Era un momento en el que tenía que cambiar como artista y sentí que al unir fuerzas con otro podía darle esos nuevos saborcitos a mi arte. No crecí con esa ansiedad que hay ahora de sacar y sacar, pero la tomo en cuenta. Mi esencia viene más de masticar las cosas y de sacar música cuando tengo algo para decir.

-Con toda la información que hay circulando en el disco, ¿cómo lograste darle homogeneidad?

-Me gustan muchos tipos de música: desde Carpenters hasta Kylie Minogue, pasando por el EDM de David Guetta. Entonces la unidad la di a través del descarte o la delimitación de sonidos. Lo mismo pasó con la elección del tempo de las canciones y las letras. Todo eso fue consciente. Creo que seguiré con la misma fórmula de ahora en más.

-Antes que hablar de un sonido propio, aludís a tus referencias. ¿Sentiste que encontraste tu identidad o ese reciclaje es una forma de reconocerla?

-Posiblemente, sí, a partir de la mezcla de estilos y sonidos definidos. Vengo de la música europea y también de la latina, pero igualmente me reconozco en la canción. Hay una manera de expresarme bien mía que es romántica y al mismo tiempo épica. A estas alturas, ya debe haber algo característico mío. Quizás ahora más mundano y urbano, y menos mitológico, sin abandonar esos espacios astrales, de introspección o esotéricos.

-De todos esos espacios, ¿cuál inspiró el título del disco?

-Estaba en un festival en República Dominicana y me dieron ganas de hacer un disco que te llevara a una playa a la noche, en un lugar así. Si bien yo quería ponerle “Playa de noche”, Alejandro Ros, mi diseñador y director creativo, me dijo: “Mejor pongámosle Nocturna”. Es una palabra femenina, potente y bien propia de esas obras antiguas. A lo Chopin.