¿Cada cuánto cambian las generaciones en la música? ¿Cómo vienen a comportarse los ritmos en una época impiadosa con su propio tiempo? El éxito puede rastrearse sólo si en su estela se conserva el resultado, o eso parece decir la actualidad. Porque eso se persigue, y los modos no se cuestionan si se llega al propósito de manera transversal: para quien lo buscó, quien cayó luego, quien no se decide pero actúa por costumbre y hasta quien compra ironía.
Se habla de olas para referirse a las partidas artísticas que van apareciendo, y que se esparcen con la misma facilidad que una coquita de vidrio en enero pasa de su cobertura polar hasta que el infierno urbano la retorna a la temperatura ambiente. En esa estela húmeda, los participantes se van dispersando, algunos llegan a valerse de un gomón, otros se ahogan a la primera de cambio, poco queda para los lanceros que, provistos de cualquier motivación, arrojan fe en una servilleta de fonda. Esa grasa no es impermeable, corazón.
Cuando la RIPGANG ganó terreno, cuando muchos dejaron de considerar a Duki y compañía como un chiste (quizás porque el tiempo cortó el mote de moda pasajera, o porque su talento disolvió las fórmulas que lo situaban como alguien que "hacía trampa" para cantar y se tatuaba la cara), hubo un momento para cambiar la pierna cruzada, reponer la bebida y poner atención. El discurso pareciera ser: si esto es lo nuevo, lo viejo ya no importa, queremos conflicto entre ambos y entonces ellos ahora van a tener ventaja y van a corregir todos los "errores" que los anteriores cometieron. Y van a hacer lo mismo pero mejor. Pero no es así como funcionan las cosas.
Dentro de un colectivo cada cual cumple su rol. Dillom fue el freak que pasó al frente con palmadas violentas y una certificación transgeneracional, Quentin engordó el perchero de fashion icon, oscuro y reflexivo al igual que su disco debut, Odd Mami copó la góndola de la dulzura skater, lista para el cast de Betty, y Muerejoven -ya no es posible escribir su alias sin pensar en el brillante rebautizo de Gillespi: Casimuerto- concretó lowkey con canciones para no sacarse la capucha. Broke Carrey se presentó como el chico lindo, aportando en un principio más a la narrativa estética que al diálogo de canciones.
► BAM, BAM, estás liquidado
En 2018 salió trío fraterno con Dillom e Ill Quentin, en el primer volumen de Talented Broke Boys. Un trabajo que, a la distancia, puede reconocerse como "un sonido bastante 2018". Un paravalanchas saturado y listo para sentar precedentes dentro de un movimiento (que entró a la mezcla con el trap pero hoy agrega pisos de modo insular y en parte federal) que tuvo bases pero, por las trayectorias demenciales que muchas de sus partes continúan haciendo, aún no alcanza a ver su cúpula.
Al año siguiente, BC sigue entre amigos, con algún lanzamiento cada tanto que lo mantiene cómodo en su hoodie y con gestito de arma blanca. Pero la comodidad no siempre es pasiva: si existe algo así como un archivo de hitos de esta factoría, no puede faltar la presentación de Muerte en el agua (top tier de álbumes de trap argentino) de Quentin. Allí Carrey metía sal al caldo en el que vibraba ese puñado de suscriptores, deshaciéndose en alaridos para el remix de 911.
Después, como una prueba completamente suya, Carrey comparte Bright days/rainy days, un EP donde se encarga hasta de los beats y la mezcla, y experimenta su trama romantiquera. Seguirá sacando temas, pero si en un lugar la chinche del mapa salta, es en octubre 2021, cuando el nombre de las canciones se empieza a escribir en mayúsculas, cuando se calza los guantes de rally, las gafas facheras y, cubierto de polvo, divisa el posible camino donde rutear: reggaeton patricio. Habrá hits que marcarán la toma de decisiones: NOESPATANTO y EL FONDO. Y con una seguridad entusiasta, porque ambas quedarán fuera del disco.
La onomatopeya que sintetiza Buenos Aires Motel, su flamante disco, es una explosión, el disparo que sale de una pistola de utilería, un trago dulce que cae en la cara y huele tan bien que resulta imposible girar la lengua por la comisura de los labios. BAM. Su sabor condice con la expectativa de la fecha de estreno: 3/3, primer viernes de marzo, el lunes del año. Ahora empieza todo en serio.
Buenos Aires se siente como un hotel de lujo psicótico, con amenities y ratas. Donde en una misma cuadra se puede comprar un par de gafas imitación a un mantero que luego escapa de la yuta, y enseguida entrar a una galería de arte decorada por un perfume que sale lo mismo que seis meses de venta de lentes. Es un lamento lírico, y también la posibilidad permanente de viernes a la noche. Convulsa y letal, esporádica, fiestera y absolutamente paranoica.
► Como en el mejor hotel
Carrey, que es oriundo de Boedo, manijeó para la creación del álbum con vinilos que un tío que no llegó a conocer había dejado. Producción de Luis Lamadrid mediante, quiso empalmar su identidad sonora a la ciudad que lo conquista. Los recursos que implementa para escribir se sentirán como juegos persistentes durante cada canción: como las siglas en FULL TIME ("Cuando estamos separados me manda .jpg/ conmigo come gratis corte en una ONG/ sabe que yo me la banco porque soy de ARG/ nos metemos a ese cuarto con la luz RGB"), las onomatopeyas en CARRITO ("de la F de la F de la F; y yo zzzzzzzzzz pero con un ojo abierto") y la mención de las marcas: Prosegur, Ferrero Rocher, Rapa Nui, Rolitos, Nikon.
MEMENTO abre el disco. Una apertura digna de acompañar la inauguración del Molino. Un solo tema y Carrey ya se gana la propina. El siguiente track, BAM SKIT, es en realidad una transición, que es a la vez un sketch (el humor estará siempre presente en el disco) y una reversión de un meme doble. Mamushka de metachistes. Y para despotricar contra el reggaeton genérico y cipayo, se tomará de referencia un falso spot que en épocas de infrarrojo era enviado a cuatro manos. Una publicidad que en clave bananera invitaba al boliche La Jungla "a todo ogt". Y si se hurga un poco más, se dará con otro fake que andaba dando vueltas: el comercial radial de El Bosque, insignia jaranera de la ciudad de Quilmes. El meme hace rato hizo el recorrido viral: hasta Rubius lo reaccionó en stream.
El enganche para ORGÁNIKO feat. Dillom hace entrar en calor con un perreo en su video de Shuubass, la tarimera por excelencia, y una turba enardecida que durante la promo del lanzamiento se espantó con culos de maniquíes. Habrase visto. Después, 0800. Con este nombre hay un mánager que es joyero, un productor y faltaba entonces una canción. BC es agasajado por los coros de Juliana Gattas. Un juego sobre buscar el antídoto universal al desamor: una empresa sin remedio. "Y ya comienza la infección/ Y ya comienza la infección/ Pero yo soy penicilina/ Soy ampicilina/ Mato el dolor / y lo vuelvo amor", prometía Plastilina Mosh en Nalguita, clásico escandalosamente popero (y MTVero) de 2010. Salir a mover el cuerpo parece ser una de las vías posibles.
LO MISMO QUE MORIR, bachatita de full entrega. Carrey baja a las entrañas del romance pero sólo para tomar aire y volver a ese cielo de la alabanza mundana que generan las vibras tropicales. Para TE KIERO regala una cumbia audaz, con un cierre que expulsa en una sola toma del baile al lamento, del éxtasis a la reflexión de 2018. Y los bombos de POR LAS DUDAS recubren otra capa en este relato con servicio de habitación. El placer insuperable de sábanas blancas recién limpias -y que lavó otro, para más placer- auguran el tema más seductor del disco, COMPA. Un piano interviene y quién mejor que Taichu, y ese rasguño adictivo que tiene por voz, para completar las invitaciones al proyecto.
El interludio es tan bueno que dan ganas de que siga, y eso es algo bien consciente: cuando pareciera que va a reventar el estribillo, termina. Será por CARRITO: con ruedas bien aceitadas, no es necesario meter nada en la wishlist, las ganas van directo a la compra; efectivo y lo llevamos puesto. PROSEGUR hereda una referencia maravillosa, el primer quiebre melódico tranquilamente podría ser un tema de N'SYNC (y el que no se imaginó a BC como miembro de una boy band que arroje lo primero que saque del frigobar). Orquesta, tango y melancolía cierran BAM con SOLO.
El apodo de Joel (su nombre de pila) fue tan random como premonitorio: Carrey es buen actor y si fue una elección más por obligación comercial que otra cosa, resulta precisa, porque lo que el comediante tiene dañado por dentro, Carrey lo rompe por fuera y por eso es más solucionable. Como la guita que en sus inicios le faltaba para pagar una pizza. Carrey le da dos vueltas al chiste, sus remates obligan a la complicidad. Y aprovecha la trampa de la traducción: ahora es también Carrito. Del comediante al contenedor del deseo. Del actor al medio de transporte. Del gag puro a la aventura de hacer canciones. Ningún ingenuo en este switch.