“Ya no tiene sentido, hoy, como se ha venido haciendo todos estos años, discutir si la prioridad de las soluciones es económica o política. El hecho concreto, visible e innegable, es que no hay salida ni económica, ni social, porque los argentinos no pueden incidir políticamente…”.
La Hora de los Pueblos
El Presidente Héctor Cámpora es uno de las pocas figuras que pueden ser sintetizadas en su rol histórico con una sola palabra. La Lealtad definió a Cámpora para siempre, su nombre y su virtud honorífica se transformaron en sinónimos ineludibles. A tal punto, de envolverlo en un halo emotivo que muchas veces limita cualquier análisis que pretenda atravesar su condición de fidelidad a Perón y a la causa justicialista.
Se cumple el 50 aniversario del triunfo que lo llevó a la presidencia y que abrió la puerta al regreso de Juan Perón tras 18 años de proscripción, perseguido por una génesis de odio acumulado en los sectores de poder que encuentra su razón fundamental en el reparto de partes igualitarias entre el capital y el trabajo.
En un mundo signado por el individualismo y la disputa de protagonismos, el gran valor de Cámpora fue la comprensión histórica y la convicción política sobre el rol que debió ejercer en sus 49 días de gobierno, sentando las bases para una política de concertación social y facilitando la restitución del líder natural, Juan Domingo Perón, al ejercicio de la conducción de los destinos de la Patria.
Sin menospreciar su voluntad y buena fe asumiéndose depositario transitorio de una legitimación de la que fuera parte, pero no dueño, fue la existencia de un acuerdo programático lo que posibilitó el cumplimiento de los planes de la coalición que lo llevó al gobierno.
Así quedaron sellados en el Pacto Social con participación activa de las fuerzas políticas, empresariales y sindicales, resaltándose las figuras de José Ignacio Rucci y José Ber Gelbard, los objetivos de recuperar una justa distribución del ingreso, eliminar el desempleo y la marginalidad a través de políticas en salud, educación, vivienda y asistencia social, terminar con el proceso inflacionario y la fuga de capitales, acordando e impulsando medidas que pronto dieron resultados sorprendentes. La inflación se redujo, el salario real mínimo creció 54% y 30% el promedio, hubo un fuerte crecimiento de la producción, las importaciones y más aún las exportaciones, llegando al record histórico de 24% en las exportaciones industriales.
Es imprescindible analizar las características de esta experiencia histórica frente al retorno de viejas prácticas ante iguales objetivos. Asistimos a un nuevo proceso de súper concentración del poder económico y de gravísima articulación con los poderes mediático y judicial, conformando un instrumento que interviene, atenta, condiciona y extorsiona una democracia cada vez menos en manos del pueblo y cada vez más alejada de sus intereses y necesidades.
La violencia, persecución y proscripción política instaurada contra Cristina Fernández de Kirchner, es tan inusitada en el último período democrático como recurrente en el desarrollo de nuestra historia nacional. No le perdonan la restitución y actualización doctrinaria de aquel peronismo, la recuperación de los niveles más altos de distribución del ingreso y la encarnación del liderazgo que genera las esperanzas de vivir en un país normal, la definición de un modelo de desarrollo con inclusión y la recuperación de la incidencia de la sociedad en la política.
La eliminación de la vida pública, mediante sus diversas formas, fue históricamente la condena que los sectores de poder pretenden impartir a los líderes populares que se definen por indisciplinarse frente a sus intereses y privilegios.
Consecuentemente, desde comienzos del año 2019 es la propia Cristina Fernández de Kirchner quien expresa la necesidad de un nuevo Contrato Social de Ciudadanía Responsable que nos involucre a todos y todas para salir de la crisis. Una tarea donde busca comprometer a empresarios, trabajadores, cooperativistas, y un amplio espectro de actores sociales.
En esa tarea, como hace 50 años, tenemos obligación de poner manos a la obra quienes integramos el Movimiento Obrero Argentino y quienes ejercen representaciones sectoriales.
Es imprescindible concertar una base de acuerdo sobre el modelo económico, político y social a desarrollar, que a la vez de luchar por un proceso electoral democrático, transparente y libre de proscripciones, exprese a las claras los objetivos y bases programáticas sobre la que se construya la unidad nacional.
Recuperar la razón para luchar y el sentido para soñar primaveras. No para que perduren. Sino para que transformen.
* Secretario General Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina