Como si fuera una forma de lidiar con el vacío posterior a todo pico de intensidad, apenas termina la temporada de premios de Hollywood comienzan a circular listas de potenciales candidatas a integrar los rubros más importantes de las galas del año siguiente. Si poco después del Oscar del año pasado alguien hubiera dicho que la gran favorita para llevarse hasta los arreglos florales del coctel posterior a la ceremonia sería una producción independiente del estudio A24, con un elenco mayormente asiático, timoneada por un par de directores prácticamente desconocidos y con una trama que hace uso y abuso de una idea tan enquistada en el cine súper heroico como el multiverso, muy probablemente lo hubieran tildado de loco. Pero así están planteadas las cosas de cara a la 95º edición de los Oscar, punto final a un recorrido de más de dos meses monopolizados por los triunfos de Todo en todas partes al mismo tiempo.
La película de Daniel Kwan y Daniel Scheinert llegó al Festival South by Southwest del año pasado silbando muy bajito, perdida en la inmensidad del catálogo de proyecciones. Pero ya entonces se convirtió en "la" película de la temporada, esa que un sector importante de la crítica, en alianza con el fandom digital, señalaron como poco menos que la octava maravilla del mundo, como una obra maestra destinada a reinventar el lenguaje audiovisual.
Más allá de las exageraciones, no puede negárseles a los Daniels la capacidad para sintonizar con el aire de su tiempo: si el Universo Cinematográfico de Marvel puso en boca de millones el término “multiverso” e hizo del guiño y la autorreferencia un par de obligaciones para toda película que aspire a congraciarse con las audiencias más jóvenes, los muchachos exprimieron hasta la última gota de las posibilidades de los universos paralelos relacionados entre sí e incluyeron un millón de referencias a lo largo de los 140 minutos de metraje.
La excusa es una rocambolesca, caótica y caprichosa historia centrada en Evelyn Wang (la leyenda del cine asiático Michelle Yeoh, aprovechando a pleno su apogeo en tierras estadounidenses), una inmigrante china que hace lo que puede para sostener el negocio a flote mientras su familia se desmorona. Un marido que quiere divorciarse (Ke Huy Quan, el nenito de Indiana Jones y el templo de la perdición), un padre despótico que parece disfrutar menospreciándola y una hija que intenta que mamá acepte de una buena vez que tiene novia son prueba de ello.
Por si fuera poco, una auditora (Jamie Lee Curtis) controla sus números bancarios y le dice que está al horno. Es así que aparece un auricular que permite ingresar en realidades alternativas para resolver una cuestión que no conviene adelantar. Es, pues, el principio de una hecatombe de realidades múltiples –algunas, felizmente ridículas; otras, pavotas al extremo– que, para colmo, obliga a los personajes a detenerse en medio de la acción frenética para explicar qué está pasando y cómo es la “lógica” del asunto. Todo, claro, para llegar a una celebración del amor familiar.
Camino hacia El Dorado
Pero la película no solo caló hondo en las audiencias más jóvenes, al punto de convertirla en la producción de A24 más exitosa en salas, sino también entre los electores de todas y cada una de las galas de los últimos meses. Hay que retroceder hasta los tiempos pre globalizados del Oscar -cuando los académicos eran casi en su totalidad estadounidenses y no como ahora, que votan personalidades de la industria de ochenta países- para encontrar un favoritismo tan claro, tan difícil de refutar, como el de Todo en todas partes al mismo tiempo, que llegará a la gran noche dorada con un total de 11 nominaciones, incluyendo Mejor Película, Dirección, Guion y tres actorales.
La última película con más nominaciones que se llevó más de seis premios fue Slumdog Millionaire en 2009. Desde entonces, y a excepción de 2016, cuando parecía que La La Land pasaría a la historia por sus récords y no por el papelón del sobre, como finalmente ocurrió, nunca hubo una película que llegara a la ceremonia más importante del show business con los antecedentes suficientes para arrimarse a aquella marca. De allí, entonces, que el análisis de la categoría principal del portal Variety no está titulado con una pregunta, como suele pasar, sino con una afirmación: “Mejor Película está reservada para Todo en todas partes al mismo tiempo”. “Ya no se trata de si ganará esa categoría, sino de cuántos premios se llevará”, razonó en su texto el periodista Clayton Davis.
Su camino fue parecido al de la Argentina en el Mundial. Todo empezó con una derrota ante Los espíritus de la isla como Mejor Película – Comedia en los Globos de Oro. Pero torció el rumbo en los Critics’ Choice, donde fue la más ganadora con cinco estatuillas, entre ellas Mejor Película, Dirección, Guion Original y Actor de Reparto. De allí en más, no paró. Basta recordar lo ocurrido hace un par de semanas en la 29º edición de los premios SAG otorgados por el Sindicato de Actores, cuando rompió el récord de máxima ganadora al imponerse en cuatro rubros: Actriz y Actor de Reparto para Jamie Lee Curtis y Ke Huy Quan; Actriz protagónica para Michelle Yeoh –que venció a la favorita, Cate Blanchett– y Mejor Elenco, el reconocimiento más importante de la gala. De repetir el triplete en las categorías interpretativas individuales en el Oscar –algo difícil, dado que Blanchett dominó durante la temporada–, se convertirá en la tercera película con tres miembros de su elenco premiados luego de Un tranvía llamado deseo (1951) y Network (1976).
Por si fuera poco, en los WGA del Sindicato de Guionistas se quedó con la categoría Mejor Guion Original, mientras que en los influyentes PGA del Sindicato de los Productores se fue con el reconocimiento a Mejor Película. Una influencia dada por el peso que tiene esa rama de la industria de la Academia, la misma que hizo que en 23 de las 33 ediciones previas de este premio la ganadora del PGA haya coincido con la del rubro más importante del Oscar.
La otra ceremonia relevante entre las que organizan los sindicatos es la de los directores, el DGA, donde se impusieron los Daniels. ¿Cuántos de ellos repitieron el favoritismo de los académicos? A nivel histórico, es decir, desde que se instauró el premio en 1948, el 86 por ciento. Si bien el porcentaje de coincidencia bajó al 80 por ciento en la última década, parece imposible que los muchachos no empiecen el lunes integrando la selecta lista de directores oscarizados.