Este sábado se cumplen exactos seis años desde la última vez que El Indio pisó un escenario. En Olavarría, Carlos Alberto Solari subió a un monstruo gigantesco colmado de parlantes, que itimidaba con sólo mirarlo, y domó a la bestia primereándola con un estallido de vientos que dieron inicio al viejo y querido clásico Barba Azul vs El Amor Letal. Así comenzó lo que terminó siendo su retiro oficial de las tarimas.
En el predio La Colmena, vestido con un enterito de jean claro y un rojo furioso en su gorra y su calzado, Solari cantó ante una marea que alcanzó el cuarto de millón de personas que bailaron amontonadas, de un lado para el otro, haciéndole honor al máximo referente de su propia tribu: la tribu ricotera.
La fecha estaba cargada de una connotación especial. Con la confirmación de que Solari sufría parkinson, ya que él mismo había anunciado en Tandil un año atrás, el "pogo más grande del mundo" mudó su procesión a un nuevo destino de la provincia de Buenos Aires. Olavarría fue quien acobijó la multitudinaria movilización que, por tiempo y espacio, para los viejos ricoteros representaba algo así como una revancha por el frustrado concierto de agosto de 1997.
En ese entonces, el intendente radical Helios Eseverri prohibió por decreto dos shows que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota tenía programados en el gimnasio del club Estudiantes. Tras la postergación, la formación integrada por Solari, Skay Beilinson, Semilla Bucciarelli, Walter Sidotti y Sergio Dawi brindó una histórica conferencia de prensa, algo que no era habitual para la banda, que buscaba mantenerse por fuera de los sistemas tradicionales de difusion y sólo recurría a los medios para promocionar el lanzamiento de algún disco o una concierto específico.
El 11 de marzo de 2017 también fue sábado. Desde el viernes 10, la marea de gente fue colmando poco a poco las grandes calles de Olavarría. El boulevar de la calle Avellaneda vivenció un tránsito de personas inédito. La avenida, que tiene salida directa hacia la ruta 51, recibió una infinidad de micros, combis, camionetas, autos, carpas, chozas y frazadas en las que los fanáticos transitaron la noche, colmados de expectativa por una nueva presentación del Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.
Los vecinos de Olavarría ofrecían y hasta negociaban sus terrenos como camping. De hecho, aquellos desinteresados de sacar un rédito económico, se dejaban llevar por la emoción de ver a su pueblo ser tan visitado y ofrecían convivencias en sus propias casas. "Las bandas", tal como se empezó a denominar a los seguidores de los redondos desde mediados de los noventa, llegaron con sus familias. Bebes y ancianos llegaron temprano y afrontaron "la previa" como siempre.
Con el humo de las parrillas impregnándose en las banderas, las jarras llenas y los parlantes a todo volumen, musicalizaron la vida de una ciudad que vivió sus horas más particulares, desde su creación en el año 1867.
Otros de los boulevares que hagazajó la previa fue Avenida Urquiza. Allí, era sumamente llamativo observar cómo los vecinos abrían las puertas de sus casas y montaban puestos de comidas y bebidas. Hubo enormes torres de packs de cerveza, infinidad de bidones azules con hielo y un centenar de parrillas. La noche de ese viernes juntó en cada esquina a diversos grupos que se amontonaban ante el parlante que más fuerte sonara. Las banderas, repletas de frases de Solari, estaban colgadas de árbol a árbol o de un poste de luz al otro, y oficiaban como la escenografía perfecta para los grupos que paseaban y se frenaban a posar para la foto.
Recorrer las calles aledañas durante noche anterior, también adelantaba una imagen que llamaba la atención. O no tanto, para quienes asiduamente formaban parte de ese tipo de celebraciones. La nula presencia policial daban cuenta de que las calles de Olavarría se regía por sus propias reglas. Pese a eso, durante la noche previa al concierto no se registró ningún tipo de incidente.
Para las primeras horas del sábado 11, el grueso de la multitud colmó definitivamente la ciudad. Por el boulevard de Avenida Urquiza, las filas de micros se perdían de vista a lo lejos en el horizonte y se empezaba a presagiar la magnitud de lo que se viviría esa noche. Con el cielo nublado y una humedad que regaba los rostros, "las bandas" ya transitaban una espera que superaba las doce horas y que agigantaba la expectativa.
Mientras tanto, la espera se conjugaba con otros intereses. Lucas Román Gervasi es hincha de Boca, y estaba con su papá cuando el xeneixe se disponía a disputar su partido con Banfield por la fecha 15 del campeonato de Primera División. "Los bares estaban cerrados y las estaciones de servicio colmadas, por lo que salimos a recorrer el boulevard en busca de algún bostero que esté como nosotros; en eso, miramos para un costado porque escuchamos el 'dale Bo, dale Bo' y era una casa llena de banderas y como con diez personas adentro", recuerda. "Nos acercamos y nos invitaron, era un vecino de ahí que abrió las puertas de su living, parecía una filial", dice a Buenos Aires/12.
Caído el sol, la masividad ricotera se dispuso a marchar hacia el predio La Colmena. Cientos de miles de personas peregrinaba hacia el noroeste de Olavarría, mientras la seguridad privada del evento, había dispuesto una especie de "gancho" en el recorrido, que se basaba en subir por Avellaneda hasta la calle Lavalle, para luego bajar por Esquivel, Nuestra Señora de Guadalupe y Avenida del Maestro, las tres calles que desembocaban en los ingresos de Rivadavia.
Los molinetes, como de costumbre, estaban abiertos. Si bien se vendieron más de ciento noventa mil entradas, la policía constató que ingresaron cerca de doscientos cincuenta mil. El gigantesco campo que contó con quince torres de sonido, fue apelmazando cuerpos que pacíficamente se acomodaban a la espera del show. Una vez que sonaron los primeros acordes, la marea se puso en movimientos y los pogos no tardaron en llegar.
Cuando apenas había pasado media hora del concierto, Solari decidió frenarlo. Desde el escenario, los músicos advertían que el público pedía ayuda a los responsables de la seguridad debido a que había gente desmayada, aplastada por el resto que, sin saber, empujaba una y otra vez. "Cómo puede ser que nadie sepa que mierda está pasando ahí, carajo" gritaba Solari, entre preocupado y enfurecido.
Uno de sus asistentes le aseguró que "no se podía hacer nada" y que él "debía seguir tocando", pero el Indio tomaba conciencia del peligro: "Se puede morir alguno, se están pisoteando entre los borrachos" decía fuera del micrófono, que de todos modos tomaba su voz.
El recital continuó y la banda optó por tocar temas más tranquilos en busca de que las aguas se calmen. El show terminó horas después y ni bien eso ocurrió, se informó que Javier León de 42 años y Juan Bulacio, de 36, murieron en concierto. Por asfixia, según el peritaje oficial. La pericia afirmó que no recibieron la atención debida en tiempo y forma.
A raíz de ello, la Justicia imputó por los delitos de "doble homicidio culposo" y "lesiones culposas" a los hermanos productores del show, Marcos y Matías Peuscovich y a Gustavo Zurita, todos directivos de "En Vivo S.A.", la empresa responsable del evento. Además de las muertes de Bulacio y León, se constató que Marcelo Furchini, Gonzalo Acuña, Florencia Montaño Olivar, Gonzalo Schifo, Alexis Arbeloa, Cristina Sánchez, Walter Bru y Alexis Avillano sufrieron heridas durante el evento.
Tanto el Indio Solari como el intendente Ezequiel Galli fueron eximidos de culpas.
En estos seis años, la causa tomó una infinidad de giros. A principios de 2022, cuando todo parecía quedar en la nada luego de que el Juzgado Correccional de Olavarría prestara conformidad a un acuerdo económico de “reparación integral” entre las partes, suspendiera las audiencias del juicio oral y avalara la "extinción de la acción penal", una resolución de la Cámara de Apelaciones de Azul echó por tierra el principio de acuerdo económico entre los damnificados y la defensa y ordenó la reanudación del juicio oral. Los jueces Gustavo Echeverría, Damián Cini y Carlos Paglieri fueron quienes lo determinaron, haciendo lugar a un recurso de queja del fiscal de Delitos Especiales de Azul, Ignacio Calonje, quien había apelado la medida. La causa no avanzó, pero Marcos y Matías Peuscovich y Gustavo Zurita continúan procesados.
A la tristeza por las muertes, se le sumó la desesperación de millones de familiares que en la televisión leían leyendas sensacionalistas del tipo "Cromañón 2" e imaginaban lo peor para las personas cercanas que habían asistido al recital. Debido a la cantidad de gente que llegó a Olavarría, la señal de los celulares se saturó y resultó imposible comunicarse telefónicamente. Los hospitales recibían una infinidad de llamados y la madrugada del domingo 12 fue digna de una película de terror. Quienes salían del predio La Colmena, volvían a sus carpas, sus autos, a las combis y los micros a descansar antes de emprender el regreso, y no estaban siquiera enterados del tedio que atravesaban sus familias por esas horas, generado por la desinformación y la exageración típica de la primicia. Con el sol del domingo, el regreso fue típico de un recital de estas características. Gente perdida, caminando por la ruta, haciendo dedo y colgada de los camiones.
Hace apenas unas semanas, Solari dio a entender que ya no volvería a presentarse en vivo. Su último concierto estuvo signada por un sinfín de vaivenes que no se desprenden en absoluto de lo que fue el tránsito de su carrera. De Los Redondos para acá, los shows del Indio fueron tan lindos como caóticos, y Olavarría no fue la excepción.