“Los periodistas deportivos quisieran ser jugadores y los jugadores quisieran ser periodistas deportivos. Se ha formado un mundo mediático perfecto. Y la gente los mira porque no está interesada ni en el fútbol, ni en el básquet, ni en nada. Sólo en los periodistas deportivos. Si hasta ellos juegan a la pelota ahora. Embocan, se disfrazan de jugadores, patean tiros libres. Ya no necesitan al deporte. Se han constituido ellos en la atracción. Y así lo entendieron todas las compañías que siguen al deporte. Son todos programas en los que la estrella es el periodista deportivo. Eso me parece un hallazgo notable”. Alejandro Dolina dijo eso en una medianoche de la semana pasada, en su legendario ciclo “La Venganza Será Terrible” por AM750 y, claro, además de arrojarlo al aire, hizo pensar. Como si fuera un Enganche.
“Me duele que se invente tanto, que haya tanta mala leche. Que sólo por vender un papel más o por un punto más de rating se inventen tantas estupideces que hacen daño a las personas y a las que las rodean”, gritó sin gritar Lisandro López, unas páginas atrás, y luego desmitificó el amor al futbolista y el lugar que el mismo tiene en la sociedad actual. Hasta llegó a decir que no disfrutó nunca de ser jugador durante su etapa como profesional. Y sembró una charla de mil ideas. Como hubiera hecho en el campo un Enganche.
Es tan cierto que el medio invade al consumidor con una corriente de panelismo explícito, gritón, impostado, amarillista y vale todo, como que, detrás de todo ese ruido hay algunas voces que dicen otras cosas y que, al igual que las primeras, merecen ser escuchadas, incluso cuando el mercado marca lo contrario. Como un Enganche en la puerta del área, a veces solo se trata de elegir bien. Los pases de gol están, como intangibles, esperando a ser iluminados. Habrá que militar esas ideas. Habrá que pelear cada semana para poder pensar mejor al deporte y, por medio suyo, contar a la vida.