El romance entre el rock nacional y la zona oeste de la provincia de Buenos Aires es de larga data. Sus localidades, sus calles, sus barrios han sabido ser el espacio en el que grandes artistas de la escena musical argentina de todos los tiempos dieron sus primeros pasos. Los paisajes urbanos se mezclan con las afueras de la gran metrópolis dando lugar a una suerte de lugar intermedio que ha resultado de especial interés para los músicos y los amantes de la música en general.
La historia comienza con dos lotes de 2800 metros cuadrados en un tranquilo barrio de Parque Leloir, oeste del conurbano bonaerense, que tenía Gustavo Gauvry. Árboles, brisa, cercos de ligustros y una calma codiciada eran las principales características de la residencia que no tardaría en convertirse en una de las casas más representativas de la movida musical nacional. Para Gauvry, el amor por la música no era algo nuevo, ya que siendo un asumido fanático del rock había conocido a mucha gente del ambiente en la Ciudad de Buenos Aires. Entre sus amigos se encuentra el compositor Pipo Lernoud, que fue quien lo presentó a la banda Serú Girán. Empezó a colaborar con ellos haciendo fotos de Charly García, Pedro Aznar, David Lebón y Oscar Moro, la formación de 1978 a 1993. De estos intercambios surgió una amistad particular con Lebón, con quien se hicieron frecuentes las conversaciones sobre tener un espacio propio para grabar.
Si bien la apuesta parecía arriesgada, el contexto era favorable al sueño de tener un espacio propio que privilegiara el proceso creativo y no sólo el aspecto comercial de un producto musical. Gauvry recuerda que “se estaba poniendo de moda eso de tener el propio sello, como los Beatles con Apple, o el propio estudio”. Así es como en 1980 nació El Estudio del Cielito que contó con la primera grabación de "Canción de Alicia en el país", de Serú Girán ese mismo año. "Cuando Charly, David, Moro y Aznar se ponían en la piel de músicos, se te ponía la piel de gallina. Estar ahí con esos monstruos, grabando canciones como «Alicia» era algo increíble. No había pro tools, nada, y vos escuchás los coros de ese tema y son ellos afinando y cantando a la vez. Fue nuestra primera grabación en serio y fue memorable” recuerda Gauvry.
Del Cielito fue pionero, allá por 1981, de las grabaciones en vivo con recitales como el de de Susana Rinaldi, luego hicieron el festival Prima Rock en Ezeiza y, en marzo del 1982, grabaron cinco de los 14 shows que Mercedes Sosa realizó en el Teatro Opera. El momento del sello llegó oficialmente en 1985, cuando Gauvry decide crear su propia etiqueta para publicar el primer álbum de los Ratones Paranoicos, por aquel entonces resistidos por las compañías tradicionales.
Como para toda ocasión importante, primero tiene que haber una necesidad. Gauvry menciona que “ya había ido a otros estudios de grabación como colado y no podía creer que todo fuera cara de culo y horarios restringidos. El rock era el último orejón del tarro y los estudios te daban el último horario. No te daban ni para tomar café. O estabas en el estudio o en un pasillo frío. Un horror”. El relego del rock a las malas condiciones de trabajo le plantearon un escenario de posibilidades al incipiente sello: mejorar la situación de los músicos al momento de grabar y poner el acento en brindar un espacio propicio para ello.
A los músicos les gustaba frecuentar la casa de Parque Leloir y el ambiente que se generaba. “Yo pensaba que un estudio tenía que estar en Callao y Santa Fe, pero a la vez todos querían venir a grabar ahí, aunque no hubiera ni donde comprar cigarrillos. Les gustaba el lugar, la pileta, los pajaritos. ‘¿Y si me construyo un galpón en el fondo?’ me preguntaba. Así todo me parecía una locura del hippie que yo era. Hasta que Alberto Ohanián, manager de Spinetta, que era entonces un abogado serio, vino un día y me dijo: ‘Gustavo, ¿por qué no te hacés un galpón y un estudio ahí en el fondo?’”
Por la casa de Ituzaingó pasaron nombres y proyectos de la talla de Gulp y Oktubre, los dos primeros discos de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota. También grabaron León Gieco, Luis Alberto Spinetta, Los Ratones Paranoicos, Fabiana Cantilo, Los Violadores, Los Fabulosos Cadillacs, Divididos, María Rosa Yorio, Los Caballeros de la Quema y Los Piojos, entre muchos otros otros. El estudio se convirtió en la casa de todos y su fundador aseguró que la premisa era que “un estudio no tenía que ser una cueva en el centro de la ciudad cuando podía ser un lugar con luz, con aire libre, con familia metida en el medio, con chicos, con amigos, con asados: un lugar donde pudieras grabar en un clima de distensión”.
Un gran momento histórico para la música nacional coincidió con un espacio dispuesto a recibirlo de puertas abiertas. La “casa de todos” albergó a una generación de artistas que buscaban mejores condiciones para el trabajo creativo. “Acá pasaron muchísimas cosas porque este lugar estaba abierto a las veinticuatro horas. Se componía, se tocaba, se grababa. Luis (Spinetta) venía, prendía las luces y se ponía a dibujar. No estábamos tan enfocados en lo comercial sino a favor de la música” añadió por su parte Lebón.
A partir del año 2003 la propiedad entró en una seguidilla de compras y ventas a distintos exponentes de la música nacional y siguió siendo un espacio para el encuentro de distintos artistas y proyectos.