Santiago Nader es un joven escritor, actor y director teatral nacido en Tucumán en 1997. Cuando llegó a Buenos Aires, no bien cumplió 18 años, sabía que quería escribir. Y buscaba a cada rato una excusa para sentarse a hacerlo. Su último estreno, actualmente en cartel en el Teatro Nacional Cervantes (TNC), es Potrillo Ben, una obra escrita y dirigida por él. La pieza fue seleccionada por el organismo oficial en su Convocatoria Abierta del 2019 y también se consagró ganadora ese año del segundo puesto del Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia.
Con las actuaciones de Lucía Deca, Marcos Krivocapich y Federico Lehmann, Potrillo Ben narra la historia de amor entre Eial y Ben, dos adolescentes que se cruzan en las escalinatas de un hospital y sortean diferentes tipos de violencias: la médica, la patriarcal y la policial. Todo sucede en un contexto de crisis sanitaria absoluta: hay una epidemia de caballos con rabia, y la gente consume ketamina sin medirlo. La escena la completan Franco Calluso, Juliana Isas y Carola Zelaschi con su música.
“La obra es bastante lisérgica y épica”, cuenta Nader. “Potrillo Ben habla de aprender a cuidarse y a hacerse cargo de uno mismo en un mundo súper hostil. Sobre todo, cuando uno es pequeño y es una disidencia, el mundo de repente se siente un lugar gigantesco. Y creo que la imagen generadora de la obra es esa sensación de terror ante lo inmenso y lo peligroso que puede ser el mundo”, detalla.
-¿Qué implica siendo tan joven presentar una obra en el Cervantes, un teatro emblemático del país?
-Unas condiciones de producción y contratación que no voy a volver a conocer en mi vida. Y para mí, con mi edad, implica un privilegio enorme, una gran responsabilidad en tanto este trabajo está haciéndose con gasto público. Siento profundo respeto por un espacio oficial que está pensado para que sea accesible a todo el mundo. A la gente podrá gustarle más o menos el conjunto de decisiones estéticas que implica Potrillo Ben, que es parte de mi mundo de ideas y universo poético, pero siento que la responsabilidad está en pensar en el otro al momento de hacer una obra. Me parece importante pensar en cómo la gente se va a relacionar con el espectáculo. Es lo mínimo que se puede hacer.
-¿Lo imaginaste alguna vez?
-Por supuesto que no. Es una suerte de lotería. No sabemos cómo le va a ir a la obra, pero como proceso creativo a mí me parece un éxito que el teatro nacional pueda funcionar como una plataforma de experimentación, y que pueda dar una oportunidad a alguien que es joven y que tiene una idea. Es un privilegio para mí. No se puede pasar por alto la posibilidad de demostrar que el espacio oficial puede ser una plataforma de experimentación.
-¿Hay algo que une este trabajo con otros tuyos anteriores?
-Mi trilogía tiene bastante que ver con ser un niño solo. Garnett Kelly y el torso ganador, Potrillo Ben, y Mi hermano y el puma (que todavía no tiene fecha de estreno) muestran a un niño herido. Lo que atraviesa a las tres obras tiene que ver con cómo afecta el patriarcado a las maricas, a los varones, qué gestos de toxicidad quedan tras su paso. Toda esa estructura está puesta muy en crisis en este momento.
-¿En tus obras aparece lo de cuestionar estos mandatos?
-Aparecen dos cosas muy marcadas en la trilogía. Por un lado, la posibilidad de escribir completamente despojado acerca de ser una disidencia y acerca de cualquier cosa. Y por otro, el señalamiento de la fragilidad de la masculinidad. Creo que en la obra la masculinidad se ve desafiada, agujereada de alguna forma. Son personajes jóvenes creciendo en un entorno muy hostil. Obviamente me gustaría salirme de ahí. Ya lloré todo lo que me pasó en las tres obras y ahora estoy explorando la ternura, así como otro tipo de vínculos en mis nuevos textos.
*Potrillo Ben se puede ver en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815) de jueves a domingos a las 21.