De toda la bibliografía de Karl Marx, hay un texto que siempre fue visto como una rareza. Al momento de su publicación (escasa, problemática), cuando se armó el canon marxista a finales del siglo XIX, y ahora, en sus relecturas contemporáneas. Es El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, aquella crónica que el filósofo alemán escribió sobre la llamada Segunda República francesa, cuando el sobrino de Napoleón restauró de forma inesperada el orden imperial. En ocasión del 140 aniversario de su muerte, que se cumplen el martes 14, Siglo XXI Editores acaba de publicar una edición de este material, prologada y comentada por el historiador Horacio Tarcus. En diálogo con Página|12, el investigador la pondera y define como “la obra que abre el camino al pensamiento político moderno”.
El texto ya había sido incluido en la Antología de Karl Marx, publicada hace unos años como parte de la Biblioteca del Pensamiento Socialista de la misma editorial. También a cargo de la introducción y las notas, Tarcus explicaba allí que la selección propuesta (son 13 escritos) era para que lectorxs no especializadxs de este siglo pudieran aproximarse al pensamiento marxista. Sobre las causas por las cuales incluir a El dieciocho… decía que era muy relevante por constituir “el resultado de un esfuerzo (de Marx) por reformular su modelo teórico para explicar procesos de otro modo inexplicables”.
Reformular. En efecto, en el texto que el autor escribió entre diciembre de 1851 y marzo de 1852 -muy cerca de los acontecimientos que intenta explicar- introduce algunas características innovadoras respecto a su trabajo previo. “Lo nuevo está dado por la significación social que otorga al juego de las representaciones, al espesor de los imaginarios colectivos”, explica Tarcus, también director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina. Es decir: es novedoso (y moderno) pone en juego la dimensión imaginaria en los procesos de construcción de las identidades políticas.
-¿Por qué en este libro Marx se ve obligado a hacer reformulaciones importantes respecto a su teoría previa?
-Porque el golpe de Luis Bonaparte fue totalmente inesperado, ya que él era un personaje ajeno a la escena política. Se presenta a elecciones generales (por supuesto solamente de varones) y no ganan los líderes burgueses ni los obreros: gana el heredero de una dinastía imperial tradicional, algo que no se esperaba después de la explosión de una revolución popular en 1848. Entonces Marx tiene que explicar por qué la burguesía no se comporta de modo burgués y cómo es que este noble corre por izquierda a la República y aparece como su defensor. Es decir, por qué las clases sociales no parecen actuar conforme al comportamiento que se espera de ellas.
-¿Y cómo lo explica?
-Desarrolla una teoría de las representaciones sociales, complejiza la idea de representación política. La representación no es algo automático, no es que las clases votan, participan y se manifiestan conforme a una conciencia que ya está sujetada por su posición de clase, sino que aparece un escenario dominado por imaginarios que pesan. Por ejemplo, el mero hecho de ser el sobrino de Napoleón tiene un peso imaginario que no se corresponde con el rol real de Luis Bonaparte. Para muchos sectores, al ser portador del apellido, aparece como el garante de la vuelta a una Francia gloriosa, en medio de una situación de crisis política y de descontento. Por eso, El Dieciocho Brumario... es una obra muy contemporánea, porque hoy pensamos la política en esos términos que Marx inaugura. Hoy sabemos cómo pesan los imaginarios en las elecciones, en las decisiones y en la construcción de identidades políticas, pero en ese entonces era una completa novedad.
-Es interesante, porque en general se tiende a explicar lo político en Marx como una superestructura de lo económico, no con un peso explicativo propio.
-Es así. En el prólogo de Una contribución a la crítica de la economía política, Marx dice que si tuviera que resumir el resultado de sus investigaciones diría que la base a partir de la cual se erige toda la estructura política y jurídica tiene que ver con las condiciones materiales. El problema fue que esa síntesis de un par de páginas se convirtió luego, cuando se arma el canon marxista a finales del siglo XIX, en una clave interpretativa para toda su obra, con consecuencias muy negativas que presentan al pensamiento marxista como un determinismo económico. Esto irritaba mucho al propio Marx, para quien la ideología no es un mero velamiento, sino que vela y revela al mismo tiempo. No hay modo de estudiar el capitalismo por fuera de los discursos acerca del capitalismo.
-¿Qué herramientas de El Dieciocho Brumario… permitirían pensar la coyuntura política argentina actual?
-Por ejemplo, pienso en la apropiación que se hizo de la categoría de Bonapartismo. A partir de este libro se dan muchos análisis politológicos acerca de qué pasa cuando hay una situación de crisis política y un empate entre dos sectores. Como Luis Bonaparte, se estudia la emergencia de alguien por fuera del sistema político que aparece como un salvador, lo que a veces entraña el riesgo muy grande de golpe militar o de gobierno de derecha. En el '45 se aplicó positivamente este análisis a la figura de Perón y hoy creo que se puede leer como riesgo por derecha. Frente al empate catastrófico que se plantea entre el Frente de Todos y la alianza que hegemoniza el macrismo aparece la idea de Javier Milei. De nuevo, una alternativa que surge cuando nadie la ve y mientras todos miran a dos contendientes que se matan entre sí.
-¿Quiénes están leyendo a Marx hoy en América latina?
-La demanda de Marx existe y sigue estando en los programas de historia, de las ciencias sociales, de la filosofía. Además, hay un fenómeno de reedición de obras de Marx en todos los idiomas y la prueba es que los libros se venden, no ya en la Unión Soviética sino en editoriales comerciales que no imprimirían ejemplares si no vendieran. Lo que sí, ya no se da el fenómeno del lector obrero de la primera mitad del siglo XX, aquel Marx que se leía en las bibliotecas obreras; ese fenómeno mutó hace mucho. Además, no está muy clara cuál es la renovación intelectual de la agenda de la izquierda en América latina. En la nueva generación, el marxismo ya no aparece como una teoría hegemónica, lo hace al lado del pensamiento feminista, del pensamiento ecológico. Hay mucha mezcla, las nuevas vanguardias no descartan a Marx, pero lo tratan con menos respeto que en el siglo XIX, no ya como el profeta indiscutible.