Podría pensarse que la gran sorpresa de la noche de los Oscar fue la gran cantidad de estatuillas –siete en total– que terminó obteniendo Todo en todas partes al mismo tiempo. Pero no: las intuiciones, sospechas y apuestas, casi sin excepción, señalaban que el film de Daniel Kwan y Daniel Scheinert, conocidos colectivamente con el apodo Daniels, sería el gran ganador de la velada en el Dolby Theatre. Todo un logro para una pareja de realizadores que apenas está dando los primeros pasos de una carrera en la industria de cine de su país, los Estados Unidos. También para un relato fantasioso, multigénero y multicolor que, a priori, no está en la línea de los dramas prestigiosos que suelen ser favorecidos con los votos de la Academia de Hollywood. Mejor guion original, Mejor montaje, Mejor actriz y actor de reparto, Mejor actriz a secas, Mejor dirección y Mejor película fueron los rubros en los cuales la película tomó la delantera, haciendo que el desfile de ganadores hacia el escenario se transformara en una rutina durante las casi cuatro horas de transmisión, transformando asimismo a la productora independiente A24 en la princesa de la ceremonia.
Pero, ¿quiénes son los Daniels? Todas las biografías disponibles comienzan por el principio. Kwan, criado en Massachusetts en el seno de una familia de ascendencia china, y Scheinert, hijo pródigo de la ciudad de Birmingham, en Alabama, ambos de 35 años, se conocieron mientras estudiaban la carrera de cine en Boston. Más allá de un par de cortos de graduación, hace poco más de una década comenzaron a despuntar el vicio profesional de los videoclips musicales, dirigiendo promos para bandas como Tenacious D, Foster the People y The Shins. El salto al cine lo dieron en tándem en 2016 con Un cadáver para sobrevivir (Swiss Army Man), la estrafalaria historia de un hombre vivo, interpretado por Paul Dano, que entabla amistad y finalmente protege a un cadáver viviente cuyo rostro es el de Daniel Radcliffe, con el trasfondo de una isla absolutamente desierta. El hedor del muerto que habla compite con el de sus sonoros pedos, que acompañan la pista sonora de principio a fin, en un film inclasificable que, luego de su estreno en el Festival de Sundance, recibió adjetivos como “extraño” y “demencial”.
Tres años más tarde, Daniel Scheinert se cortó solo y firmó en solitario el largometraje inédito en nuestro país The Death of Dick Long, centrada en el accidente y fallecimiento de un joven y los intentos por sobrevivir a ese hecho de sus dos amigotes. Otra comedia absurda que, sin embargo, no llega a los niveles de excentricidad de la ópera prima del dúo, más allá del juego de palabras del título (invertir el nombre propio Dick Long para obtener un “pito largo”). Al tiempo que ambos Daniels participaban como realizadores en series de televisión como Awkwafina Is Nora from Queens y Llegar a ser Dios en Florida, los preparativos para la preproducción y el rodaje de Todo en todas partes al mismo tiempo los mantuvo más que atareados.
En su última película, cuyo ascenso al estrellato desde su lanzamiento en el festival South by Southwest hace exactamente un año podría equipararse al relato de la Cenicienta, la pareja de directores da rienda suelta a su particular versión de los multiversos de moda, con un corazón étnico que le valió un Oscar a una veterana de cientos de batallas, la actriz chino-malaya Michelle Yeoh. Para Daniel y Daniel lo que ocurrió ayer por la noche fue algo que seguramente será recordado en el futuro como un hito, mientras comienzan a lloverles propuestas para la gran y la pequeña pantalla. Los premios Oscar dan prestigio; es decir, son un imán de dinero listo para ser invertido en nuevos proyectos.