Mauricio Macri siempre se mantuvo lejos de las políticas por Verdad, Memoria y Justicia, pero durante su paso por la presidencia tuvo que mantener en pie alguna apariencia de respeto a las políticas de estado contra el terrorismo de Estado. Por ejemplo, se vio obligado a conocer el Museo de la exEsma cuando Barack Obama manifestó su deseo de visitarlo. Pero ya dejó atrás cualquier cuidado con las apariencias y no se privó de comunicar por sus redes sociales su dolida consternación ante la muerte de Carlos Pedro Blaquier, el mayor emblema de la complicidad empresaria con los crímenes de la última dictadura militar.
Quizás con un dejo de reconocimiento, después de todo la identificación del Grupo Ledesma con los planes económicos y represivos de los militares dejó en segundo plano el fuerte crecimiento del Grupo Macri en esos años, el expresidente y potencial candidato opositor destacó su dolor por la muerte del empresario.
"Mis condolencias y cariño a la familia Blaquier por la muerte de Don Carlos Pedro. Tenía 95 años. Fue de los empresarios más importantes del país", dijo Macri sobre el dueño del imperio azucarero procesado por su complicidad con los seguestros y desapariciones producidas en la zona de influencia de su empresa. "Presidió por más de 43 años el primer ingenio azucarero de la Argentina y fue uno de los referentes de la agroindustria", agregó en tono de campaña.
Quién fue Carlos Blaquier
Blaquier fue algo más que un empresario comprometido con el terrorismo de Estado, fue uno de los civiles que le dieron carnadura al plan económico de la dictadura.
Su ligazón con el ingenio Ledesma quedó sellada cuando contrajo matrimonio con Nelly Arrieta, cuyos padres eran los dueños de las instalaciones dedicadas a la producción de azúcar. El joven abogado –heredero de los Álzaga– se incorporó a la empresa en 1952. Para entonces, se habían mudado con su esposa a Jujuy. Con ella tuvo cinco hijos. Su suegro, Herminio Arrieta, lo dejó al frente del ingenio en febrero de 1970 y él lo convirtió en un emporio —eso, sí, manchado con sangre—.
Antes del golpe, Blaquier prestaba un palacete ubicado en la calle Azcuénaga a un grupo de intelectuales y grandes empresarios que pasaron a llamarse el “Grupo Perriaux” en alusión al abogado Jaime Perriaux. Como sostienen en el informe Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad, Blaquier, de esa forma, colaboró con quienes diseñaron el plan económico que después iba a ejecutar José Martínez de Hoz.
El 24 de marzo de 1976, comenzaron los secuestros en Jujuy. Una de las víctimas fue Luis Arédez, quien, como médico del ingenio, había importunado a sus dueños tratando de darles acceso a tratamientos de calidad a quienes enfermaban. Lo mismo había hecho Arédez cuando fue intendente municipal de Libertador General San Martín.
Para llevar adelante esos secuestros, las fuerzas contaron con vehículos que había proporcionado la misma empresa. Para entonces, Ledesma también producía listas negras de trabajadores. En julio de 1976, la metodología se perfeccionó. Las localidades que rodean al ingenio se vieron envueltas en un gran corte de suministro eléctrico que posibilitó que las fuerzas salieran a secuestrar bajo el total anonimato. En lo que se conoció como las Noches del Apagón, fueron raptadas decenas de personas. Todas ellas fueron llevadas a la hostería de Guerrero, que funcionaba como centro de torturas, y luego trasladadas.
Blaquier iba a cumplir 96 años el próximo 28 de agosto y consiguió morir sin condena por su complicidad con los crímenes dictatoriales gracias a las trabas que impusieron a la investigación de su causa tanto la Corte Suprema como la Cámara de Casación. Otro punto en común que puede haber despertado la emocionada despedida de Macri.