El sistema financiero norteamericano atraviesa un clima de ansiedad, especulación, volatilidad e incertidumbre luego de conocerse la quiebra y el cierre del Silicon Valley Bank al final de la semana pasada. La Reserva Federal y el Tesoro norteamericano emitieron un comunicado de emergencia garantizando que todos los clientes de esa institución podrán disponer de sus fondos a partir de esta semana. La prioridad de los reguladores es evitar el contagio a otras entidades.
El SVB no era un banco pequeño, tenía una cartera importante de clientes y presumía de cierto renombre entre compañías de software e innovación. La entidad se encontraba entre los 20 bancos comerciales más grandes de Estados Unidos y cerca de la mitad de las empresas tecnológicas respaldadas por capital de riesgo tenía depósitos en esa institución financiera.
Las autoridades reguladoras se vieron obligadas a reaccionar con su desplome. En los últimos días concretaron reuniones de emergencia, se hicieron declaraciones conjuntas, se tomaron medidas para evitar un efecto contagio (asegurando que todos los depositantes iban a poder disponer de su dinero al comienzo de esta semana) e incluso el presidente de Estados Unidos Joe Biden realizó una conferencia de prensa para intentar bajar la espuma.
La corrida bancaria contra el SVB se aceleró la semana pasada cuando trascendió que el banco se había acercado en secreto a Goldman Sachs para que este lo auxiliara con una venta de acciones por 2.000 millones de dólares. La preocupación siguiente fue contener nuevas corridas, lo que se hizo evidente en un comunicado publicado el domingo por la noche en la página de la Reserva Federal, con la firma de su presidente, Jerome Powell. Se trata de una declaración que también llevaba la firma de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y del titular de las Corporación Federal de Seguro de Depósitos, Martin Gruenberg. Esta combinación de nombres en un mismo mensaje oficial no es común y muestra el nivel de las presiones.
“Estamos tomando medidas decisivas para proteger la economía de los Estados Unidos mediante el fortalecimiento de la confianza pública en nuestro sistema financiero. Este paso garantizará que el sistema bancario continúe desempeñando sus funciones vitales de proteger los depósitos y brindar acceso al crédito a los hogares y las empresas de una manera que promueva un crecimiento económico sólido y sostenible”.
El comunicado comenzaba con esas palabras y párrafo seguido anunciaba que los clientes del SVB iban a recuperar todos sus fondos depositados en forma casi inmediata (sin importar los montos). “Los depositantes tendrán acceso a todo su dinero a partir del lunes. El contribuyente no asumirá las pérdidas vinculadas a la situación del Silicon Valley Bank”.
La medida no fue únicamente para esa entidad. El fin de semana también se había anunciado la quiebra de un segundo banco llamado Signature Bank, más pequeño y dedicado al negocio de las criptomonedas. “Estamos anunciando una excepción de riesgo sistémico similar para Signature Bank. Todos los depositantes de esta institución serán íntegros. Al igual que con la resolución de Silicon Valley Bank, el contribuyente no correrá con pérdidas”.
Estas medidas de emergencia se acompañaron con una línea de liquidez para otras entidades financieras, con el objetivo de asegurar que podrán responder a una salida de depósitos. Posiblemente permitan calmar las tensiones con el correr de estos días aunque la situación dejó abierta una discusión de fondo que se vincula a la política monetaria de Estados Unidos, la encrucijada que genera la suba extraordinaria de las tasas de interés de la Reserva Federal y las críticas a la falta de regulación sobre el sistema financiero.
La revista inglesa The Economist lo plantea como una de las lecciones de este colapso. “Esta crisis revela las fallas en la arquitectura bancaria de Estados Unidos. SVB probablemente tenía suficientes activos para que los depositantes recuperaran todo o casi todo su dinero, pero solo después de una larga espera (habían invertido el dinero de los clientes en bonos del Tesoro a largo plazo que cayeron de precio en los últimos meses y por lo tanto su venta a precio de mercado implicaba pérdidas). Como el Gobierno de Estados Unidos parecía temer que los depositantes estuvieran perdiendo la fe en otros bancos, decidieron garantizar todos los fondos de los clientes”.
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz dijo, en tanto, que “la noticia sobre la segunda quiebra bancaria más grande en la historia de Estados Unidos se produjo pocos días después de que el presidente de la Reserva Federal, asegurara al Congreso que la situación financiera de los bancos estadounidenses era sólida. Pero no debería sorprender. Con los aumentos en las tasas de interés que diseñó Powell, los más significativos desde la era de Paul Volcker, se podían adelantar escenarios de trauma para el sistema financiero”.