“Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera”. Si el Martín Fierro de José Hernández fue traducido a más de treinta lenguas es porque contiene conocimiento universal de algún tipo. No se sabe si a los hermanos Robinson alguna vez les llegó este fragmento o si tuvieron que aprenderlo por su cuenta, la cuestión es que, después de años de sostener una relación turbulenta, llena de señalamientos, idas y vueltas, finalmente parecen haber alcanzado el equilibrio necesario para volver a poner a The Black Crowes de pie.

No se trata de indagar en asuntos privados sino de interpretar la dinámica de la banda que los hermanos Rich y Chris Robinson llevan adelante desde 1984 hasta la fecha, un camino repleto de problemas, discusiones, luchas de egos y de intereses, pero fundamentalmente de mucha música y grandes discos que es, definitivamente, lo que los mantiene vigentes. Tanto es así que están a punto de tocar en el Luna Park (Av. Eduardo Madero 470) este jueves desde las 21.

“Es gracioso, me acuerdo de estar tocando con Page y Plant en un estadio en el que hacía un calor brutal, como 40 grados, pero el público igualmente estaba muy metido y se volvía loco. Creo que fue uno de los mejores shows que recuerde de toda esa gira, increíble cómo lo vivían”, recuerda Rich Robinson desde su casa antes de desembarcar en Sudamérica por segunda vez con su banda de toda la vida, y por tercera en la cuenta personal.

Lo que cita el guitarrista fue hasta ahora la única visita de The Black Crowes al país, cuando en enero de 1996 llegaron a Ferro para telonear a Jimmy Page y Robert Plant, que traían el legado de Led Zeppelin y ritmos orientales para la presentación de su disco conjunto No Quarter. La relación con Page quedó abierta y más tarde grabaron un disco en conjunto, el directo Live at the Greek: Excess All Areas, extraído de dos conciertos en el mítico Greek de Los Angeles, en 1999. A pesar de tener un sonido perfectamente atribuible a la estética norteamericana, los británicos Led Zeppelin -igual que los Faces, en otra dimensión- fueron una gran influencia para el grupo: slides, distorsión, bases directas y algo de la atmósfera sonora del delta del Mississippi.

La Buenos Aires actual va a revivir viejos recuerdos en Rich. El clima no es muy distinto del de aquella tarde de enero del ‘96 y el público argentino va a tener muchas ganas de reencontrarse con el catálogo vivo de The Black Crowes, 27 años después.

Hubo un momento en el que se sentía que el rock cambiaba: el pináculo del glam dejaba su lugar a otras formas de hard rock y rock alternativo, mientras el germen del grunge entraba en su etapa definitoria. Todavía había un afán progresivo en el sonido de una música que pretendía mantenerse adosada a “lo joven” y cambiar permanentemente. Por fuera de ese halo urbano vanguardista apareció en febrero de 1990 Shake Your Money Maker, con diez canciones que cambiaban smog por porches soleados y pastizales kilométricos, sin dejar de ser eléctricas. El debut de The Black Crowes mostró a una banda dispuesta a ponerse al frente de un sonido sureño bastante clásico, con influencias claras de grupos como Grateful Dead, Lynyrd Skynyrd o Bad Company, y se metió entre lo más popular de entonces, reposicionando a Georgia en lo más alto de los charts.

Cuando los hermanos Robinson volvieron a juntar la banda en 2019 -con siete discos más de estudio y unos cuantos en vivo, separaciones mediante-, pensaron que 2020 sería ideal para homenajear a aquel primer disco que, junto con el sucesor inmediato -The Southern Harmony and Musical Companion, de 1992-, marcaría para siempre su propio éxito. La pandemia obligó a postergar el suceso hasta llegar a Buenos Aires habiendo lanzado el EP de covers 1972 -que incluye temas editados ese año por artistas como David Bowie o T Rex-, y con nueva formación: de la etapa anterior sólo queda el bajista Sven Pipien, y ahora se suma la guitarra de un argentino de larga trayectoria, Nico Bereciartua. Además, la propuesta concreta de tocar Shake Your Money Maker de principio a fin.

“Lo vamos a tocar entero y después va a haber canciones del resto de nuestra carrera, porque es un disco que dura unos 40 minutos”, anticipa el músico de 53 años. “No sé cuán diferentes podamos sonar ahora, las canciones y las personas cambian a lo largo de 33 años. Nosotros no somos la excepción, pero queremos mantenernos fieles a ellas lo más que podamos”.

-Cuando salió, Shake Your Money Maker no sonaba como casi nada de lo que estaba teniendo éxito en ese momento. ¿Por qué creés que la gente lo recibió tan bien?

-Porque es auténtico. La música del corazón es música del corazón. Si alguien no está tratando de demostrar nada sino simplemente haciendo algo y haciéndolo bien, no importa nada más. Pensemos en Amy Winehouse: ella cantaba una música jazz impopular para su tiempo, algo que nadie en el mundo estaba haciendo, pero tenía sentimiento y la gente la amó por eso. Cuando apareció Nirvana, tenías un montón de bandas de hair metal dando vueltas, pero ellos tocaban punk rock. Ahí te dabas cuenta de que había algo auténtico, serio. Y nosotros también éramos serios. En última instancia, no importa qué estilo sea: si las canciones son buenas, van a pegar.

-Cuando muchas bandas nuevas querían romper con lo anterior, ustedes rescataron una tradición. ¿Cómo te llevás con el concepto de lo “retro”?

-Creo que es una mierda. Toda la música estuvo siempre conectada con música del pasado. Nosotros no hacemos bandera de eso pero tampoco ocultamos nuestras influencias. Si escuchás Soundgarden, su mayor influencia es Black Sabbath; si escuchás Nirvana, sus más grandes influencias son The Replacements y el pop punk de la época; The Police fueron influidos por los Rolling Stones, que a su vez fueron influidos por Chuck Berry. Todo el mundo en todo momento pone sobre la mesa sus influencias cuando compone. Algunos son capaces de hacer algo más: Led Zeppelin se aproximó al blues y lo filtró a través de las personalidades y habilidades de sus integrantes, lo que resultó en algo realmente pesado, diferente. Pero en sus mentes ellos estaban simplemente tocando blues. Depende de cuán honesto seas, pero no hay tal cosa como algo nuevo. La gente que podría decir que somos retro es la que no escuchó nuestros discos. Quizá sí escucharon Shake Your Money Maker, pero no The Southern Harmony and Musical Companion, no escucharon Amorica, Three Snakes and One Charm, ni nada más. Eso de lo retro se volvió una connotación negativa que no nos interesa tener.

Esta tercera reunión de la banda de Atlanta se produjo después de que Rich y su hermano, el cantante Chris Robinson -únicos miembros estables posibles-, dejaran de lado grandes diferencias que durante años habían hecho públicas. De hecho, Rich acusaba a Chris de querer quedarse con la plata del resto, incluyéndolo a él y al entonces baterista Steve Gorman. En 2019, Gorman publicó un libro biográfico de los Black Crowes con relatos muy duros sobre la convivencia con y entre los hermanos.

Con tanta agua que corrió bajo el puente, hasta hacía pocos años una nueva reunión parecía imposible para músicos y público. Rich estaba enfocado en su carrera solista -que lo trajo a Buenos Aires en 2017- y en su otro proyecto colectivo: The Magpie Salute, en conjunto con otros por entonces exmiembros de los Crowes, como Marc Ford y el bajista Sven Pipien.

“Estábamos haciendo discos, nos iba bien, hasta que Marc volvió a consumir drogas. No tenía ganas de lidiar más con eso, estaba poniendo mucho esfuerzo, tiempo y plata en un proyecto en el que el resto no estaba tan enfocado”, reconoce. “Estaba componiendo, fui al estudio Rockfield en Gales con cinco canciones de rock & roll, y pensé: ‘Viejo, realmente quisiera que Chris cantara esto’. Porque siempre que compuse canciones, las escribí para él, desde que éramos chicos”.

Foto: Matija Photography

“Además, la banda había estado cayendo en esa especié de cliché triste en el que siempre caen las bandas y realmente necesité estar con él, extrañaba esa colaboración. Es mi hermano, claro, pero también soy su fan, porque en esta época nadie puede hacer lo que él hace. Entonces me acuerdo de haber deseado que Chris cantara esas canciones, no podía esperar a escucharlo. Lo comenté y alguien me dijo: ‘¿Sabés qué? Él dijo lo mismo sobre vos el otro día’”.

-¿Cómo siguió la historia?

-Podríamos decir que eso abrió la puerta. Además, ambos tenemos hijos, queremos que conozcan a sus primos, a su tío, ser parte de una familia. Empezamos a hablar y salió la posibilidad de juntar a The Black Crowes, volver a girar. Tuvimos muy buenas conversaciones sobre eso, porque desde que nos habíamos separado, cada año diferentes promotores nos ofrecían giras y siempre las habíamos descartado, simplemente porque no queríamos hacerlo. Esta vez dijimos: “Si hacemos esto, tenemos que hacerlo bien. No tiene que ser una reunión de una sola vez para juntar plata”.

-¿Entonces?

-Entonces queremos hacerlo bien, no queremos lidiar con la toxicidad de nuestro exbaterista, siempre tratando de separarnos para poder tener más poder. El tipo es un mentiroso, sacó un libro que en mi opinión es prácticamente todo falso. También había otra gente alrededor que llenaba todo de un aire negativo que no queremos sentir más. Porque Chris y yo podemos encargarnos de llevar adelante nuestra relación, sabemos que somos como gatillos. Lo que necesitábamos era gente que entendiera esto y nos respetara. Trajimos a toda gente nueva, con excepción de Sven, que estuvo con nosotros desde siempre, es un gran tipo y no se mete en esa mierda. Estos años fueron geniales, hay mucha positividad. Estuvimos componiendo, pensamos en sacar un nuevo disco y estamos muy entusiasmados.