Luego de 16 años de silencio, los policías que integraron el operativo en que se asesinó al maestro neuquino Carlos Fuentealba hablaron ante el tribunal que el próximo viernes dictará sentencia por las complicidades del crimen. Contrario al mea culpa que podrían haber hecho frente al exceso de pruebas en contra, responsabilizaron a los docentes por la represión y afirmaron que tanto la víctima como el resto de los manifestantes “no eran carmelitas descalzas”.
Las declaraciones sorprendieron por su tenor y por el modo en que cada uno de los ocho acusados se deslindaron de sus responsabilidades y las echaron sobre quienes en la mañana del 4 de abril de 2007 cortaban una ruta para reclamar mejoras salariales y de condiciones laborales.
“Los maestros venían cortando ruta, molestando a la ciudadanía con sus actitudes belicosas; no eran carmelitas descalzas”, lanzó Carlos Zalazar, por entonces jefe de la Policía de Neuquén. Es decir que, según él, ese fue el quid de la orden que recibió de Jorge Sobisch, entonces gobernador de Neuquén y otrora socio político de Mauricio Macri.
Tanto Zalazar como algunos ex policías y funcionarios admitieron que el día anterior al crimen se reunieron con Sobich para recibir las directivas frente al anuncio de la protesta. La orden fue que “previniera el corte de la ruta” 22 donde ocurrió el crimen.
Afirmó también que para hacer cumplir esa orden se estableció un fuerte operativo con armas largas, pistolas de gases y carros de asalto que, según él, “no eran intimidatorios”.
Luego intentó sembrar culpas en los manifestantes: el operativo era “para evitar que por ahí (la ruta) pasaran armas” que podrían tener maestros movilizados. Las armas en manos de los docentes nunca existieron. Con lo único que pudieron defenderse tras la arremetida policial fue con piedras.
Por su parte, Moises Soto, encargado del operativo junto con el superintendente de Seguridad, Adolfo Soto, también desparramó supuestas culpas ajenas y aseguró que la fuerza de seguridad provincial usó “armas no letales”. O sea, hubo un disparo en la cabeza de un maestro que por ello murió, pero el arma no era letal.
Luego apuntó a los docentes presentes en la sala por haber aplaudido en el proceso anterior, cuando se condenó a Darío Poblete, el oficial del GEOP de Zapala que mató a Fuentealba de un disparo en la nuca. Y de paso se victimizó.
“Hace 16 años que estoy condenado, yo y mi familia. Sometido al escarnio, al escrache, a la designación de asesino, al encubridor de un asesinato”, dijo según el testimonio publicado en el Diario de Río Negro.
También criticó a Ricardo Mendaña, el abogado que defiende a los policías y que había participado de la instrucción de ellos. “Lo considerábamos parte de la familia policial”, dijo el hombre y admitió haber sido alumno de él.
Quien volvió a apuntar contra los maestros fue el jefe del operativo, Mario Rinzafri. Dijo que los docentes fueron los que “arrojaron piedras” y que por ello la policía reprimió.
Rinzafri calificó al asesinato de Fuentealba como “un hecho no deseado” porque los disparos “no estaban dirigidos a él” sino a los demás que enfrentaron a las fuerzas de seguridad.
Como un eco de su jefe, Aquiles González sostuvo que él vio que “la actitud de la manifestación era causar daño”, y con ello justificó la represión de la que fue parte. Lo mismo hicieron Julio Lincoleo, jefe directo de Poblete, y Benito Matus, quien admitió haber disparado “para defenderme de la agresión”.
En síntesis, según ellos no encubrieron, no dispararon, no golpearon y la responsabilidad de lo que ocurrió no fue de ellos sino del policía que disparó y al que ellos acompañaron y protegieron.
Uno de los más ofendidos por el juicio fue Jorge Garrido, jefe del departamento de Seguridad Metropolitana de Neuquén. Afirmó que tanto él como sus compañeros policías son víctimas del hostigamiento de la población.
Garrido admitió que le “molesta mucho cuando quieren instaurar que acá hubo una cacería humana”, porque según su visión las corridas a manifestantes, los disparos, los palazos, el asesinato y las detenciones no fueron eso. “Si así hubiese ocurrido –elucubró-, habría habido accidentes de tránsito”.