“Dios te da las nueces pero no te las parte” es la frase con la que esta vez Alberto Cormillot eligió culminar un video informe que se titula “El uso en niños de medicamentos para adelgazar”. Así de suelto, sin datos y apelando a una estrategia de marketing estigmatizante, como de costumbre, que le da continuidad a la saga de terror corporal que el empresario sostiene en sus exposiciones públicas. El guión, además de ubicarlo en la cresta de la ola de la industria de la dieta, perfila una inspiración profundamente misógina y gordofóbica.
Hace algunos meses en una charla televisiva explicaba que: “Si sos una chica que pesa 120 o 130 kilos, muy posiblemente tus amigos si te ponen la mano encima en la oficina lo hacen como buenos compañeros. Si vos bajás 30 o 40 kilos, ya dejan de ponerte la mano encima como un buen compañero y lo hacen con otra intención. Eso puede parecer discriminación pero no es así”. Fue el ejemplo que utilizó para hablar sobre educación alimentaria recibiendo una enorme cantidad de críticas que desembocaron en un pedido de disculpas de su parte “por dar un ejemplo antiguo”.
Como si estuviéramos en el mundo del revés y Maria Elena retorciéndose en la tumba, en esta ocasión, Cormillot no se tomó demasiado trabajo en la argumentación, apenas un porcentaje de la obesidad en niños para finalmente recomendar la medicalización de les peques a través de tres fármacos, dos de ellos todavía no aprobados en Argentina. Pero para él esta cuestión no le viene a cuento porque las bases de su teoría de cómo hacer adelgazar a las infancias son estadísticas exportadas de Estados Unidos: “la Academia Norteamericana de Pediatría anunció que a partir de los seis años se recomienda un tratamiento intensivo para los niños con exceso de peso en Estados Unidos”.
Con "tratamiento intensivo", Alberto Cormillot se refiere a que pediatras receten liraglutida, semaglutida y terzepatida -mientras en la pantalla se ve a niñes felices con sus blisters-: “Esto que hace Cormillot de promocionar una medicación no aprobada en Argentina no es algo nuevo, lo ha hecho tanto en su faceta de empresario de la industria del adelgazamiento y también como funcionario del gobierno de Macri” explica Laura Contreras, activista gorda e investigadora en temas de diversidad corporal, para señalar que cada tanto aparecen esta suerte de publicidades encubiertas.
“Lo que llama la atención es que utilice datos de Estados Unidos y diga así al pasar, como si no fuera una zona de ciencia, que son similares a los de Argentina. No da datos de nuestro país, lo cual por ejemplo, fue algo bastante frecuente en la Sociedad Argentina de Nutrición durante la pandemia en relación al peso de la gente en cuarentena.” explica Contreras.
La estadística es que “uno de cada cinco niños tiene exceso de peso en Estados Unidos” y Cormillot la utiliza para recomendar medicamentos que “están en proceso de ser aprobados”. Esta dislexia geográfica sin la contribución de datos locales le sirve al doctor para macerar su nuevo cóctel gordofóbico y machista cuando aclara que está bien que exista la posibilidad de disponer del medicamento y “que los niños tengan una buena alimentación y una buena actividad física es una preocupación de las madres de Estados Unidos”
En este sentido Lucía Portos, Subsecretaria de Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires y activista gordx, considera que es muy preocupante que una persona que dice ocuparse de la salud afirme que las estadísticas de Estados Unidos son más o menos iguales a las de acá y que no presente ningún dato al respecto: “Es un clara demostración de la poca comprensión de lo que significa la estigmatización de la gordura en la infancias y el nivel de presión que deposita sobre las familias”, explica Portos.
Cormillot no lo deposita en las familias sino en las madres que según también parámetros internacionales son quienes “se preocupan por la buena alimentación y la salud de sus hijos”. Para Laura Contreras es llamativo lo de la generalización de “la preocupación de las madres”, aunque sabemos que el cuidado recae en las mujeres y feminidades, es sugerente hablarle a las madres y reconocer el temor que a veces produce la ingerencia de la medicina sobre las decisiones de las familias. Y acá apuntala algo muy fuerte que es que el cuerpo de les hijes sean la evidencia del fracaso” concluye Contreras.
La Organización Mundial de la Salud reconoce el estigma de peso “como descripciones peyorativas que la sociedad hace acerca de las personas con obesidad: acciones de discriminación que pueden condicionar el trato de la persona o impedirle acceder al sistema de salud”, sin embargo la industria de la dieta, con referentes como Cormillot, insite en un paradigma de medicalización, en este caso de las infancias.
Medicalización for export
La estrategia del video informe de Alberto Cormillot no es una novedad, la medicalización en las infancias es algo que se viene impulsando como control social en nombre de la salud. Sucede con el llamado Síndrome de Atención con o sin Hiperactividad (ADD/ADHD) para el cual se receta el metilfenidato, una droga de acción similar a las anfetaminas y con potencialidad adictiva. En folletos de laboratorios se presentan como una “píldora milagrosa” para que el niño sea buen alumno y haga caso en la escuela.
Lo que se intenta, al fin de cuentas es que quien parta la nuez no sea dios sino un orden hegemónico que parte aguas entre lo que es normal y lo que es patológico. En Medicalización y sociedad. Lecturas críticas sobre la construcción social de enfermedades, editado por la UNSAM se compilan textos que dan cuenta de cómo se “diagnostica” por ejemplo el ADD: “se comienza analizando la conducta del niño a partir de los criterios propuestos por el DSM (Manual de Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association) que son arbitrarios y subjetivos. Veamos algunos ejemplos: no poder mantener la atención por más de 10 o 15 minutos; correr o saltar en exceso; tocarlo todo; hacer payasadas; correr en monopatín en lugares irregulares; olvidar de llevar la merienda. Luego se la clasifica en un determinado trastorno que requiere una medicación y/o técnicas cognitivas. A partir de esta clasificación todas sus manifestaciones empiezan a ser explicadas por ese trastorno desde el cual se realiza un discurso estigmatizante”.
Estados Unidos o El Norte es la fuente y un punto de coincidencia entre estos engranajes entre farmacéuticas, laboratorios, industria de la dieta para medicalizar, en este caso, a una población a la que sin duda, el doctor Cormillot apela a captar: les niñes.