El caso del dirigente montonero Tulio “Tucho” Valenzuela es uno de los más siniestros que hayan tenido lugar durante la última dictadura militar. Jefe político y militar de la Columna Rosario de la organización Montoneros, tras el golpe se exilió junto a su esposa, la también militante Raquel Negro, y el hijo de ella. En diciembre de 1977 reingresaron al país. Un mes más tarde el segundo a cargo en aquella columna, Carlos Laluf, “quebrado” por el ejército, lo delata. Alojado en el centro clandestino conocido como “Quinta de Funes”, para fugar Valenzuela simula ser un “quebrado” y propone a sus secuestradores viajar a México, con el presunto objetivo de infiltrarse en la cúpula montonera. Leopoldo Fortunato Galtieri, por entonces Comandante en Jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, le propone matar a Mario Eduardo Firmenich. Valenzuela “acepta” y viaja, bajo una condición: en caso de un paso en falso, su esposa e hijo serían asesinados.
Escoltado por agentes de inteligencia del Ejército y Laluf, a pocas horas de llegar y con la excusa de tomar contacto con sus presuntos ex compañeros, pone a éstos al tanto de todo. En una conferencia de prensa brindada el 18 de enero de 1978, Valenzuela denuncia punto por punto la denominada “Operación México”. La presión internacional lo salva. Pero no estaba del todo libre. En Cuba es investigado por servicios secretos estatales. Tras la investigación, el Consejo Superior de Montoneros lo somete a Juicio Revolucionario y, hallándolo culpable de traición, lo degradan. En julio de 1979 Valenzuela regresa al país, en el marco de la Contraofensiva montonera. Cuando llega encuentra que tanto su esposa, embarazada de mellizos, como el niño están desaparecidos. Días más tarde integrantes de grupos de tareas de la Esma lo cercan, y se suicida tomando la pastilla de cianuro.
En Tres cosas básicas, que se estrena este jueves en el Centro Cultural San Martín, el rosarino Francisco Mattiozzi Molina pone esta historia en el contexto de la causa Guerrieri I, llevada adelante en la ciudad de Rosario. En esa causa, el militar retirado Oscar Guerrieri, que estaba a cargo de la “Quinta de Funes” fue juzgado junto a cuatro de sus subordinados por delitos de lesa humanidad. La celebración del juicio depara alguna sorpresa, que funciona como corolario de este proceso de recuperación de la memoria.
-Uno de los ejes de Tres cosas básicas es la conferencia de prensa que dio Valenzuela en enero de 1978. La calidad del audio es perfecta. ¿Se trata del audio original?
-La conferencia de prensa que encontramos y reproducimos en la película es la transcripción de aquella dada en México. El resto fue una recreación. Decisión que tomamos con el productor, Andrés Habegger, ya que consideramos a la conferencia uno de los puntos neurálgicos en la construcción de la película.
-¿Que opinás sobre la decisión de Valenzuela de no cumplir su trato, sabiendo que a causa de ello iban a desaparecer a su compañera e hijo?
-Hay un documental de Erik Gandini que se llama Sacrificio. En un fragmento, Ciro Bustos, sobreviviente del foco boliviano, cuenta que cuando estaban allí el Che les dice: “Desde este momento hagan de cuenta que están muertos. Todo lo que vivamos es un regalo.” Creo que ese testimonio define una época. Tucho acuerda con Raquel “María” Negro frustrar la operación de Galtieri, avalada por Videla. Asumen convencidos las consecuencias de su decisión. El riesgo, la entrega es casi inimaginable en la actualidad. Es un contexto histórico muy diferente del que vivieron ellos.
-Buena parte del metraje de Tres cosas básicas está dedicada a Eduardo Costanzo, uno de los represores de la “Quinta de Funes”, que en una de las escenas iniciales enfrenta, cuchillo en mano, a un pequeño grupo de manifestantes. Y afirma que en ese centro clandestino los detenidos “la pasaban muy bien”. ¿En qué circunstancias tuvieron lugar esas grabaciones?
-Las hicimos durante el juicio que dio inicio a la causa Guerrieri, mientras él se hallaba en prisión domiciliaria. El registro en su casa corresponde a Los días del Juicio, una serie documental de un gran director de cine llamado Pablo Romano. La causa Guerrieri fue el primer juicio por crímenes de lesa humanidad en centros clandestinos del gran Rosario. Constó de dos etapas, una centrada en los delitos perpetrados en la “Quinta de Funes”, y otra conocida como “Fábrica de Armas”.
-Entrevistás a Jaime Dri, el famoso “fugado” de la ESMA. Cuenta que al llegar, el Tigre Acosta le planteó de entrada algo así como “las reglas del juego”, diciéndole que allí “no se torturaba por torturar, sino para obtener información”. Como si se tratara de juego limpio.
-Tratando de pensar lo que era estar en la ESMA en esa época, tal vez esa aclaración era parte del cinismo propio de los milicos. “Te muestro mis cartas porque de ésta no salís más”.
-Como suele suceder en los documentales sobre Montoneros, aparecen posiciones más y menos críticas con respecto a la organización. ¿Trataste de balancearlas?
-Intenté buscar distintas posiciones o miradas, de acuerdo a la historia y a partir de la pregunta que siempre me hice, sobre el sacrificio personal en pos de una causa.
-El ex dirigente montonero Pablo Fernández Long sostiene que las “entrevistas” que psiquiatras o psicólogos mantuvieron en La Habana con Valenzuela fueron una forma de tortura psicológica. En cambio, Beatriz Torres, directora del Archivo SELSER (Gregorio Selser) en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, niega que el gobierno cubano practicara la tortura. El hecho de que después de los interrogatorios haya tenido lugar el Juicio Revolucionario parecería darle la razón al primero.
-Lo que plantea Beatriz Torres es que Montoneros se haga cargo de sus acciones al interior del movimiento.
-¿Qué opinás sobre el juicio?
-Creo que hay que ponerle en relación con contexto histórico y lo que estaba en juego. Desde hoy, el juicio a Tucho es complicado de entender.
Desde hoy también es difícil de imaginar que un militante esté dispuesto a darlo todo por una causa. Dar la vida no como un slogan, ¡sino realmente darla! Raquel casi le exigió a Tucho que frustrara la operación, sabiendo lo que a ella le esperaba. Era darlo todo. Era posible un cambio desde ahí, y genera, o me genera, muchas contradicciones al día de hoy. Cuando era muy chico recuerdo haberla criticado a mi vieja, porque no “dio la vida” como el Che o como mis tíos (sus cinco hermanos, todos los cuales fueron asesinados) y creo que me respondió que porque habíamos nacido nosotros. También entendí luego que hay muchas maneras de comprometerse, de militar, de ser solidarix, de ser compañerx. Hoy, por momentos me pregunto por qué mis tíos no se exiliaron.
-Daniel Sverko, ex custodio de Firmenich, afirma: “Tucho debería haber muerto en combate”. Ese razonamiento convierte en sospechosxs a las decenas de miles de secuestradxs, prisionerxs de campos clandestinos.
-Es un tema para analizar y de mi parte escuchar. Escucharlos. Entre lxs compañerxs se hablaba de una muerte heroica, la muerte en combate. Vuelvo al principio. El Che dando todo en Bolivia, la resistencia hasta la muerte, “la vida por Perón”. Los curas del Tercer Mundo, el padre Mugica. Mi tío Alberto Molinas, cercado junto a Vicky Walsh en la calle Corro, diciendo “Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”.