La tira The Last of Us fue catalogada como una de las mejores adaptaciones que el mundo de las series ha sabido tener de una historia proveniente del universo del gaming. Esta traducción fue realizada con tanto atino, que inclusive revivió una de las controversias que puso en guerra a las personas que aman a los videojuegos: la inclusión en primera plana de las relaciones LGBTQI+.
La primera edición de la experiencia digital fue primero lanzada en 2013. Allí, el protagonista Joel acepta transportar a una adolescente, Ellie, en medio de un mundo repleto de una versión terrorífica de zombies llamados “infectados” -por el hongo cordycep, que sobrevive en humanos y los transforma. Esta primera historia interactiva fue recibida con los brazos abiertos: la desarrolladora Naughty Dog se llevó numerosos premios de la industria los cuales festejaron su diseño sonoro (a mano del argentino Gustavo Santaolalla), visual, su construcción narrativa y el desarrollo de personajes que atrapan inclusive cuando el contexto apocalíptico podría ahogarlos en el pánico de la supervivencia.
Un año después, la expansión del juego llamada “Left Behind” sumó a la narrativa un nuevo asterisco queer: la historia de Ellie le agregó un interés romántico femenino (el cual la serie exploró durante esta primera temporada) y el relato no sólo logró complejizar su realidad, sino que dejó en claro que en este futuro distópico, la “cuestión de género” no es más que un subtexto que humaniza a los personajes y les sumó más profundidad a su identidad.
Este breve capítulo que expandió la realidad de la primera parte de The Last of Us no obtuvo una gran resonancia dentro de la industria del gaming. Si bien también fue apreciado por su apartado narrativo y por la suma de contenido de acción, pocas voces hicieron eco de las escenas en las que se trataba explícitamente la identidad de la protagonista. Después de todo, “Left Behind” era apenas un DLC (en español, “Contenido Descargable”), es decir, un agregado jugable casi de yapa. La historia ‘oficial’ aun parecía solo tener como principal protagonista a Joel, un hombre rudo cuyo interior tiene lugar para la compasión y ternura que suele no saber cómo expresar.
Pero la misma heteronormatividad gamer que reivindicó a The Last of Us como uno de los mejores juegos de la séptima generación de consolas, no soportó lo que sucedió cuatro años después. El estudio Naughty Dog rompió la conferencia internacional E3 de 2018 con un tráiler que mostraba abiertamente la interacción entre Ellie y su nuevo interés amoroso, Dinah. El breve tráiler tenía el fin de mostrar su nueva realidad como superviviente, donde en medio de un momento de ternura, no puede despegarse de un instinto gestado por la violencia.
El beso que revolucionó los pixeles
La industria de los videojuegos vivió uno de sus mejores momentos durante 2018. El modelo de las experiencias estilo battleroyale (como Fortnite, donde las personas compiten con sus personajes hasta que quede una ganadora) ayudó a absorber un mercado enorme de usuarios y usuarias interesadas en experiencias gratuitas.
Este nuevo aluvión de gamers tuvo otro impulso con el lanzamiento de títulos como God of War (2018), que se volvió uno de los hitos del mercado y un ejemplo de avance tecnológico. Según New Zoo, consultora internacional especializada en el análisis del rubro del entretenimiento, el sector de videojuegos logró sobrepasar la recaudación de 138 mil millones de dólares a nivel global, dejando bien atrás a los parámetros de la industria cinematográfica.
La historia de The Last of Us, que ya tenía casi cinco años para el momento, era solo conocida para el nicho nerd de gamers. Sí, el producto había alcanzado un importante estatus dentro del circuito, pero no había logrado romper las barreras que suelen insensibilizar al público general. Los nuevos fanáticos de los videojuegos sabían que la desarrolladora Naughty Dog había sido responsable de una historia legendaria, pero no todos estaban al tanto del subtexto de interacción humana que planteaban.
Por eso, al primer beso entre Ellie y su ‘nueva novia’, las redes sociales estallaron indignadas. Oleadas de usuarios comenzaron a bombardear a los creadores del juego con mensajes de homoodio; los conservadores se preocuparon de la influencia del gaming gay en la mente de jugadores y jugadoras. De algún sector motorizado por la conspiranoia, se popularizó la idea que los videojuegos ahora eran parte de una supuesta “agenda LGBTQI+”.
El fenómeno que generó el tráiler “controversial” puso en boca de todos a The Last of Us Parte II, inclusive antes de que el juego siquiera hubiese salido al mercado. Las páginas de críticas y las plataformas de distribución digital de videojuegos se enfrentaban a batallas encarnizadas entre personas que calificaban negativamente a la experiencia por su narrativa LGTBQI+, mientras que otras también contrarrestaban el efecto regalando todas las estrellas que podían por “la valentía” de una historia con personajes diversos. Quizá el único verdadero ganador de aquellos meses de pre-lanzamiento en 2020 fue el departamento de marketing de Sony (distribuidora del juego): todo el mundo seguía hablando de las imágenes queer de The Last of Us Part II, inclusive aquellos que jamás se habían acercado a un joystick en su vida.
¿Estamos listos para una adaptación de un mundo zombie-queer?
Como era esperable, el desafío técnico y el hito del desarrollo de The Last of Us Part II logró que el juego volviese a ganar la mayoría de los premios existentes en la industria. Si bien la continuación de la historia no revolucionó ningún estándar narrativo, la propuesta ya había sentado excelentes bases desde su edición del 2013.
La narrativa apocalíptica mostró cómo en un mundo zombificado, las personas se vuelven más humanas. La segunda entrega resignificó los lazos entre los protagonistas de la historia y se animó a subvertir los estereotipos comunes de las realidades distópicas de ciencia ficción.
Otra de sus controversias fue la inclusión de Abby, la deuteragonista que se opone a Ellie y encarna lo que realmente podría esperarse de un cuerpo femenino que se entrena para sobrevivir. Musculosa, con espada cuadrada y lejos del glamour, el personaje fue vapuleado por no responder a un estándar de belleza muy cuestionable en una realidad apocalíptica.
Los directores de The Last of Us (serie) demostraron que son capaces de sostener una narrativa LGBTQI+ inclusive tras las históricas críticas que recibió el juego. Lejos de alejarse de la temática, también encontraron un punto clave a la hora de escribir una historia cuyo objetivo es explorar la complejidad de la identidad propia y la construcción de las relaciones humanas. A pesar del aparente apoyo por parte de los productores (entre los cuales también se incluyó a Neil Druckmann, creador original de la historia), las actrices fueron quienes se llevaron los primeros golpes del público. Bella Ramsey (quien encarnó a Ellie) sufrió todo tipo de comentarios por no ser “tan bella” como la protagonista adolescente del juego (lo cual lleva a la pregunta de por qué es necesario que una actriz que encarna a una chica de 14 años debe cumplir un standard de belleza).
Según los adelantos, la segunda temporada de The Last of Us (la serie) profundizará en la identidad de Ellie y en cómo su relación con Joel (encarnado por Pedro Pascal) la ha marcado para siempre. Sin fecha de confirmación aún, esta secuela tendrá una difícil tarea: convencer a los nuevos fanáticos y fanáticas de seguir una historia gamer que tiene la costumbre de exponer hasta dónde el público mainstream quiere aceptar narrativas LGBTQI+ sin fetichizarlas.