Puede que en Buenos Aires no se recuerde con exactitud la última vez que Cigarretes After Sex estuvo por acá. Para muchos fue en 2018, mientras que para otros sucedió al año siguiente. Pero en la orilla de enfrente del Río de la Plata seguro que no se olvidan: 28 de agosto de 2019. Es que el cantante y guitarrista de la banda, Greg González, se quedó sin voz tras su recital en Teatro Vorterix, y no pudo actuar en Montevideo. En las dos ocasiones que estuvieron en la capital argentina, cuando los de El Paso se subieron al escenario la entrega fue total. Lo demostraron en su debut local, en 2017, como parte de los atractivos del Festival BUE. Habían venido con un homónimo primer álbum lanzado pocos meses antes, que les auguró un lugar entre los artistas revelación de ese año. Al mismo tiempo que se exponían como alumnos distinguidos de ese sonido de terciopelo azul, encarnado por el onirismo del dream pop y la alfombra sónica del shoegaze.
Dos años más tarde, con esa secuela con sabor cinematográfico que llevó por título Cry, el grupo mostró un sentido épico de la abnegación. Y una vez más lo evidenció en la noche del miércoles en Teatro Vorterix, cuando levantó el telón de los sideshow de Lollapalooza (repetirán en el Hipódromo de San Isidro este viernes, a las 22:15, en el Escenario Alternative). Si bien se pensó que aprovecharían la intimidad de un recital propio y paralelo para desplegar su arsenal musical, la banda que completan el bajista Jacob Tomsky y el baterista Randal Miller armó una lista de canciones cuya duración no distó del tiempo que tienen destinado para el festival: una hora. Quizá la diferencia radicó en los bises, que descansaron en la aletargada “Opera House” y en la suerte de narcótico vals “Dreaming of You”, incluida en su primer material publicado, el EP I (2012)
De hecho, el setlist no fue muy diferente al de su último recital en Buenos Aires: en ese entonces abrieron con “Opera House” y el encore se produjo de la mano de “Dreaming You”. Si en aquella ocasión “Crush” fue el segundo tema, en esta vuelta maduró de tal forma que encendió el repertorio. Le secundó esta vez uno de los dos singles nuevos que la terna grabó desde Cry: “You’re All I Want”, lanzado en 2020 y del que resalta la voz González, debatiéndose entre la niñez y la androginia. Y donde también destaca ese punteo de guitarra suyo bien a lo spaghetti western. Por más que la canción que vino a continuación llevara por nombre “John Wayne”, lo único que tiene en común con la anterior es la influencia que posee la inmensidad del prado texano en la música de la banda. “Tiene tanto en su corazón, pero él no sabe qué hacer. Todo lo que quiere es a ella”, versa la letra.
La ambientación de “John Wayne” pareciera una revisión cabizbaja de “Please, Please, Please, Let Me Get What I Want”, de The Smiths. Pero las reivindicaciones no terminan acá. Nada que ver. Eso lo testimonió el nuevo corte promocional del grupo, “Pistol”, parido en noviembre y en el que late la manera de fluir de Cocteau Twins. Al tema que le da nombre a su segundo álbum de estudio, le siguió uno de los hits de Cigarretes After Sex: “Affection”, donde la viola rinde un tributo ralentizado a la profundidad sonora de My Bloody Valentine. Pese a que las influencias están a flor de piel, la banda tiene una personalidad estética prácticamente definida. Quizá su tercer álbum sirva de estocada final. Sus fans en Argentina, que agotaron esa función, lo saben. Y González más aún. No es casualidad que en cada detalle, esbozo o pincelada identitaria saliera al frente del escenario.
“Affection” dio pie a otro himno, “Falling in Love”, donde el trío le bajó dos cambios a su tenue intensidad. Si bien sus composiciones tienen una intención introspectiva, y de ahí su cabalgata ensimismada, este tema incluido en su primer álbum podría considerarse lo más cercano a una balada. A esa altura, el recital encaraba su segunda mitad. Hasta ahora, y al igual que sucedió en la primera parte, el frontman habló poco y nada. Siempre en inglés, por más que el origen de su apellido denote su abolengo. Sólo se limitó a agradecer y a decir lo felices que se sentían por volver a Buenos Aires. Gesto que el público le devolvió con una fervorosa arenga. En el medio de ese toma y daca apareció “Nothing’s Gonna Hurt Baby”. No sólo se trata de una de sus canciones germinales, sino también la que viene con ese sello calmo y melancólico (característico del slowcore) de Mazzy Star. Banda que los marcó a fuego.
Eso quedó patentado de vuelta en la popera “Sweet”, celebrada por sus seguidores y con la que confirmaron que la oscuridad también puede ser un lugar hermoso. “Sunsetz”, al menos en los punteos de guitarra, se revelaba como una canción hermana de “Rest My Chemistry”, de sus compatriotas de Interpol. Al tiempo que “K” (título que alude a Kristen, la protagonista de la historia) trata sobre el abandono, “Heavenly” extiende esa agonía con la daga clavada cerca del corazón. Antes del cierre, por esa pantalla que ayudó a guiar el relato de la performance pasó gente llorando, rayos y centellas, retratos de mujeres y mucha oscuridad. Todos en blanco y negro. Entonces vino el desenlace con “Apocalypyse”. Y es que así, lento, minimalista, suave y hasta rítmico, puede sonar el amor cuando se reencuentra. “Tenés la música dentro de vos, bebé. Decime por qué”, reza la letra. El misterio eterno.