Hegel considera que ciertos hechos de la historia aparecen dos veces, primero como tragedia y luego como comedia. Marx retoma el concepto con una variación. “La historia ocurre dos veces, la primera como una gran tragedia y la segunda como miserable farsa”. Se impone aclarar que ambas (como categoría social) entrañan consecuencias negativas. Una perversa repetición histórica ocurre en la Ciudad de Buenos Aires que en otros tiempos conoció la prohibición del tango y hoy sufre la prohibición de los pobres.

“Es medianoche, el cabaret despierta. / Un viejo verde que gasta su dinero /emborrachando a Lulú con su champán, / hoy le negó el aumento a un pobre obrero /que le pidió un pedazo más de pan”. // “Declaran la huelga, / hay hambre en la calle, / y en el entrevero de lucha sangrienta / se venga de un hombre / la ley patronal”. // “Los pibes se mueren de frío / y lloran hambrientos de pan”.

Tres fragmentos de tangos compuestos a principios de la década de 1930 y prohibidos -entre muchos otros- por diferentes gobiernos argentinos. Los respectivos títulos y autores (sólo de estos tres) son “Acquaforte” de Pettorossi y Maraibo Catán; “Al pie de la santa cruz” de Delfino y Battistella; “Pan” de Pereyra y Celedonio Flores. Pero el tango, antes de tener letra fue únicamente baile y también sufrió censura. En 1917 se prohibió bailar tango en público o en privado tanto de día como de noche. 

Ante la licitación actual de la Ciudad de Buenos Aires para contratar un servicio que “limpie” lo urbano de personas cartoneras o en situación de calle se impone una reflexión sobre la repetición histórica en la que insisten les descendientes de quienes prohibían las expresiones tangueras. La “gente bien” dice que son medidas estéticas, pues la pobreza afecta la imagen de ciudad limpia. Pero el verdadero motivo de esta discriminación es el rechazo del pobre. Actitud que es una amenaza contra la democracia, tal como advierte la filósofa Adela Cortina en su libro Aporofobia: “en un mundo construido sobre el contrato político, económico y social, los pobres parecen quebrar el juego de dar y recibir, por eso son excluidos”.

Michel Foucault en La historia de la locura narra cómo una de las medidas que tomó la burguesía recién nacida (siglos XVII y XVIII) fue “cazar pobres”. En algunas ciudades europeas se recompensaba con dinero a quien entregaba un pobre a la mazmorra. Ahí comenzó el gran encierro de les “anormales” que, al principio no fueron personas locas-como suele pensarse- sino personas pobres.

¿Por qué? Porque les pobres deambulando por las calles alteraban el buen orden burgués. Palabra más palabra menos los reaccionarios de hoy repiten eslóganes antipobres. Sostienen que recolectores informales y personas sin techo afectan la imagen de la ciudad. Como si no afectara la estética ciudadana los zocotrocos de hormigón “armado” (en todos los sentidos de la palabra) con los que el mismo gobierno ciudadano humilla las calles de Buenos Aires.

Más que repetición histórica se percibe una constante entre el poder liberal de antaño y el neoliberal contemporáneo: quieren deshacerse de les pobres (sin asistirles ni reinsertarles). Descartando. Con los millones de pesos que se les piensa pagar a los cleaners contratados se podrían encausar inclusiones sociales para quienes el capitalismo expulsó del sistema. 

La miserable farsa es que ni siguiera les interesa el destino de esas personas. A la gente carenciada dieciochesca se las encerraba para que trabajen en el asilo (aunque resultó un fracaso económico), a les indigentes de hoy se les arroja a la nada, al desierto. Ese que está creciendo al compás de la indiferencia.

¿Existen personas que contaminan la visión estética de la ciudad cheta?, ¿porque los barrios del paupérrimo sur no cuentan? ¿Y los maceteros de cementerio privado con los que entorpecen el tránsito del centro?, ¿y los insólitos parques lineales? Las privatizaciones carcomen los pulmones de la ciudad. La cheta de Nordelta reencarna en funcionaries sin escrúpulos que manifiestan tener códigos estéticos visuales (para avasallar a les pobres), a quienes asimilan con la basura, de cuya recolección apenas sobreviven. Aún eso les quieren quitar. “Estéticos visuales” sin ética solidaria ni responsabilidad gobernante. Una noche, durante la dictadura, el gobernador de facto Antonio Bussi (en 1977) hizo secuestrar a les indigentes de San Miguel de Tucumán. Les abandonaban -de a dos o tres personas- en descampados helados de la provincia deCatamarca.

El jefe de un campo de concentración nazi podía sentir culpa por no pasar el día de Navidad con sus hijos, pero no tenía problemas en ordenar el asesinato de doscientos niños, reflexiona Silvia Bleichmar. Agrega que esa actitud se enmarca en el concepto reaccionario de lo propio y lo ajeno. Para los primeros, todo; para los segundos el exterminio. A las víctimas mejor no verlas. En una ciudad carcomida por la derecha, las autoridades en lugar de cumplir con sus obligaciones y ocuparse también de les pobres, les esconden debajo de la alfombra como basura.

La infamia de que existan personas reducidas a la biosupervivencia, se suma la impunidad para expulsarlas. La misma institución que debería facilitarles medios para una vida mejor, invierte para invisibilizarlas, para que no alteren el orden de la ciudad que está siendo regalada a capitales privados. Si les pobres están en la villa no importa -afirma Silvia Bleichmar- pero que no “ensucien” con su presencia las calles de la clase media que considera que son inmundicias estéticas, que no incomoden con sus presencias, que no les recuerden que la obligación estatal es asistir las necesidad esextremas, que regentear comunidad es cuidar no esconder.

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Comenzamos con el tango y volvemos al bailongo. ¿Qué decían los tangos prohibidos por distintos gobiernos (la mayoría de facto)? Denunciaban la pobreza y criticaban la impunidad del poder oligarca. Ese que luego prometería “pobreza cero” y era sincero. No pensaba radicar la pobreza, sino invisibilizarla. El tango se prohibió por sus humildes orígenes, su pasión sexual y su denuncia de la miseria. Discépolo le contó a Gardel que “Yira, yira” narra su propia soledad de pobre. “Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar. La indiferencia del mundo que es sordo y es mudo recién sentirás”.

¡Las columnas de nuestra filósofa punk ahora son un libro! Y se presenta el próximo jueves 23 de marzo a las 20 horas en casa Brandon. Junto a la autora estarán Marta Dillon, Vero Bonter y Vir Cano.