Si las costumbres del fútbol le conceden a un jugador que marca tres goles en un partido el privilegio de llevarse la pelota a manera de homenaje, nadie lo hizo más rápido que Eduardo Andrés Maglioni. El 18 de marzo de 1973, hace 50 años, el delantero santafesino de Independiente le marcó tres tantos a Gimnasia en un lapso casi irrepetible e increíble de 1 minuto y 51 segundos. Fue en Avellaneda, por la tercera fecha del torneo Metropolitano de ese año y semejante prodigio de rapidez y eficacia derivó en una victoria roja por 4 a 0. Y en un record mundial que figura todavía en el Libro Guinness y acaso nunca podrá ser batido.
"Cierro los ojos y ese partido lo recuerdo siempre", dijo alguna vez Maglioni. Y no es para menos. Nunca antes y nunca después en la historia del fútbol, un jugador hizo tantos goles en tan escaso tiempo. El primero sucedió a los cuatro minutos de la segunda etapa: Agustín Balbuena sacó un centro desde la derecha, Alejandro Semenewicz la bajó de cabeza y Maglioni, entrando por el medio del área, con una mediavuelta de derecha batió a Daniel Guruciaga, el arquero de Gimnasia que esa tarde reemplazaba a Hugo Orlando Gatti.
Movió Gimnasia del medio, Pavoni cortó un pase largo de Carlos Bulla a Héctor Pignani por la derecha y casi de primera, le metió el pelotazo a Maglioni que remató de derecha sobre el cruce del zaguero Hugo Gottfrit y volvió a vencer a Guruciaga. Corrían 4 minutos y 35 segundos. Volvió a mover Gimnasia, volvió a perder la pelota en la mitad de cancha y Julio Montero Castillo, el recio volante uruguayo que Independiente había traído ese año para jugar la Copa Libertadores, encaró por el medio, habilitó a Maglioni que entraba por la derecha y el goleador eludió a Guruciaga y anotó el cuarto gol del Rojo. Corrían 5 minutos y 51 segundos y Maglioni ya era parte de la historia. Para siempre.
Nacido en Reconquista (provincia de Santa Fe) el 14 de abril de 1946, Maglioni hizo divisiones inferiores en Rosario Central pero nunca llegó a Primera. A la hora de firmar su primer contrato, le dieron el pase libre y con él, firmó para Sarmiento de Resistencia (Chaco). Una noche de 1968 jugó un amistoso ante el Santos y con Pelé y lo hizo tan bien que el representante de Independiente en el noroeste del país, recomendó su compra. Entre 1969 y 1973, Maglioni jugó 139 partidos y marcó 58 goles. Dos de ellos, a Universitario de Lima en Avellaneda, le valieron a Independiente ganar su tercera Copa Libertadores, la de 1972.
El tránsito de Maglioni por Independiente fue breve pero exitoso. Estuvo en los años más gloriosos de la gran historia roja: integró los planteles campeones de los torneos Metropolitanos de 1970 y 1971, las Copas Libertadores de 1972 y 1973 y la Copa Intercontinental de 1973. Si no se sostuvo más en el tiempo, y en 1974 Cesar Luis Menotti lo pidió y se lo llevó a Huracán, fue porque en su puesto de centrodelantero había aparecido un chiquilín de pelo ensortijado y camiseta fuera del pantalón que llevaba la pelota atada a su pie derecho y era capaz de gambetarse a la vida entera: se llamaba Ricardo Enrique Bochini.
Maglioni, el artillero desatado, y Guruciaga, el arquero humillado, terminaron siendo amigos. Las peñas de Independiente los pasearon durante muchos años por el interior del país para que rememoren aquella tarde única de hace medio siglo. Cuando Eduardo Andrés Maglioni vivió e hizo vivir en apenas un minuto y cincuenta y un segundos todas las emociones que tienen cabida en el fútbol.