Radiohead está en pausa desde hace varios años, pero Phil Selway le saca provecho a cada parate de la banda. Mientras sus compañeros Thom Yorke y Jonny Green giraban con su nuevo proyecto The Smile, el baterista dedicó su tiempo a Strange Dance, su tercer álbum de canciones (y cuarto solista si se tiene en cuenta la banda sonora de Let Me Go, de 2017). Quizá se trate de su trabajo más arriesgado, tanto porque salió una vez más de su zona de confort en la composición -cambió la guitarra por el piano- como por una instrumentación a la que cuesta ponerle etiquetas.

La formación de la banda que lo acompañó en el disco quizá sirva para tener alguna pista: están el guitarrista Adrian Utley (miembro de Portishead), la multiinstrumentista Quinta, la cellista Laura Moody, la artista electrónica Hannah Peel y la baterista Valentina Magaletti. El team con mayoría femenina lo completó la productora italiana Marta Salogni. "Quería que el disco tuviera un sonido 'amplio', que tuviera un gran paisaje sonoro, y poder manejar esas voces musicales diferentes dándoles un contexto, un ambiente en el que se mezclaran", explica Selway a través del Zoom.

Si en Weaterhouse (2014), su anterior álbum de canciones, el baterista aceptó en su música el hecho de ser parte de Radiohead, aquí va más allá de cualquier contacto con la banda. "Lo que influyó en este disco fueron las colaboraciones musicales que tuve en la década previa de material solista. Cuando empecé a hacer material solista, esperaba hacer tres álbumes y ver adónde me llevaba eso. Y justamente, este período me ha llevado a hacer estas colaboraciones musicales increíbles, tanto con las bandas sonoras, trabajando con músicos en mis discos, haciendo piezas para una compañía de danza... En cada uno de esos proyectos construí relaciones musicales y colaboraciones que influyeron en la dirección que quise tomar en este disco. Creo que estaba menos consciente de mi rol en Radiohead y pensaba más en construir todas estas relaciones musicales que establecí durante una década. Por suerte para mí, todos estuvieron de acuerdo en trabajar conmigo".

Cuando Selway comenzó a trabajar en Strange Dance, los integrantes de Radiohead ya se habían puesto de acuerdo en hacer una pausa para trabajar en proyectos individuales, pero a eso se le sumó el aislamiento impuesto por la pandemia. "Supongo que cada uno estaba en su propio mundo", reflexiona el artista. "El disco surgió conmigo sentado en mi estudio casero y pensando en estas colaboraciones musicales que había tenido, y con ganas de volver a lanzarme de lleno a esas relaciones, a tener esa inmediatez de estar en el estudio compartiendo ideas, y especialmente esa conexión que había tenido con esos músicos en particular".

Pero hubo otra influencia clave en Strange Dance, que permeó hacia la música desde las artes plásticas: "Quería tener la colaboración de (el pintor abstracto británico) Stewart Geddes", recuerda Selway. "Al comienzo del aislamiento ambos nos dimos cuenta de que íbamos a estar encerrados en nuestros propios estudios, así que nos pusimos de acuerdo en juntarnos al final de cada semana y sencillamente charlar. De música, de fútbol, lo que fuera. Pero era importante saber que al final de cada semana íbamos a encontrarnos con alguien que nos preguntaría '"bueno, ¿y qué estuviste haciendo?'. Y de ahí surgió naturalmente una colaboración, porque las pinturas de Stuart crecieron junto a la música... Se dio un adorable y dinámico crecimiento de esos dos elementos. Así que en el comienzo Strange Dance, a lo que yo reaccionaba era a lo que sucedía en sus lienzos: las texturas, los tonos, las emociones que aparecían allí. Estoy muy contento de cómo terminó eso, porque tanto las pinturas como la música están muy embebidas la una de la otra".

-¿Esas pinturas influyeron en el sonido o sólo en la composición? Porque  canciones como "Strange Dance" o "Salt Air" podrías tocarlas con la guitarra, pero suenan completamente diferente.

-Absolutamente. "Strange Dance" en sí es interesante porque estuvo dando vueltas por bastante tiempo, la armonía y la estructura melódica, pero era una balada para piano. Y era linda, pero era como si no se perdiera el sentido que podían darle todos estos músicos increíble en el estudio. Si tomás ese track y empezás a sacarle todas las capas, en el fondo está la balada para piano. Pero recuerdo la conversación que tuve en el estudio con Valentina Magaletti, quien tocó increíblemente la batería y la percusión en el disco. Le dije que quería que fuera una canción "tipo Tom Waits" y ella me respondió "sí, entiendo a qué te referís", porque quería que sonara como el disco Bone Machine o algo así. Y ella salió con esta parte de batería increíble a la que le agregó unas encantadoras texturas de percusión encima. Y cuando lo escuchamos con eso y la voz, lo que pensé fue "bueno, ¿y qué tal sonaría si ahora le sacamos el piano?" Y eso fue un poco lo que pasó con todos los temas: partíamos desde una estructura y ciertas referencias musicales, y después decidíamos tirar todo eso por la ventana. Eso fue lo que pasó con "Strange Dance": con ese maravilloso track rítmico y mi voz empezamos a entender cómo todos los otros elementos podían incorporarse, incluso los orquestales. Laura Moody hizo los arreglos de cuerdas y vientos. De repente, teníamos todos estos elementos diversos que, en cierto modo, no pensarías en poner juntos si te sentaras a tratar de concebir una pieza. Pero como tenía todas estas voces ahí, fue muy excitante ver cómo eso crecía. Así que, como dije, no imaginé la escala de la música antes de hacerla. Lo excitante para mí fue que no sabía cómo iba a evolucionar con todas estas voces musicales diferentes que le incorporamos. Y esa canción en particular tiene una suerte de vocabulario musical propio.

-Mencionaste que empezó como balada para piano y no parece ser la única canción que arrancó desde ese instrumento, mientras que en tus discos anteriores parecían haberse originado en la guitarra. ¿Es así?

-Sí, tenés razón, hay varias canciones surgidas en el piano en este disco. Y eso fue una suerte de despegue para mí, porque nunca antes había compuesto con el piano. Fue una de las cosas buenas que generó el tener que encerrarme durante el aislamiento, porque de otro modo probablemente no hubiera tenido el tiempo para explorar ese aspecto ni poder darme el lujo de haber cometido montones de errores antes de sonar convincente en ese instrumento (se ríe). Creo que haberme movido de ese modo también en los soundtracks que hice provocó que se convirtiera en el instrumento con el que compongo. Pero algunos tracks, como "Strange Dance", comenzaron en guitarra y cambiar a esta balada para piano hizo que de repente la canción volviera a abrirse. Así que es agradable tener estos diferentes enfoques en la punta de los dedos, porque a veces algo no se siente bien... Sabés que ahí está el germen de una buena idea, pero chocás contra una pared, entonces cambiar de instrumento y encontrar qué te ofrece hace que todo se abra en lo armónico y en cómo podés ponerle texturas a lo que estás escribiendo.

-Hablando de cambiar de instrumentos, como en Familial (2010) elegiste no tocar vos la batería y pasárselo a Glenn Kotche (Wilco), algo que sí hiciste en Weatherhouse. ¿Qué te llevó a incorporar a Valentina a Strange Dance?

-Originalmente, yo planeaba tocar la batería en este disco y, de hecho, hay algunas partecitas mías. Por ejemplo, soy yo el que toca el outro de "Little Things", el primer tema. Pero cuando entré al estudio tenía en mente las texturas rítmicas que quería y no funcionaban conmigo tocando, salvo un par de cositas. Mi mente estaba más enfocada en la visión general de los temas y en tener todo arreglado para las sesiones, para que las canciones tuvieran la suficiente sustancia como para que los músicos tuvieran algo a lo que responder. Medio que descuidé la batería, para serte honesto (risas). No estaba con la velocidad necesaria cuando llegué al estudio. Entonces, la brillante Marta Salogni, que produjo y mezcló el disco, me sugirió a Valentina, con quien ya había trabajado mucho. Para Marta, Valentina podía aportarle al disco esas texturas de las que habíamos hablado. Y lo hizo. ¡Ella es increíble! Vos mencionaste a Glenn Kotche y en Radiohead he tocado con Clive Dreamer. Como baterista, cuando me siento en un estudio o en vivo con colegas así, hay un montón que puedo aprender. Y ver a Valentina crear rápidamente partes de batería increíbles en el estudio fue como ver una estampida de brillantez. Se movía a una velocidad... Por ahí aparecía una idea, se desarrollaba en un par de tomas y a la quinta toma ya tenías una parte increíble, que encima al ser tan fresca tenía también esa sensación de improvisación. Había una vitalidad fantástica en lo que hacía. Y al ser tan brillante, se convirtió en el núcleo de la grabación: quedé en la posición de sacar mi guitarra o mi piano y dejar todo como un lienzo en blanco para que los demás pudieran hacer sus aportes. Y hay tanto carácter y personalidad en su forma de tocar...

Radiohead.

-Lo mismo se podría decir de tu forma de tocar la batería. ¿Creés que tu contribución a Radiohead cambió desde que empezaste a hacer discos solistas?

-(Piensa) Probablemente eso suceda la próxima vez que nos juntemos a hacer música; creo que eso va a ser realmente interesante porque todos tuvimos otras experiencias musicales. La última vez que trabajamos juntos fue en 2018, lo cual ya se ve como mucho tiempo... No se siente así, pero es bastante tiempo (se ríe). Y creo que en ese punto, para mí estaba muy bueno hacer trabajos por fuera de la banda. Supongo que es así para todos, porque nos da la posibilidad de tener una dinámica creativa apropiada en la banda ya que no sentimos que tengamos que embutir todas nuestras ideas en ese contexto y recibimos feedback creativo de otras áreas. Como banda, existe una forma creativa en la que trabajamos y que tiene una dinámica propia. Y aunque siempre hemos seguido adelante estilísticamente -a veces con saltos enormes, otras no tanto-, el corazón de la banda es el modo en el que trabajamos entre los cinco. Todos queremos que eso funcione de modo óptimo y a veces no podés poner en la mesa todo lo que vos desearías. Entonces, los proyectos solistas hacen que eso pueda vivir y respirar apropiadamente también en todos estos otros canales.

-Mencionaste que tienen la idea de ir hacia adelante musicalmente. ¿Cuán lejos se puede llevar la música, tanto como solista como siendo parte de Radiohead?

-(Piensa) Espero que me queden un par de décadas para hacerlo (risas). Creo que hay un balance, porque también es importante reconocer lo que ha sido un valor en lo que ya hiciste y no tirarlo por la ventana por completo con cada nuevo proyecto. Tengo la sensación de construir a través de lo que he hecho en el pasado y así también es como siento a Strange Dance. Pero, sí, ¿no sería fascinante poder ver una década hacia adelante y ver qué clase de música estaré produciendo, tanto en Radiohead como en mis proyectos fuera de la banda? Es un pensamiento muy seductor, realmente...

-¿Vas a tocar este disco en vivo?

-Estoy empezando a hacer pequeños shows en el Reino Unido, por ahora no tengo planes se salir de gira. Me encantaría ir a la Argentina, pero por ahora no hay nada planeado, así que si hay alguien ahí afuera que quiera llevarme... (se ríe). ¡Por favor!

-Contaste que viste a The Smile en vivo antes de que sacaran su disco A Light for Attracting Attention. ¿Te sentiste celoso viendo a Thom y Jonny tocando con otro baterista ?

-No, para nada, fue fantástico verlos tocando. Fue encantador ver esa dinámica entre Thom y Jonny, porque normalmente me siento y lo que veo son sus espaldas. Así que verlos de frente fue muy bueno, los vi con ojos frescos. Además, Tom Skinner es increíble en la batería, entonces verlos trabajar en equipo fue fantástico, me encantó.