Te sigo desde Cemento
“Creo que fue en 2014 la primera vez que hice una miniatura. Era una caja, un estuche rígido para una guitarrita stratocaster escala 1:8 que tengo hace mil años. Luego hice una réplica de un amplificador Fender De Luxe, todo con materiales reciclados, con un circuito de amplificador de 2w super berreta. Sonaba malísimo, pero andaba. Luego no hice más hasta 2020”. Así sintetiza Flopa Lestani sus comienzos en la creación de una serie de miniaturas de quince centímetros de ancho que emulan fachadas de edificios, algunos génericos, otros entrañables, un hobby que sus amigos y fans han ido conociendo por las fotos que fue sacando y subiendo a sus redes. “Durante la cuarentena, me fumé cualquier cantidad de videos de ferromodelismo, gamers y gallegos que hacen pesebres súper elaborados. Ninguno de esos temas me interesa en particular, pero cada uno tiene sus técnicas y todas sirven para aplicarlas”, agrega esta cantante y compositora autodidacta que trabaja sus miniaturas con materiales reciclados. El nombre técnico de esta clase de trabajos es “scratch building”; o sea, hacer modelos desde cero sin utilizar kits comerciales ni impresiones. A esto se le suma algo de dogma anticonsumo. “Prácticamente cualquier objeto o material me sirve para algo”, asegura. Así que usa desde pedazos de bolígrafos hasta aserrín, goma espuma, barbas de choclo y raíces de plantas secas, pasando por todo tipo de material de embalaje, mayormente bandejas de comida de polifan, cajas de cartón y telgopor. Después de exhibir once de estas obras durante el domingo pasado en La Cazona de Flores, bajo el título de Topophilia Bonaerensis, está empezando a trabajar la fachada del Parakultural. “Y quiero hacer también la fachada de La Luna, de Cabrera y Medrano, pero no tengo ni una sola foto de la puerta como para empezar”, cuenta. Quizás alguien pueda darle una mano. Mientras tanto, la obrita que evoca el frente de Cemento fue preseleccionada para el Premio Adquisición 8M, así que se puede ver en la muestra del CCK hasta el 14 de mayo. Pueden incluso sacarse una foto con la maqueta para exhibir online, como hizo Flopa. Eso si, no se acerquen tanto a la obra como su autora, que tuvo que ser advertida por la seguridad del lugar.
El abogado del pueblo
Los dueños siempre se referían a la obra que tenían colgada detrás de una puerta como “el Brueghel”. Pero el especialista en arte Malo de Lussac, amigo de esa familia del norte de Francia, pensaba que era broma. Hasta que pidió permiso para descolgarla y enviarla a autenticar. Como resultado, no sólo resultó ser un original sino que además se trata de una pintura muy rara de Pieter Brueghel el Joven, que se subastará a fin de mes en París por un valor estimado de 850 mil dólares. “El abogado del pueblo”, pintada a mitad del siglo XVII, representa a los campesinos en la oficina de un abogado codicioso. Pieter Brueghel el Joven es hijo de Pieter Bruegel el Viejo, una figura destacada del Renacimiento flamenco. Pero el pintor también se hizo un nombre en base a obras que representan las tensiones de clase en Bélgica entre el campesinado y la burguesía emergente. “Es una pintura enorme, de casi dos metros de largo” y además se encuentra en “excepcionalmente buenas condiciones”, aseguró De Lussac. Stéphane Pinta, experto de la firma Cabinet Turquin, con sede en París, examinó la pintura con la ayuda de un conservador del Louvre. Más tarde, el equipo presentó la obra al especialista flamenco Klaus Ertz, quien confirmó que era real. Brueghel pintó una versión casi idéntica que cuelga en el Museo de Bellas Artes de Gante en Bélgica. Su gemela descansó por décadas entre joyas de la abuela y la familia que la guardaba solo sabe que fue comprada en 1900.
La casa de Nina Simone
La campeona de tenis Venus Williams está organizando una subasta online que cuyos fondos serán destinados a preservar la casa donde Nina Simone vivió hasta los 17 años en Tryon, Carolina del Norte. Entre el 12 y el 22 de mayo se podrá adquirir obra de los artistas Adam Pendleton, Rashid Johnson, Julie Mehretu y Ellen Gallagher, quienes compraron la casa de Nina cinco años atrás y ahora convocaron a Venus para pedir ayuda. El problema es que no llegaron a restaurar el lugar y actualmente corre riesgo de demolición por su deterioro. La iniciativa cuenta además con el apoyo del Fondo de Acción del Patrimonio Cultural Afroamericano del National Trust, Pace Gallery y Sotheby's. Si bien National Trust designó la casa como tesoro nacional en 2018, recién ahora un grupo de asociaciones civiles de la zona unieron fuerzas para llevar a cabo acciones conjuntas que les permitan recaudar cinco millones de dólares. Uno de los destinos posibles es no solo convertir el lugar en punto de peregrinaje para fans sino también en transformarlo en residencia para artistas afroamericanos. Para eso, sin embargo, son necesarias algunas ampliaciones y mejoras edilicias. En esos 60 metros cuadrados Nina, nacida en 1933, vivía con sus padres y sus ocho hermanos mientras aprendía a tocar el piano. Ahora, el espíritu de la Sacerdotisa del Soul reclamará un lugar en estas paredes para seguir inspirando a las nuevas generaciones.
Más de cuarenta cervezas hoy
A mitad de los ochenta, una canción creada en plena ebullición de la movida contracultural madrileña comenzó a sonar con insistencia en las FM de Argentina y se expandió por Latinoamérica hasta escalar en los charts del momento. Se trata de “Mi agüita amarilla” de Los Toreros Muertos. Uno de los integrantes de la banda, el tecladista Guillermo Piccolini, volvería mucho después a este, su país de origen, en clave de reinvención. Oriundo de Grand Bourg y con una trayectoria que incluye haber sido productor de Andrés Calamaro y Man Ray y socio de Pettinato en el dúo Pachuco Cadáver, el músico acaba de estrenar Café Berlín, su nuevo disco solista. Y el corte de difusión es una versión de “Mi agüita amarilla” que le hace justicia a lo que Picco denomina “el tema que me abrió la puerta para ir a jugar cuando tenía veinte años”. “Café Berlín surge de un recital en vivo en el lugar del mismo nombre que di el año pasado para presentar mi disco Futuro Imperfecto. Pero la idea no era repetir los mismos temas y nada más. Así que incluí otras canciones de mi periplo, incluida una versión neopajuerana de ‘Mi agüita amarilla’”, cuenta. El neopajueranismo, abunda, es un modo de ser outsider que sigue apostando por la experimentación en épocas donde el cinismo pareciera ser mejor pose. La historia del gran hit de Los Toreros late con ese corazón. “El tema dura seis minutos pero originalmente eran diez. Y es que Pablo (Carbonell, vocalista de Los Toreros) se tomó en serio el asunto de describir el curso del agua. A su modo, claro. Lo que ahora parece inocente en ese entonces tenía su cuota picante”, explica Guillermo. En 1985, la banda grabó el maxi Yo no me llamo Javier, que incluyó esta canción sin pensar que se transformaría en el himno Torero casi por excelencia. Poco después vino el álbum debut 30 años de éxitos y “Mi agüita amarilla” estalló. “Los textos del primer disco se escribieron en el estudio. Porque, aunque las canciones existían, no estaban escritas. Es que nuestra forma de trabajar era tocarlas en público, probarlas en el vivo. Así que Pablo, junto a Javier López de Guereña, productor del disco, se encargaron de encuadrar ‘Mi agüita’ en una extensión razonable. Many (Moure, bajista) era quien le encontraba el estribillo a la poesía de Pablo y yo era quien había traído la base rítmica de la canción”. En el flamante Café Berlín, “Mi agüita amarilla” mantiene su irreverencia original y el paso del tiempo no le ha quitado su osadía punk.